El joven Galdós, un azote para los poetastros
Una exposición en el Instituto Cervantes detalla la relación del novelista con la poesía y su enorme influencia en la Generación del 27
Como casi todo aspirante a escritor, Benito Pérez Galdós compuso versos en la adolescencia, pero su relación con la poesía, con el tiempo, se fraguó en la batalla de la crítica y en la admiración que le profesaron los más grandes poetas españoles del siglo XX. Con ese interés por mostrar una faceta menos conocida del autor de los Episodios nacionales, el Instituto Cervantes quiere poner el colofón a los actos por su centenario con la exposición La realidad de una esperanza. Galdós, la memoria y la poesía, que muestra 115 obras (98 libros, seis manuscritos y 11 publicaciones periódicas). “De joven fue muy satírico en sus escritos, se mete con el niño pijo, con el profesor plomo…”, dice Luis García Montero, director del Cervantes, comisario de la muestra y poeta. Quien se definía entonces como “un bachiller aplicadito”, se burla en un poema primerizo de un estirado compañero de colegio: “¿Ves ese erguido embeleco, / ese elegante sin par / que lleva el dedo pulgar / en la manga del chaleco; / que, altisonante y enfático, / dice mentiras y enredos”.
Sin embargo, sus dardos en prosa se dirigen pronto a los poetastros: “¿Qué podré yo decir de la salida del sol que no haya sido dicho mil veces por esa turba de plagiarios rimadores que infestan el moderno Parnaso?”, se pregunta el canario, en referencia a los topicazos pastoriles, tan manoseados. A esa “plaga imposible de exterminar”, que viven pendientes “del nácar de las nubes, del rielar de las aguas, de la fulmínea llama…”, les recomienda que echen “una mirada por el rabo del ojo y veréis lo que pasa en la tierra”.
Es ese Galdós que se ríe de ellos sin piedad, en especial, del “infantil entusiasmo” que exhiben por la vida del campo como si fuera una arcadia. Mientras que él busca “la estética de contar lo que pasa, realista, y no repetir retóricas”, añade García Montero. Entre las joyas de la exposición destaca la edición manuscrita de su ensayo dramático suyo en un acto y en verso, Quien mal hace, bien no espere, escrito con solo 18 años. Puede verse con el fondo sonoro de las voces de varios actores que recitan fragmentos de sus obras: Carmelo Gómez, Ana Belén, Alberto San Juan, Juan Diego Botto… Entre las instituciones que han prestado piezas para la exposición destacan la Biblioteca Nacional, la Casa-Museo Pérez Galdós y el Museo Canario, ambos en Las Palmas de Gran Canaria, la Filmoteca Española, la Fundación Pablo Iglesias, la Hemeroteca Municipal de Madrid y la Universidad Veracruzana (México).
En las vitrinas de la muestra, abierta del 30 de octubre al 31 de enero y que ha contado en la presentación con la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, se aprecia la evolución de Galdós “a una etapa de espiritualismo, en la que defiende una poesía de valores íntimos, como la de Bécquer”, explica García Montero. De sus Rimas dirá que “tienen el encanto irresistible de que no existe en ellas nada de convencional”; son también entusiastas sus reseñas de obras como los cantos de La Atlántida, de Verdaguer, de 1877.
De la loa pasa, ya como escritor reconocido, a ser loado por jóvenes poetas, que le envían sus libros en busca de su parecer: Juan Ramón Jiménez anota en el suyo: “Al insigne maestro Benito Pérez Galdós”; como también lo hace Machado con sus Soledades (“A don Benito, vuestro admirador”) o Lorca. García Montero recuerda un artículo de Vicente Aleixandre en el que este contaba que, durante un almuerzo con Lorca, ambos acabaron confesando su admiración por Galdós, que no se habían atrevido antes a contarse por si acaso no pensaban igual. “Bernarda Alba no puede entenderse sin la Doña Perfecta de Galdós”, apunta.
Otro autor de la Generación del 27 que se rinde al novelista es Alberti. Se exponen varios de los Episodios Nacionales que editó en el exilio de Argentina. Uno de estos, Gerona, que narra el asedio de las tropas francesas a la ciudad catalana, lo había leído el autor de Marinero en tierra en el Madrid bombardeado de la Guerra Civil. “Galdós ha historiado el futuro”, comentó de ese relato. Con la guerra, el recuerdo literario e influencia republicana de Galdós, defensor del liberalismo frente al absolutismo, viajó en la maleta de los exiliados españoles, como Luis Cernuda, León Felipe, Rosa Chacel, María Zambrano, Max Aub… y en poetas de la generación siguiente, como Gabriel Celaya, que tituló uno de sus libros Episodios nacionales, o Blas de Otero.
Los grandes poetas españoles del siglo XX se alinean y beben del Galdós que había escrito en 1907: “Hemos llegado a unos tiempos en que al hablar de patriotismo parece que sacamos de los museos un arma vieja y enmohecida”; el novelista confiesa en ese artículo en la prensa que se han extinguido sus “sentimientos monárquicos” por la obstinación del régimen “en la petrificación teocrática”, una monarquía que había echado al traste los “ensueños de regeneración y los anhelos de laicismo y cultura”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.