Eels, un músico atribulado listo para la pandemia
Mark Oliver Everett edita un álbum sobre su divorcio, a la altura de sus dolorosas canciones autobiográficas
2020 es el año más Mark Oliver Everett de la historia. La sucesión de hechos terribles que llevan encadenándose este año desde casi su inicio parecen dar la razón al tipo más atribulado, truculento y cínico del rock de los últimos veinte años. Por fin el mundo es ese lugar objetivamente deprimente sobre el que él lleva advirtiéndonos desde que irrumpiera en el panorama musical en 1996 con Beautiful Freak, el disco de debut de su banda, Eels.
Ahora lanza su largo número 13, el fantástico Earth to Dora, tal vez lo mejor que ha publicado en los últimos 10 años. Como todo lo que tiene que ver con el universo de las desgracias, Everett llevaba ventaja. Hace dos años volvió tras un parón de un lustro provocado por la fatiga y el hastío. Se casó, tuvo un hijo y lanzó The Deconstruction en 2018, un álbum de retorno en el parecía querer apuntalar su historia, incidiendo en esa ternura taciturna y esa tendencia a echarse unas risas con la oscuridad que han definido desde siempre el devenir de este músico irrepetible.
Para cuando la pandemia golpeó, Eels ya tenía un nuevo largo, en el que parecía documentar su, sin ánimo de ofender, inevitable divorcio. “Es un tiempo raro para todos, incluso para mí que disfruto tanto estar solo en casa. He aprendido a cocinar. Dos platos”, comenta al otro lado de la línea telefónica desde su casa en Los Ángeles, este hombre que ha sido icono del posgrunge, cantautor, roquero inspirado en Unabomber e incluso autor de uno de los mejores libros de memorias que ha dado la historia del rock, Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books). “Pasar tanta mierda, si eres un poco listo, te enseña a diferenciar lo que debe deprimirte de lo que no. Pero no es matemático. Mira, hace como un mes me empecé a agobiar mucho con la pandemia y con todo el lío de las elecciones en EE UU y de la injusticia social y el racismo. Me fui a la cama jodido. Esa misma noche hubo un terremoto en California y pensé: ‘Genial, ahora, a toda esa otra mierda hay que sumarle un terremoto. Mira, que sea lo que deba ser…’. Siempre debes recordar que mañana podría suceder la invasión alienígena definitiva”.
Cuando era adolescente, durante un concierto de The Who, una luz láser impactó en uno de sus ojos. Desde entonces lleva gafas aparatosas no por vanidad sino porque ese cristal tan grueso solo encaja ahí. Poco después, su padre, el físico Hugh Everett II, responsable de una de las más célebres interpretaciones de la teoría cuántica, moría de un ataque al corazón. Mark fue quien halló el cuerpo sin vida. En 1996 su hermana Elizabeth se suicidó. Y dos años después era su madre quien moría de cáncer de pulmón. Meses después, Eels lanzó su gran obra maestra, Electro Shock Blues. Uno de sus mejores temas se titulaba Elizabeth On The Bathroom Floor (Elizabeth en el suelo del baño). “Entiendo que mucha gente piense que todas mis canciones son autobiográficas, pero no es cierto. Creo personajes y escribo de otras personas. Mira, al principio hacía mucho eso de componer sobre cosas que habían sucedido a conocidos. Pensaba que les ilusionaría. Pero la verdad es que todos se enfadaban mucho. No hay sensación más jodida que escribir algo para halagar a alguien y que se te cabree”, recuerda el músico, a quien le está sucediendo algo parecido con este nuevo álbum.
Al haber un puñado de cortes sobre relaciones románticas vistas desde la perspectiva de la ilusión inicial hasta la del vacío metafísico final, la prensa ha asumido que Earth to Dora es su disco de ruptura, una suerte de largo conceptual que relata el auge y caída de un mediano amor. “No es así. Hay canciones que sí tratan estos temas aunque no es un disco conceptual. He escrito sobre mi exesposa, pero debo ir con mucho cuidado: no quiero que cuando mi hijo sea mayor escuche estas canciones y piense que soy un imbécil”. La Dora del título del álbum es una técnica de iluminación que trabajaba en las giras de Eels y la portada del disco es un cuadro que tiene Mark en el baño de su casa. “¿Ves? Todo tiene menos literatura. Dora mandó unos mensajes una noche que estaba jodida y de ahí salió el título. Ese cuadro, bueno, estábamos trabajando en el disco y mientras estaba un día en el baño, reparé en él y vi que esa era la portada: un payaso triste que ha pasado por mucho pero que aún mantiene la sonrisa. Lanza un mensaje”. Ese quiere contar Eels en Are We Alright Again, el único corte del disco escrito una vez llegada la pandemia. “Lo escribí como un sueño de un mundo mejor esperando que cuando saliera el disco ya fuera un poco una realidad. No ha sucedido así. Sigo trabajando en eso de ser un optimista”.
Mejor escribir sobre gente muerta, porque no se enfada
En España, Mark Oliver Everett es más conocido por su libro de memorias que por su longeva y fascinante carrera musical. Eso no le importa. Tras dos décadas en este negocio ha aprendido a valorar el éxito venga de dónde venga y tenga el tamaño y la forma que tenga. “Para mí, seguir haciendo canciones y que haya gente que las escuche ya es suficiente. Además, tengo seguidores muy fieles que aún van por ahí enseñando mi música a otra gente. Mis expectativas son muy bajas. A veces siento que con que no pasen cosas malas ya me conformo”, admite el músico, quien se ha planteado en más de una ocasión escribir una secuela de aquel exitoso volumen. “En los 10 años que han transcurrido han pasado suficientes cosas locas en mi vida como para poder llenar otro libro. Saldría una secuela interesante. El problema es que la gente de la que hablaba en el primero estaba ya muerta cuando lo escribí, y dije lo que me dio la gana sin que nadie se enfadara. En este hipotético segundo libro saldría gente que está viva y podría cabrearse mucho. Deberé esperar a que se mueran todos para escribirlo”.
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