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Gregorio Marañón: “En España se desconoce el valor estratégico de la cultura”

El académico y mecenas, presidente del Teatro Real, publica sus ‘Memorias de luz y niebla’, un recorrido por la historia española reciente

Guillermo Altares
Gregorio Marañón Bertrán de Lis, en su despacho la semana pasada.
Gregorio Marañón Bertrán de Lis, en su despacho la semana pasada.Álvaro García

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Madrid, 78 años) publica sus Memorias de luz y niebla (Galaxia Gutenberg), un libro que recorre la historia de España desde la segunda mitad del siglo XX. Nieto del doctor Marañón, abogado, empresario, mecenas, académico de Bellas Artes, muchas veces desde un discreto segundo plano, ha estado presente en momentos trascendentales del pasado reciente de España y es uno de los protagonistas ocultos de la Transición. Se trata de un libro a la vez íntimo y público, por el que circulan muchos personajes que han marcado la vida política, cultural, económica y periodística de España en las últimas décadas. Actualmente es, entre muchas otras cosas, presidente del patronato del Teatro Real de Madrid.

Pregunta. Usted afirma que su abuelo tuvo una profunda influencia en usted y también en la sociedad española. ¿Cree que ahora tenemos alguna figura de esa dimensión, que nos una a todos por encima de las diferencias?

Respuesta. En la primera mitad del siglo XX, España era un país subdesarrollado en el que algunas personalidades ejercieron una inmensa influencia. En la España de hoy, en plena revolución tecnológica, esto resulta inimaginable. Más que figuras, necesitamos que los dirigentes de la política, economía y cultura estén a la altura de las difíciles circunstancias que vivimos.

Gregorio Marañón y su hija Cristina en la escultura de Chillida, 'Lugar de asiento', en su cigarral de Toledo.
Gregorio Marañón y su hija Cristina en la escultura de Chillida, 'Lugar de asiento', en su cigarral de Toledo.

P. Cuenta sin recato momentos muy emotivos, pero también duras rupturas con amigos y problemas familiares complejos. ¿Tuvo la tentación como dice un personaje de Marguerite Yourcenar de “teñir la verdad con la salsa de la mentira para hacerla más digerible” o tuvo claro siempre que quería contar las cosas como fueron?

R. La opción era otra: qué contar o no contar. Pero aquello que he decidido contar lo he hecho con veracidad, aunque intentando no dañar innecesariamente a nadie.

P. Usted relata que nunca quiso saber quiénes fueron los responsables del asesinato de su abuelo materno. ¿Cree que es un error reabrir ese pasado?

R. El perdón, en ocasiones, también exige olvido. En todo caso, 84 años después del inicio de la Guerra Civil y 45 después del final de la dictadura, los héroes, asesinos y víctimas de entonces deberían serlo ya de todos. El mayor problema de la Memoria Histórica sobre la Guerra Civil y los crímenes que cometieron ambos bandos radica en que, durante los 40 años de la dictadura, la verdad del bando vencedor se impuso como única. El gesto generoso que hizo posible la Transición fue que esa España callada, en vez de reivindicar su relato, empezó a construir un relato nuevo y conjunto con la otra España mirando hacia el futuro.

“El perdón, en ocasiones, también exige olvido”

P. Al relatar sus años universitarios, describe un grupo ideológicamente muy diverso unido por la causa común de acabar con la dictadura. ¿Cree que se puede establecer una causa común parecida ahora?

R. Me parece evidente que la pandemia debería haber estimulado el consenso político, pero, al menos hasta el momento, no ha sido así. Es sorprendente que siete de cada diez ciudadanos proclamen su deseo de que nuestros políticos se entiendan. Con todo, empiezo a descubrir signos, que no son públicos, de diálogo entre los políticos. En los tiempos pasados era así. Esos contactos previos y reservados se convertirán en hábito y permitirán alcanzar luego los necesarios pactos.

