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El Prado devuelve su melancólica sonrisa a la condesa de Chinchón

El museo aprovecha el cierre de parte de las salas por la pandemia para restaurar uno de los grandes retratos de Goya, al que se ha devuelto el color y la luz originales

Vista del cuadro 'La condesa de Chinchón' de Francisco de Goya durante la presentación de su restauración en un acto celebrado este miércoles en el Museo del Prado.
Vista del cuadro 'La condesa de Chinchón' de Francisco de Goya durante la presentación de su restauración en un acto celebrado este miércoles en el Museo del Prado.J.J. Guillén (EFE)

María Teresa de Borbón y Vallabriga tenía 20 años y estaba embarazada de su única hija, Carlota Luisa, cuando fue retratada por Francisco de Goya en 1800. El óleo, considerado como la quintaesencia del retrato cortesano y pieza esencial de la colección desde su adquisición en 2000, muestra a la esposa de Manuel Godoy como una joven mujer de gesto melancólico envuelta en telas y encajes blancos que resplandecen sobre un contundente gris oscuro. Su estado de conservación era bueno, pero el paso del tiempo había apagado la atmósfera con la que Goya rodeó a la marquesa y había empobrecido los matices de los blancos. El confinamiento de marzo que obligó a cerrar los museos fue, sin embargo, una buena oportunidad para que el equipo de restauración del Prado repasara el estado de sus fondos al detalle. Un informe de la restauradora Carmen Garrido, fallecida el pasado 8 de diciembre, aconsejaba la limpieza de la tela y la persona elegida para ello fue otra de las figuras esenciales del equipo de Restauración, Elisa Mora, quien con este trabajo cierra 38 años dedicados al museo. El resultado, financiado por Iberdrola, ha sido presentado junto a la sala de las Musas y posteriormente se instalará al espacio dedicado a los retratos de Goya.

Por las expertas manos de Elisa Mora han pasado La nevada, La carga de los mamelucos y La familia de Carlos IV, de Goya o El vino de la fiesta de San Martín, de Bruegel el Viejo, que fue descubierta y atribuida en 2010. Con una emoción evidente en su voz y en sus manos ante una despedida que calificó de “broche de oro” a toda su trayectoria, Mora precisó los descubrimientos que ahora se disfrutan ante el bello retrato de la condesa después de retirar los barnices de diferente espesor que tejían un velo oscuro y amarillento sobre la obra original.

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Además, se han reforzado las esquinas del lienzo original y se han sustituido con hilos de lino los parches de tela que tapaban minúsculas roturas. Las radiografías han permitido confirmar algo que ya se apuntaba en el estudio técnico de Garrido: el lienzo fue reutilizado por Goya. Mora explica que en principio dibujó a dos figuras masculinas. Una fue un retrato en pie de Godoy y el otro es un joven que luce en el pecho la cruz de la orden de San Juan de Malta.

Tanto Mora como Javier Portús, Jefe del Departamento de Pintura Española del museo, inciden en el cariño con el que Goya retrató a su personaje. El pintor conocía a la condesa desde su infancia. La había pintado en dos ocasiones: en La familia del infante don Luis y en un retrato en que aparece de pie con un abanico en sus manos con la sierra de Gredos al fondo, propiedad de la Galería Nacional de Washington. Ambas piezas son de 1784.

Cuando Godoy le encargó el retrato ella estaba embarazada de unos cuatro meses, pero había sufrido dos intentos frustrados de ser madre. El matrimonio con Godoy había sido ordenado por Carlos IV y desde un año antes de la boda, el favorito del monarca mantenía una relación amorosa con la malagueña Josefa Tudó con la que pasado el tiempo acabaría casándose.

En la corte

Elisa Mora opina que Goya era consciente de la preocupación de María Teresa de Borbón por el desenlace de su maternidad y afirma que no hay pruebas documentales de que la joven conociera las relaciones paralelas de Godoy: “Goya, a quien no se le escapaba ninguna información de lo que ocurría en la Corte, sí lo sabía. Por eso la representa pintada sobre el fondo gris que ahora podemos distinguir con nitidez. Ella sonríe con melancolía, con cierta soledad e impotencia, pero su vestimenta y adornos en el pelo hablan de felicidad. El tocado con espigas de trigo, símbolo de la diosa Ceres, celebra la fecundidad”.

Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del museo, añade que el fondo gris no es habitual en los retratos de sociedad de Goya: “Es un recurso muy utilizado por su admirado Velázquez. Lo habitual en Goya era la luminosidad en el retrato cortesano, aquí fue mucho más allá y nos contó el estado sentimental de la condesa de Chinchón”.

El cuadro llegó al Prado en 2000 después de una larga lucha por adquirirlo a la familia Rúspoli, duques de Sueca, en cuyas manos siempre ha permanecido. El Estado tuvo que declarar la obra inexportable y calificarlo de bien de interés cultural para que no saliera de España. Se pagaron unos 24 millones de euros.

Javier Portús recuerda que el Prado siempre quiso tener esta obra en su colección: “Su importancia es mundial y puedo afirmar que es el mejor retrato que tenemos. Cuando en 1939 se celebró en Ginebra la famosa exposición dedicada a la pintura española, entre 174 obras, solo había una en manos privadas: La marquesa de Chinchón. Conseguirla fue un objetivo histórico y ahora luce en las mejores condiciones”.

Miguel Falomir, contento con los presupuestos

En unos momentos en los que la pandemia mantiene cerrados los principales museos del mundo, Miguel Falomir celebra que El Prado sea uno de los pocos abiertos, aunque resista a medio gas. Recién aprobados los Presupuestos del Gobierno de coalición, el director reconoce estar contento con las partidas de las que dispondrá: 28 millones de euros de los Presupuestos Generales más los 4,6 millones que percibirá este año de los fondos europeos. “Teníamos las arcas vacías. Hace mucho que vivíamos de los ahorros y ya no nos quedaban”, resume. Para el Salón de Reinos, su proyecto más ambicioso, se mantiene la línea de crédito prevista. Ya cuentan con la versión definitiva de los arquitectos y calcula que en noviembre comenzarán “unas obras que, salvo sorpresas, concluirán en cuatro años”.

 

Falomir anuncia que los directores de departamento están trabajando en una nueva disposición de la colección en la línea de Reencuentro, la muestra con la que reabrió el museo después del confinamiento. Además, podrán seguir con las exposiciones temporales previstas: Las poesías de Tiziano y Marinus van Reymerswaele en marzo. Tras el verano llegará Tornaviaje, una exposición dedicada al arte español creado en Iberoamérica, una monográfica de Annibale Carracci y, por fin, un repaso a la versión de la Gioconda que posee el museo.

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