José María Yturralde gana el Premio Nacional de Artes Plásticas por su pionera fusión de creación y ciencia

Cuando era niño, José María Yturralde jugaba en las calles medievales de Olite, donde nació hace 78 años y donde entonces solo había un coche. Se quedaba absorto observando el vuelo de las aves y la vida de los animales y todavía recuerda el “contraste tremendo” que le producía ese mundo con las inmensas estancias, de techos altos y forma de cubo, del castillo de la población navarra que en aquellos años no nada tenía que ver con “la versión Walt Disney de hoy”. Aquello se le quedó marcado y tal vez explique su fascinación por las estructuras volátiles y por la geometría, así como por la fusión entre el arte y la ciencia, que han marcado su experimental trayectoria, según explica por teléfono el creador, a los pocos minutos de saber que ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2020.

Se le nota contento a José María Yturralde. “Estoy muy agradecido pero no solo por mí sino por todos aquellos que me han apoyado a lo largo de mi vida haciendo posible una obra que relaciona arte y ciencia”, comenta. “También es verdad que a estas alturas soy más sentimental. Uno cree que la vida le endurece pero te hace más sensible”, agrega. El jurado del galardón que concede el Ministerio de Cultura y Deporte, dotado con 30.000 euros, ha reconocido su trayectoria “con un alto nivel de experimentalidad, que ha conectado arte y ciencia, y en la que destaca su labor de investigación espacial y formal y su tarea docente en el campo de la investigación de los parámetros matemáticos, junto a los artísticos”.

Su arte no siempre fue bien entendido desde que optó por indagar en esa línea más experimental junto a otros creadores, con los que formó el grupo Antes del arte en la Valencia de los años sesenta, bajo la guía intelectual del crítico Vicente Aguilera Cerni. Los artistas plásticos Eusebio Sempere, Francisco Sobrino, Eduardo Sanz, Jordi Teixidor, Joaquín Michavila y Ramón de Soto y los músicos Tomás Marco y Francisco Llácer fueron sus compañeros de viaje de entonces en aquella experiencia insólita en España que pretendía aunar arte y ciencia

La obra de Yturralde siempre ha contado con el aprecio de la crítica. No formó parte de los lobbies ni ha sido especialmente competitivo. Además, añade, pasó años becado (por la Juan March y con una Fullbright) en EE UU y llegó a dar clases en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y en la Universidad de Harvard, si bien su magisterio docente lo ha ejercido durante décadas en la la facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia, en el Departamento de Pintura, donde ha dejado impronta.

Con una obra marcada por la forma y el color, como sus célebres Figuras imposibles, Yturralde ha vuelto ahora -“no paro de trabajar, creo que más que nunca”, apostilla- a dibujar espirales, quizá volviendo a los recuerdos de su infancia. Ya en la Bienal de Venecia de 1978, titulada De la Naturaleza al arte y del arte a la Naturaleza, sorprendió con sus cometas que hizo volar literalmente sobre la ciudad italiana. Estructuras voladoras se llamaba aquellas piezas tridimensionales. Fue también introductor en España del arte cibernético, realizando además trabajos con láser y holografías.

A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y sus obras forman parte de las colecciones de algunos de los mejores museos de arte contemporáneo de España y de algunos del exterior.. En esta edición, el jurado del premio ha estado presidido por María Dolores Jiménez-Blanco, directora general de Bellas Artes y ha estado formado por Angels Ribé Pijuan, Juan Carlos Moya Zafra, Manuel Fontán del Junco, José Luis Pérez Pont, Orlando Britto Jinorio, Begoña Torres González y Susana Blas Brunel.