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Columna
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Jesús Calleja: la gentrificación del espacio

Están haciendo con el espacio lo que Trump quiere hacer con Gaza, un Marina d’Or con gravedad cero. Nos gentrifican hasta los sueños infantiles

‘Calleja en el espacio’
El montañero español Jesús Calleja, segundo por la izquierda, junto a sus compañeros de tripulación.Blue Origin
Sergio del Molino

La Voyager 1 empezó su viaje hace casi medio siglo y lleva un disco de oro elaborado por Carl Sagan con muchas cosas de la Tierra. Lo importante aquí, como en los regalos de los niños, no es el contenido, sino la intención: en 1977 seguía vivo el sueño espacial, que era la sublimación del espíritu de la aventura. Por eso se elegía con mucho mimo el regalito para los extraterrestres. Había que quedar bien, nos jugábamos la honra de la humanidad.

Tampoco se mandaba a cualquiera al espacio. Tanto John Glenn como Yuri Gagarin estaban tallados con el mismo cincel que Miguel Ángel usó para el David. No bastaba con que fueran atletas y científicos, tenían que ser semidioses o héroes. Es bonito recuperar las crónicas de la época, como las que escribió Oriana Fallaci, que convivió con los aspirantes a astronauta en la NASA y fue testigo de la Operación Triunfo que se montó para seleccionarlos. Se percibe en esos textos el espíritu de la aventura, la ingenuidad reconfortante de los niños que leían ciencia-ficción.

Esos niños crecieron y tuvieron hijos que ya no querían ser astronautas, sino influencers. Y el cuento terminó con Jesús Calleja montado en una nave privada. Si la Voyager se lanzara hoy, en vez de un disco de oro con El hombre de Vitruvio y la Novena de Beethoven, llevaría unas latas de la bebida energética patrocinadora del lanzamiento y unos códigos QR para descargar la última canción de Leticia Sabater.

Jesus Calleja en el espacio
Jesús Calleja al aterrizar tras su viaje espacial.Mission NS-30

Si el Max Estrella de Valle-Inclán se quejaba de que los héroes clásicos habían ido a pasearse por el callejón del Gato, no sé de qué material están hechos los espejos deformantes en los que se miran los astronautas del ayer para que les devuelvan el reflejo de unos millonarios con sobredosis de testosterona y Ozempic. A lo mejor aquel sueño espacial de las frases lapidarias y los pequeños pasos para el hombre era cursi e infantil, pero al menos era generoso. Hablaba de horizontes compartidos, no de caprichos de varones con la chequera tan gigante que ya no saben en qué derrochar las criptomonedas. Y sin duda Jesús Calleja no es el peor turista espacial imaginable. Por lo menos entretiene y lo cuenta con gracia, pero con su programa normaliza la cutrez de una aventura que un día fue digna de Homero.

Están haciendo con el espacio lo que Trump quiere hacer con Gaza, un Marina d’Or con gravedad cero. Nos gentrifican hasta los sueños infantiles.


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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).
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