‘Los fantasmas’, o la asfixia de vivir en Ciudad de Guatemala
El debut del guatemalteco Sebastián Lojo coloca otra producción de su país en el circuito internacional de festivales de cine
A la hora de hacer cine, Sebastián Lojo (Guatemala, 1989) sigue la máxima atribuida al escritor ruso León Tolstoi que un día le sugirió su padre: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Comenzó un consumo obsesivo de películas cuando se trasladó a vivir a Europa para formarse en la London Film School en 2015. Se empapó de cine europeo y asiático y aprendió a valorar a los grandes creadores latinoamericanos; de los argentinos Lucrecia Martel y Lisandro Alonso al mexicano Carlos Reygadas. También formó con sus compañeros de escuela, procedentes de distintas partes del mundo, una sólida unión creativa que les lleva a trabajar los unos para los otros en sus distintos proyectos. Cuando uno de ellos dirige, en este caso el guatemalteco, otro se encarga de la dirección de Fotografía (el italiano Vincenzo Marranghino) y otro de la producción (la libanesa Remi Itani y el argentino Bernabé Demozzi. Para Los fantasmas, su primer largometraje, se los llevó a su país con la intención de construir un retrato en perspectiva sobre la asfixia vital de Ciudad de Guatemala y la permanente crisis de la nación.
“Vivir en otro lugar me ha permitido hacer un análisis de mi país sin tanto enojo, encontrando los espacios de compasión y de belleza”, dice el director a EL PAÍS, durante el estreno mundial de la película en el Festival de Cine de Róterdam, finalizado el 2 de febrero. Con los ahorros personales de este colectivo cinematográfico aun sin nombre y con la ayuda de plataformas de ayuda a la producción como Guadalajara Construye (México) y MAFIZ de Málaga (España) se financió su debut.
Lojo relata el encuentro y desencuentro de dos personalidades masculinas que definen las reglas de supervivencia de la ciudad. Durante el día, el joven Koki (Marvin Navas) es guía turístico para los clientes del hotel de Carlos (Carlos Morales), un veterano de la lucha libre. En los bares nocturnos, recurre a su atractivo para seducir a hombres con los que ocupar una de las habitaciones de su socio, donde les roba sus pertenencias. A pesar de su fructífera alianza, la lealtad es un lujo que no se pueden permitir en medio de la violencia estructural del lugar en el que sobreviven. Ambos son personajes que practican el juego que impone su verdugo en un entorno en el que “lo pragmático se impone a los deseos del alma”, comenta Lojo sobre un relato que proyectará La Semana de la Crítica del Festival de Cine de Berlín a finales del mes de febrero.
Al tratase de un equipo fílmico formado por visitantes y retornados, el guion tomó forma una vez que convivieron durante semanas con sus protagonistas, dos actores no profesionales que se dejaron grabar en su día a día para incluir las secuencias reales como parte de la realidad de sus personajes. “Carlos representa al arquetipo del hombre duro, que sabe que las trampas son las reglas del juego. Es una forma de ver cómo será Koki en el futuro si se queda para siempre en esa ciudad y en su profunda desconexión vital”, apunta Lojo.
La pobreza, la desigualdad y la escasa seguridad ciudadana de su país que refleja Los fantasmas son para el cineasta “problemas estructurales que un cambio de gobierno no puede solucionar de la noche a la mañana. En las áreas rurales, ocho de cada diez personas están en una condición de pobreza extrema y el 79% de los pobres son indígenas, según su Instituto Nacional de Estadística y la UNESCO, destacaba en 2019 el blog 3.500 millones de EL PAÍS. Estas cifras conforman la hostilidad en la que viven los protagonistas de Lojo; “En la película, hay intención de condenar sus crímenes. Sus acciones son una forma de querer ser visto en una sociedad que no te mira, salvo para castigarte”.
Otro paso hacia el milagro
El reconocimiento internacional que está obteniendo Los fantasmas se suma al de otros títulos recientes, que están visibilizando las producciones guatemaltecas en un país sin Ley de Cine, cuya creación está siendo impulsada en estos momentos por AGACINE (Asociación guatemalteca del audiovisual y la cinematografía), y sin apenas salas de proyección ajenas a los blockbusters de Hollywood. En esta industria casi inexistente, la coproducción es prácticamente la única vía de creación.
Nuestras madres, de su compatriota César Díaz, sobre los desaparecidos como consecuencia del conflicto armado en el país entre 1960 y 1996, ha representando a Bélgica en la carrera a los Oscar 2020 a mejor película internacional. Y Jayro Bustamante, formado en Francia, ha vuelto a recorrer los festivales de cine de medio mundo con su nueva película, La llorona, que también evoca a esa guerra civil.
“Cuando empezaba la universidad, la idea de hacer cine en mi país era una payasada. Solo una parte privilegiada (que puede formarse en el extranjero) podemos hacer cine”, dice el director de Los fantasmas. Su rodaje coincidió en el país con el de Temblores, la anterior cinta de Bustamante, y con Pólvora en el corazón de Camila Urrutia, que podrá verse en marzo en el prestigioso South by Southwest (SXSW). Lojo recuerda que los tres cineastas tuvieron que hacer tratos con las distintas compañías de producción porque no había equipo técnico suficiente en todo el país para rodar las tres producciones casi al mismo tiempo. "Está naciendo un movimiento. Poco a poco, hay más escuelas de cine y universidades públicas que incluyendo estudios de cine en sus programas. Se trata de que nuestras historias puedan verse también en nuestro país. Si no, ¿para quién estamos haciendo todo esto?”, pregunta.
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