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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un poeta popular y prestigioso a la vez

Extremoduro, Serrat, Gil de Biedma y García Montero se cuentan entre los admiradores de Antonio Machado

Javier Rodríguez Marcos
Estudiantes de Perpiñán y Tarragona ante la tumba de Antonio Machado, en el cementerio de Collioure (Francia), en 2011.
Estudiantes de Perpiñán y Tarragona ante la tumba de Antonio Machado, en el cementerio de Collioure (Francia), en 2011.Consuelo Bautista

De los tres grandes maestros de la poesía española moderna —Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno y Antonio Machado— este último es el único que nunca ha estado en el purgatorio al que van los escritores después de morir. Si al primero le pasó factura su exquisito idealismo simbolista y al segundo, su rocoso prosaísmo metafísico, Machado siempre ha estado vivo. Acaso porque los partidarios del yo se aferraban a sus Soledades (1903) mientras los partidarios del nosotros lo hacían a Campos de Castilla (1912), ya en vida fue un caso raro de autor popular y prestigioso a la vez.

Además, su compromiso cívico durante la Guerra Civil lo convirtió en el icono que no pudieron ser sus coetáneos. Juan Ramón se exilió en agosto de 1936 y Unamuno murió en diciembre de ese mismo año después de apoyar el golpe de Franco para criticarlo después. El autor de Juan de Mairena, sin embargo, resistió hasta el final de la contienda y compartió la suerte del medio millón de desterrados que cruzó los Pirineos en el invierno de 1939 huyendo del avance franquista. Murió el 22 de febrero en Collioure y allí sigue enterrado.

Ni siquiera entonces se apagó su estrella. Más bien al contrario. Si los poetas más influyentes de la posguerra —Gil de Biedma, Valente, Ángel González— viajaron a su tumba en 1959 para rendirle homenaje —y, de paso, promocionarse como generación—, sus discípulos de los años ochenta —con Luis García Montero a la cabeza— reivindicaron el concepto machadiano de “nueva sentimentalidad” para rehumanizar y repolitizar la lírica española tras el sarampión experimental de los años setenta.

La verdad es que ni siquiera el neovanguardismo culturalista de los novísimos había conseguido eclipsar su influencia porque en 1969, un año antes de que Josep Maria Castellet publicara su antología, otro catalán, Joan Manuel Serrat, lanzó su famoso disco dedicado a Machado. Por si fuera poco, Extremoduro, que acaba de anunciar una gira de despedida, devolvió al poeta a los estadios al incluir en 1996 cuatro versos de ‘Por tierras de España’ en ‘Buscando una luna’, la canción que abre su álbum más exitoso: Agila. Desde entonces —paisano, progre o roquero— no queda un solo español sobre la tierra que ignore que la poesía es palabra en el tiempo ni que, golpe a golpe, se hace camino al andar.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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