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Muere Cándido, leyenda de la percusión afrocubana

Junto con Mongo Santamaría, Chano Pozo y Armando Peraza facilitó la entrada de la conga en el jazz

Diego A. Manrique
El músico cubano Cándido, en una actuación en Nueva York, en 2008.
El músico cubano Cándido, en una actuación en Nueva York, en 2008.Jack Vartoogian (Getty Images)

Cándido Camero Guerra murió el sábado, 7 de noviembre, a los 99 años, en su casa del Bronx, en Nueva York. Admirado conguero cubano, desarrolló la mayor parte de su carrera en Estados Unidos, donde acompañó a una extraordinaria variedad de artistas, de Dizzy Gillespie a Tony Bennett, pasando por Celia Cruz o La Lupe.

Habanero de 1921, Cándido aprendió a tocar el tres, el bongó y otros instrumentos en el seno de su familia. Era menor de edad cuando empezó a actuar profesionalmente, apareciendo incluso con la orquesta de Armando Romeu en el cabaret Tropicana; también estuvo de gira por toda Cuba con el cantante Cascarita. Pero la consideración social de los músicos cubanos era baja y sus sueldos tendían hacia lo miserable.

Hacía 1946, viajó a Nueva York, donde los creadores del be bop andaban intrigados por la rítmica afrocubana. Compartió jam sessions con Charlie Parker y estuvo temporadas largas con Dizzy Gillespie, Billy Taylor o Stan Kenton: sin necesidad de ensayar, asumió que el compás afrocubano era compatible con el espíritu improvisador del jazz. En un medio turbulento, destacaba por su sentido del deber y su autocontrol: aseguraba que nunca fumó ni tomó alcohol o drogas. Podía aceptar la disciplina de un Duke Ellington, que le convocó para la grabación de A Drum Is A Woman, su disco conceptual de 1956.

Interpretaba casi exclusivamente la conga, o tumbadora. Aunque habría que usar el plural: amante de la música clásica, Cándido admiraba las posibilidades del tímpano en las orquestas sinfónicas: decidió salir al escenario con tres congas, de diferente afinación, lo que le permitía añadir riqueza melódica a su pegada rítmica. Esa finura le hizo particularmente valioso para vocalistas gringos que se aproximaban tímidamente a la onda caribeña. La relación con Tony Bennett le abrió las puertas de Las Vegas y los programas de variedades de TV, donde inevitablemente se perdió el acento de la primera sílaba de su nombre. También le llevó a situaciones curiosas, como sustituir a la percusión brasileña en sesiones con Antonio Carlos Jobim.

La fiabilidad de Cándido le facilitó contar con trabajos fijos en musicales de Broadway o en el club Birdland. A partir de 1956, se le ofreció grabar discos bajo su propio nombre, aunque generalmente limitado a encajar sus congas en arreglos escogidos por el productor de turno, a partir de éxitos del momento. Del título de uno de ellos surgió uno de sus apodos profesionales, el Hombre de los Mil Dedos. Ignorando su carácter bondadoso, se le intentaba vender como una especie de salvaje, con portadas donde aparecía con el pecho al aire y alguna belleza a su lado. Hasta fue contratado por el sello Salsoul, especializado en disco music.

Solo a finales del siglo XX, cuando se reconoció universalmente la unicidad del latin jazz, pudo facturar música coherente con su potencial. Participó así en el proyecto Conga Kings, donde alternaba amablemente con el cubano Carlos Patato Valdés y el puertorriqueño Giovanni Hidalgo. Aunque plenamente integrado en el circuito mainstream, nunca renunció a la presencia en el mundo de la llamada latin music.

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