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SILLÓN DE OREJAS

¡Depresivos del mundo, uníos!

Los mejores libros que he leído sobre la depresión son narraciones en las que la enfermedad aparece como telón de fondo

Manuel Rodríguez Rivero
La psicoanalista Julia Kristeva.
La psicoanalista Julia Kristeva. Jean-Marc ZAORSKI (Getty Images)

1. Bilis negra

Empiezo por William Styron, otro que la padeció: “La depresión presenta tantas variaciones y tiene tantas y tan sutiles facetas —depende tanto, en suma, de la totalidad de causas y respuestas del individuo— que lo que para una persona es una panacea puede ser una trampa para otra”. Por supuesto, el término se ha banalizado: desde la “bilis negra” de la antigua melancholia que dejaba inermes a los anacoretas ante las insidias del “diablo meridiano”, hasta la depre que se alivia con unas copas o gastándose el sueldo en El Corte Inglés (quien se lo pueda permitir), la depresión reviste múltiples formas y gravedades, y la padecen más de 300 millones de personas. Depresión o victoria, crónica de una batalla, de Meritxell Durán (Reservoir Books), es el último libro sobre el asunto que ha llegado a mis manos: la crónica dibujada y autobiográfica de una de sus víctimas que expone sus efectos y cómo superarlos de forma sencilla y gráfica. Los mejores libros que he leído sobre la depresión son narraciones en las que la enfermedad (“el demonio”) aparece como motivo o telón de fondo, como en las historias paralelas de Clarissa Dalloway y Septimus Warren Smith en La señora Dalloway, de Virginia Woolf (1925; varias ediciones en bolsillo), o en La campana de cristal (publicada originalmente en 1963 bajo el seudónimo de Victoria Lucas), de Sylvia Plath (Literatura Random House); la última, afectada de trastorno bipolar como la primera, también supo plasmar su sufrimiento con menos palabras en su magnífico poema Tulipanes (Tulips), publicado en su libro Ariel (1965; Hiperión), del que les transcribo un par de versos hospitalarios: “Estoy aprendiendo paz, yaciendo a solas, en silencio / como yace la noche sobre estos muros blancos, sobre esta cama, estas manos”. Gaston Gallimard obligó a Sartre a cambiar el título de su novela sobre (entre otras cosas) la depresión: la Melancholia original (que había puesto en homenaje al impresionante grabado de Durero) pasó a ser La náusea (1938). El adjetivo “negro” (Winston Churchill, otro depresivo ocasional, se refirió a ella como “perro negro”) y el sustantivo “infierno” suelen aparecer en las caracterizaciones de la depresión: la psicoanalista búlgara Kristeva se vale de sus metáforas en su poliédrico ensayo Sol negro, depresión y melancolía, reeditado por Winderkammer en 2017, y define su (propia) depresión como “un abismo de tristeza, de un dolor incomunicable que nos absorbe hasta hacernos perder el yo”. El ya citado Styron es el autor de la que considero una de las más acongojantes crónicas autobiográficas sobre la depresión, a cuyo final contribuyó, en su caso, la escucha de la Rapsodia para contralto (op. 53), de Brahms: desde que leí su libro tengo supersticiosamente muy cerca del reproductor de discos compactos las versiones de Kathleen Ferrier y Christa Ludwig, preparadas para cuando me siento un poco de aquella manera. En todo caso, y si usted, improbable lectora o lector, busca algo más científico, no olviden esa summa sobre la enfermedad que es el muy premiado El demonio de la depresión, un atlas de la enfermedad, de Andrew Solomon, publicado por Debate en 2015. Y ahora, les dejo un rato, a ver si con un Johnnie Walker se me pasa el muermo.

Cartel de la exposición en CaixaForum.
Cartel de la exposición en CaixaForum.

2. No muertos

La eclosión contemporánea de los zombis (me ha parecido distinguir a alguno entre sus señorías parlamentarias) no nos deja ver cabalmente el bosque de los no muertos, poblado desde mucho antes. La exposición Vampiros. La evolución del mito, que CaixaForum inaugura el 14 de febrero en Madrid (luego irá a Barcelona), pretende —a través de centenares de piezas de museos y colecciones privadas— recorrer la historia del único de los cuatro grandes mitos universales (los otros son el Quijote, Don Juan y Fausto) que han alcanzado su máxima popularidad gracias al cine. De hecho, la exposición que ahora ofrece CaixaForum proviene de la Cinémathèque Française (y tiene el mismo comisario: Matthieu Orléan), donde pude verla en diciembre, y en ella se presta especial atención al vampiro que ha evolucionado con el cine, desde aquella increíble obra maestra que es el Nosferatu (1922) de Murnau —quizás la más fiel y cercana al espíritu (nunca mejor dicho) del Drácula (1897) de Stoker— hasta los avatares posteriores del no muerto encarnados por Lugosi, Christopher Lee, Brad Pitt o Gary Oldman, entre muchos otros. Con unos orígenes que se pierden en el tiempo literario y las leyendas folclóricas, redescubierto por Polidori en los días de Villa Diodati, feminizado en la Carmilla lesbiana (1871) de Le Fanu, y fijado por Stoker en la Inglaterra tardovictoriana, en la que el miedo a la “nueva mujer”, la homosexualidad, la mezcla racial y la “degeneración” estaban muy presentes, el mito se adapta a las ansiedades de cada generación. Una exposición importante y de la que espero un catálogo tan bueno y completo como el de su versión francesa.

3. Poetas

En Paterson (2016), la soberbia película de Jim Jarmusch, un enigmático poeta japonés (interpretado por Masatoshi Nagase), admirador del poemario Paterson, de William Carlos Williams, entabla en la ciudad de Paterson (New Jersey) una conversación con el también poeta y conductor de autobuses Paterson (Adam Driver) en la que le dice, entre otras jugosas reflexiones, que leer poesía traducida es como tomar una ducha con chubasquero. No he tenido esa sensación leyendo, y comparándola con el original, la traducción que el incansable Andreu Jaume ha hecho de la Poesía reunida (Lumen; bilingüe) de Geoffrey Hill, basada, además, en la propia selección del poeta, muy poco leído en español, a pesar de algunas traducciones del también incansable Jordi Doce. Hill (1932-2016), muy conocedor de la tradición lírica británica y estadounidense, es uno de los grandes en lengua inglesa del siglo XX. Esta edición permite comprobarlo.

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