Sellos para tiempos de epidemia
“No nos ha hecho mejores, ni siquiera diferentes. Ha sacado nuestra parte más desconcertada. Y el desconcierto no es buen consejero”
Lo primero, por higiene —en estos tiempos es importante—, igual mejor empezar a hablar de epidemia. Cuando decimos “pandemia” damos a la cosa una solvencia léxica de modernidad que no merece, sobre todo porque las soluciones actuales no difieren de las de la gripe de hace un siglo: abrir la ventana, lavarse las manos, confinar a las personas y ponerse tapabocas. El resto son eslóganes y palabrerías. Además, la epidemia no nos ha hecho mejores, ni siquiera diferentes. Ha sacado nuestra parte más desconcertada. Y el desconcierto no es buen consejero —los políticos y sus consignas cambiantes tampoco ayudan—.
Sin embargo, a algunos la pandemia les ha puesto a imaginar nuevas formas de comunidad, internacional además, incluso a través de un objeto bello, humilde y en desuso, que a veces se ha vuelto heroico como lugar de conmemoración de los grandes acontecimientos: el sello. El sello ha sido, además, el vehículo de rebelión frente a la obra única, cuando en la década de 1960 servía a los fines del mail art, muy asociado a Fluxus. Fue también rincón del amor intenso y fantasmal en las cartas a Milena de Kakfa.
De hecho, es extraordinario —y hasta emocionante— que el proyecto planteado por Sandra Antelo-Suárez —fundadora en 1995 de la institución sin ánimo de lucro TRANS>— haya vuelto la mirada hacia el sello de correos, cuando al inicio de la epidemia se ha planteado qué inventar para dar ánimo a la comunidad iberoamericana. Allí la epidemia ha golpeado muy duro, pero el sufrimiento se ha convertido en acto poético. El tributo, se explica desde TRANS>, es un homenaje a la solidaridad, al amor y al dolor que hemos vivido y estamos viviendo en los tiempos que corren.
Así se llama la propuesta: These Times, los tiempos que corren. Y esos sellos son el mensaje amistoso y colorido que nos recuerda que, pese a todo, debemos seguir construyendo juntos. Debemos, sobre todo, explorar nuevas / viejas fórmulas de comunicación a través de un acto de afecto: enviar una carta.
El “pliego” de sellos —digital e impreso—, en el que han participado instituciones y artistas tan diferentes como Arco, PROA, Cristina Iglesias, Ernesto Neto, Santiago Sierra, Zona Maco, Leda Catunda, Betriz Milhazes o Regina José Galindo, por citar una lista breve entre los 50 invitados, será distribuido en su versión impresa a través de la revista Frieze en su número de octubre. Los sellos, cincuenta universos de cuidados para tiempos difíciles, son una apuesta discreta por maneras diferentes de hacer. La idea es despegarlos y unirlos a los sellos de curso legal en las cartas. