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La otra cara del ‘streaming’: dejar las novedades y volver a series ya conocidas

El revuelo causado en EE UU por la desaparición de 'Friends' de todas las plataformas subraya el apego a los clásicos en la era del 'streaming'

Belén J. tiene una costumbre: “Cada tres o cuatro meses veo de nuevo algunas películas. Regreso al futuro, algunas de Harry Potter o incluso alguna comedia romántica tipo Love, Actually. También series como Sexo en Nueva York y Cuéntame cómo paso. Supongo que me gustan tanto que no me importa repetir en vez de buscar en Netflix otras nuevas”. No es que se trate de alguien que odie las novedades. Por su trabajo -está especializada en tecnología- esta periodista de 26 años tiene que estar al tanto de todo lo nuevo, pero el ocio es otra cosa. Si entramos en el proceloso mundo de las siglas en inglés, Belén no sufriría el tic sicológico más extendido en esta década, el denominado FOMO, Fear of missing out o, en español, “miedo a perderse algo”.

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De acuerdo con investigaciones publicadas en The Journal of Experimental Biology, evolutivamente estamos predispuestos a encontrar las experiencias nuevas más excitantes que las que ya conocemos. Como nuestros cerebros no pueden procesar todos los estímulos que nos rodean, hemos evolucionado prestando atención a lo nuevo y potencialmente peligroso, frente a lo familiar, que ya sabemos que es inocuo. Esto ha sido potenciado por la cultura de los influencers en las redes sociales y la industria de las experiencias, que han hecho que términos como “repetitivo” tengan una carga despectiva. Ese es uno de los motivos por los cuales las plataformas de contenidos audovisuales están obsesionadas con bombardear a sus clientes con series nuevas.

Sin embargo, el 1 de enero, Friends desapareció de Netflix en Estados Unidos, la única plataforma en la que se podía ver la serie, y eso ha provocado una crisis. La primera vez que se anunció, a finales de 2018, que Netflix iba a retirar el clásico de los noventa de su oferta, el revuelo que se montó en EE UU fue tal que hubo que echar marcha atrás. La plataforma pagó 100 millones de dólares por retenerla un año más. Era la misma cantidad que había desembolsado en 2015 por emitirla en exclusiva durante tres años. Ese plazo ha expirado y Friends no se podrá ver en streaming hasta el 1 de mayo, cuando pasara a formar parte de la parrilla de HBO Max, una especie de versión hormonada de HBO, en la que el catálogo tiene tanto peso como las novedades.

Warner, el conglomerado detrás de HBO Max, se hizo con los derechos de Friends por unos 400 millones de dólares. Y ni siquiera es la serie más vista de Netflix. Esa es The Office (la versión americana, que acabó en 2013), que sigue en la plataforma, pero solo unos meses más. La cadena NBC se ha hecho con ella por unos 500 millones de dólares, y será una de las ofertas estrella de Peacock, su nuevo servicio de streaming, que se lanzará en EEUU abril de 2021. Para contrarrestar estas bajas, Netflix ha adquirido Seinfeld, otra serie que dejó de emitirse hace más de 20 años.

Porque a pesar de la legendaria opacidad de Netflix con todo lo que tenga que ver de audiencia, a finales de 2018, una firma estadounidense de análisis de datos, Jumpshot, publicó un listado de las series más vistas en la plataforma y daba que pensar. Más allá de que solo siete de las 20 primeras eran producciones propias y ahora que prácticamente toda cadena planea iniciar su propio servicio de streaming, Netflix puede perder el resto, más de la mitad de los 50 títulos más visionado correspondían a series como New Girl (2011-2018), Friends (1994-2004), Parks and recreation (2009-2015) o Frasier (1993-2004) que, según la teoría del FOMO, deberían haber sido olvidadas hace tiempo. Al parecer, mientras en las cenas hablamos de The Crown o Juego de Tronos (las series más caras de la historia) en casa gozamos viendo por enésima vez un capítulo de El príncipe de Bel Air.

La era dorada de las series de catálogo, parece tener su explicación con otras siglas, JOMO, Joy Of Missing Out: “El placer de perderse cosas”. Resulta que otra publicación, Journal of Personality and Social Psychology, ha publicado un estudio en el que apunta que quizás deberíamos reconsiderar cómo afrontamos la repetición de las cosas. Ed O’Brien, profesor de Ciencias Conductuales de la Universidad de Chicago, pensó que quizás se estaba minusvalorando la reacción a las experiencias repetidas y que no se trataba de un constructo psicológico sino social. “Hay una creencia general según la cual si quieres parecer cultivado e interesante debes de estar abierto a nuevas experiencias. Puede que sea verdad, pero olvida el valor de profundizar en algo que ya conocemos”, declaró a The New York Times.

De su test con un grupo de voluntarios O’ Brien extrajo que las experiencias repetidas resultaban más placenteras de lo que los participantes esperaban. “Las nuevas experiencias son muy disfrutables, y nuestros estudios confirman esa idea. En muchos casos son las mejores. Pero lo que nuestros estudios enfatizan es que las opciones repetidas también tienen gran valor y son más fáciles de digerir que algo totalmente nuevo”. Según O’Brien esto también cobra un nuevo sentido en el mundo actual en el que estamos habitualmente distraídos. “Mientras disfruto un museo, o una cerveza, mi mente también piensa en e-mails sin abrir, llamadas de teléfono que devolver y el nombre de mi profesor de historia en primaria. Repetir las cosas es en realidad una opción de experimentar algo en su totalidad”.

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