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El Carnaval de Cádiz, apreciada y protegida pieza de museo

La fiesta avanza en su reconocimiento con la declaración como Bien de Interés Cultural y el cercano inicio de las obras de su centro de interpretación

Jesús A. Cañas
El coro Los Graciosos en una actuación en el carnaval de Cádiz.
El coro Los Graciosos en una actuación en el carnaval de Cádiz.
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El humor del Carnaval de Cádiz es ‘ilegal’

“Prepárense para entrar en la sala/ de la gracia infinita/ se podrán encontrar/ una obra de arte/ en cualquier esquinita”. Aunque la comparsa Los muñecos de Cádiz ya cantó que al Carnaval solo le bastaba con un cartel en la calle que rezase “bienvenido al museo”, la fiesta con mayor proyección internacional de la ciudad ha dado dos pasos claves para su reconocimiento como fenómeno cultural y antropológico singular. A la declaración de Bien de Interés Cultural –máximo grado de protección del patrimonio cultural español– en diciembre se ha sumado la licitación de las obras que harán posible que el Carnaval cuente, al fin, con un museo en Cádiz. 

Ambos avances eran tan ansiados como demorados por constantes cambios de planes y aplazamientos. Sin embargo, el pasado 2 de enero la Junta de Andalucía oficializó –con la publicación en el BOJA, su boletín oficial– la resolución de la Dirección General de Bienes Culturales y Museos por la que la fiesta ha pasado a estar blindada como una actividad de interés etnológico. “Tras varios meses de preparativos, amplios sectores sociales protagonizan una toma simbólica del espacio urbano a través de un ritual festivo de hondo calado vivencial e identitario”, explica la declaración en su arranque, como primera aproximación a lo que ocurre en las calles de Cádiz en los diez días de Carnaval oficial (este año, del 20 de febrero al 1 de marzo). 

Aunque las celebraciones carnavalescas tienen su origen en la Antigüedad, el auge de la fiesta  gaditana tiene su raíz en el cristianismo, según apunta el documento, redactado por el antropólogo Jose María Manjavacas. En la Edad Moderna se consolida como una fiesta urbana y cosmopolita, aunque siempre marcada por “la tensión” entre la transgresión de las capas populares y las reprobaciones morales de las élites. “[El Carnaval] es en gran medida reflejo y al mismo tiempo factor de recreación, de anhelos y utopías colectivas que son cíclicamente revividas desde las memorias e imaginarios colectivos”, añade la declaración. Además identifica hasta seis espacios públicos en los que se vive el festejo: los barrios de La Viña y el Pópulo, el Mercado Central, el Gran Teatro Falla y las plazas de Mina y de la Candelaria. 

“La declaración era algo que hacía falta”, resume Mercedes Colombo, delegada provincial de Cultura de la Junta. Pero no porque la fiesta, cada año más nutrida en creadores y público, tenga riesgo de desaparecer. Sino porque es un paso ineludible para conseguir que pueda ser declarado en el futuro Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. En esa tarea lleva el Aula de Cultura del Carnaval –institución centrada en la documentación y la investigación– desde 2013, como reconoce el investigador Felipe Barbosa, que ha colaborado en la elaboración del expediente. “No ha sido complicado por todo lo que había investigado. Desde que se recuperó en 1977 tras el franquismo –estuvo prohibido durante décadas– se empezó a investigar y estudiar el Carnaval”, explica. 

Una de las claves de la declaración ha sido la acotación de un fenómeno cultural tan heterogéneo, libre e intangible. Es justo el trance en el que ya empiezan a pensar en el Ayuntamiento de Cádiz, enfrascado en la licitación de la obra del futuro Centro de Interpretación del Carnaval. “No queremos un producto inmóvil, tan sólo abrir una puerta a quienes quieran adentrarse en la autenticidad de esta fiesta, en un espacio vivo”, resume la concejala de Cultura, Lola Calzadilla. Tras cambiar más de tres veces de posible ubicación y acumular una década de retraso –-el pasodoble de Los Muñecos es de 2011–, el museo se ubicará en la casa palacio de los Marqueses de Recaño, un edificio civil del siglo XVIII cercano al Mercado Central. 

De los más de tres millones de euros que costará, la primera fase de adecuación del espacio supondrá 2,4 millones, que saldrán de las cuentas municipales y del 1,5% cultural estatal. A eso se sumarán 1,1 millones de los fondos europeos ITI que aportará la Junta de Andalucía y que se destinarán a una segunda fase de musealización. En ese punto del contenido es donde el Consistorio gaditano se la juega con una fiesta que cada año se renueva en repertorios, tipos –los disfraces– y escenografías. 

“Junto a los materiales que se expongan de forma permanente, debe ser visual y tecnológico. Hay que intentar que sea un referente en España, que demuestre la riqueza que ha ido generando”, señala Barbosa. Sin aportar detalles concretos, Calzadilla avanza que la intención del Ayuntamiento pasa, precisamente, por que haya salas y recursos audiovisuales que interpreten la fiesta en la calle, la artesanía o las conexiones internacionales de la celebración, además de zonas de conferencias y reuniones en un fenómeno en el que los ensayos son claves para las agrupaciones. En aproximadamente dos años se verá si ese entrópico Carnaval de Cádiz, ya declarado BIC, es también apto para convertirse en atractiva pieza de museo. 

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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