P. ¿Cree que el sistema que se estableció por referéndum en 1978 sigue siendo válido?

R. No tengo ninguna duda de que la monarquía parlamentaria, sinónimo de unidad y democracia, sigue siendo necesaria, pero tampoco tengo ninguna duda de la necesidad de reformar la Constitución. La vertebración territorial del Estado quedó abierta en 1978 y requiere con urgencia un nuevo acuerdo que cierre el proceso de descentralización y afronte, con realismo, pero también con equidad, las particularidades de Cataluña, País Vasco y Galicia, por ejemplo. Es un proceso difícil que requiere políticos con talla de estadistas. Si se logra, este país volverá a disfrutar de un largo periodo de paz y prosperidad, y reforzará su adhesión a nuestra democracia.

“No tengo ninguna duda de la necesidad de reformar la Constitución”

P. ¿Qué significa “Eso y un poquitito más”? ¿Podemos decir que es uno de los lemas de su vida?

R. En una ocasión, Manolete le explicó a Juan Lladó el arte de torear: “Se coge la muleta, se cita... y se embarca al toro, corriendo el brazo para dar el pase”. El banquero le preguntó, sorprendido, que si era solo eso, e, imperturbable, Manolete añadió “eso y un poquitito más”. Y como me añadió Juan, el secreto de todo lo que hacemos en la vida está, precisamente, en ese indefinible “poquitito más” que comporta inspiración, voluntad, intuición, entusiasmo...

Inauguración de las nuevas instalaciones de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, en la que participaron Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (2i); la presidenta del Congreso de los Diputados y patrona de la Fundación, Meritxell Batet; y el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes (1d), el pasado 28 de septiembre.
Inauguración de las nuevas instalaciones de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, en la que participaron Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (2i); la presidenta del Congreso de los Diputados y patrona de la Fundación, Meritxell Batet; y el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes (1d), el pasado 28 de septiembre.Casa de S.M. el Rey (Europa Press)

P. Su experiencia como gestor del Teatro Real está marcada por la difícil gestión de los inevitables egos de los artistas, pero también por evitar que los políticos se inmiscuyan y dejen trabajar a los profesionales. ¿Cree que uno de los grandes problemas de la cultura española es precisamente ese, que los políticos no dejan trabajar a los profesionales y a los creadores?

R. No creo que los políticos lo impidan, pero en demasiadas ocasiones tampoco lo propician. La cultura es estratégica para una sociedad por su valor identitario, y por su espíritu crítico y también utópico. Aunque en España, muchas veces, tanto en el mundo político como en el de la sociedad civil, se desconoce el valor estratégico que tiene la cultura. Como soy optimista, quiero creer que cada vez es menos así.

P. ¿Demuestra toda su experiencia con la defensa de la Vega Baja de Toledo que las diferentes instituciones españolas no tienen clara la importancia de la defensa de nuestro patrimonio histórico?

R. La defensa de patrimonio histórico es una causa cívica necesaria, y, ciertamente, cuando en la sociedad civil no solo no se defiende ese patrimonio común, sino que se especula con él con ánimo de lucro, hay que denunciarlo.

La Transición reconcilió a las dos Españas, pero la historia continúa y no conviene olvidar nuestros antecedentes"

P. ¿Siente que, en cierta medida, sus memorias son una defensa de la importancia de la sociedad civil y la forma en que se hizo la Transición?

R. La Transición recuperó la democracia, reconcilió a las dos Españas, nos abrió las puertas de Europa y produjo cuarenta años de prosperidad. Pero la historia continúa y no conviene olvidar nuestros antecedentes.

P. Usted participó de manera activa en el nacimiento de EL PAÍS. ¿Cuál debe ser el papel de la prensa en una sociedad libre y abierta? ¿Cree que lo está cumpliendo?

R. Una prensa libre e independiente constituye un pilar esencial de la sociedad democrática. Hoy más que nunca. Mi experiencia me dice que esa independencia está siempre amenazada, por lo que no solo es fundamental contar con excelentes profesionales, sino también defenderles, propiciando la fortaleza de las instituciones titulares de los medios.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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