Adivina quien viene esta noche
‘La cabra’, montada por Iván Morales, sigue siendo una de las obras más inquietantes de Edward Albee
Han pasado casi veinte años y La cabra sigue siendo una de las obras más inquietantes de Edward Albee. En su día, la abrazó Josep Maria Pou como productor, traductor, actor-manager y director. Ahora la ha puesto en escena Iván Morales, hasta el 7 de febrero, en la Villarroel. El Albee de La cabra era tan otoñal como feroz. La cosa viene de lejos: siempre recordaré lo que pasó en el Zoo entre Peter y Jerry. En La cabra todos parecen perfectos, encajando en sus patrones. Pero es una extraña pesadilla, que comienza como una comedia donde los protagonistas juegan en clave cínica y réplicas brillantes, como personajes de Noel Coward (o Woody Allen), y al final parecen haber caído en manos de Pasolini. Un nido de aparente tolerancia liberal. Martin (Jordi Bosch) es un arquitecto triunfador (acaba de ganar el premio Pritzker) pero le tiembla todo el cuerpo. Al principio pensé que Bosch parecía, como siempre, demasiado buen tipo para el papel, pero quizás lo mejor sea su aire de inocencia, sus altibajos, su ir a por todas. No solo es sexo: jura estar enamorado. Stevie (Emma Vilarasau) es pura elegancia, belleza, humor. En el original, Stevie y Martin es una pareja casi millonaria, del Upper West Side, pero aquí parecen vivir en un inverosímil piso pintado de azul claro, y con jarros cuya única función parece ser hacerse trizas. Stevie es una furia. ¿Quién es el más salvaje de todos? Quizás lo que falte sea más visceralidad, pero no se sirve en cualquier parte.
En la grabación irrumpe un extraño zumbido. Su amigo Ross (Jordi Martínez) parece estar bromeando: ”Podrían ser las Euménides. No, ahora han parado”. “Entonces no son ellas: no paran nunca”, dice Martin, muy serio. Ross, periodista cultural, presenta y dirige el programa Gente que importa. Presunto amigo del alma de Martin, es vulgar y dispuesto a traicionar a quien se le cruce. Sobre todo cuando Ross siente una envidia feroz del éxito de su colega universitario. Cuando a Stevie le llega una carta ya no hay marcha atrás. ¿Quién desea que todo salte por los aires? Releyendo el texto veo que había olvidado el subtítulo: “Notas para una redefinición de la tragedia”. Otro buen título, también muy pasoliniano: “Los lados oscuros”. Billy (Roger Vilà), el hijo gay, rechaza al padre. Creo que ese papel necesita más trabajo, más inquietud. Aunque hay un parentesco entre los dos actores. Martin parece querer ir a vivir a un mundo de animales de Disney pero en carne y hueso. Un mundo en el que se pasa de las carcajadas a las lágrimas, ambas a gritos. Y un aullido primitivo, feroz, que te parte el alma. En su día anoté: “No hay nada seguro en esta obra”. Mamet escribió: “¡La tragedia es purificadora porque nos enfrenta a nuestra verdadera naturaleza!”. Siempre hay en esta obra un pasaje en el que se te saltan las lágrimas. ¿A nadie se le ha ocurrido hacer un musical con La cabra filmado por Tim Burton?
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