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Crítica | Sobre lo infinito
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobre la vida

Una mordaz y a la vez empática panorámica sobre las conductas humanas, sobre los miedos, anhelos y laberintos que o sufrimos o reconocemos

Elsa Fernández-Santos
Imagen de 'Sobre lo infinito'.
Imagen de 'Sobre lo infinito'.

Roy Andersson, ese veterano cineasta sueco conocido por explorar las conductas humanas con sus viñetas filmadas, no oculta que las inspiraciones de su última película, Sobre lo infinito, son heterodoxas. El influjo de Las mil y una noches se traduce en la manera de encadenar durante 76 minutos un microrrelato detrás del otro hasta embargar al espectador en una especie de cuento sin fin; la huella de Bob Dylan está en una de sus más celebres canciones-río, A Hard Rain’s a-Gonna Fall, en la que el músico enumera (como la voz en off de esta película) las cosas que vio o se encontró por su camino. O esa referencia explícita al cuadro surrealista de Marc Chagall Sobrevolando la ciudad que aquí funciona como imagen fetiche del filme.

SOBRE LO INFINITO

Dirección: Roy Andersson.

Intérpretes: Martin Serner, Jessica Louthander, Tatiana Delaunay, Anders Hellström, Jan Eje Ferling.

Género: tragicomedia. Suecia, 2019.

Duración: 76 minutos.

Sobre lo infinito, sexta película de un ya casi octogenario Andersson, es una mordaz y a la vez empática panorámica sobre las conductas humanas, sobre los miedos, anhelos y laberintos que o sufrimos o reconocemos. En esa paleta de colores blanquecinos que caracteriza su estilo, con esos rostros que parecen maquillados con polvos de talco como mimos, Andersson se mueve en un terreno próximo al videoarte y al aforismo visual. Su nueva película afina un estilo tan ambicioso como fácil de transitar. Ligero y denso a partes iguales, sus historias son pinceladas que mezclan el humor y el desamparo. Con la cámara fija y siempre alejada de sus interpretes, lo que le confiere a la puesta en escena una profundidad escénica propia del teatro, se detiene en momentos que como una bola de nieve van conformando la película. Vemos a un padre y una hija bajo la lluvia, a un hombre perdido, a un dentista borracho en un bar donde otro hombre anuncia que la vida es fantástica; a un hombre que mata a su mujer y a otro que la abofetea. Quizá solo desafina con algún guiño histórico. Por lo demás, y como en el cuadro de Chagall, se trata de un vuelo en brazos de su fantasía y lejos de la norma.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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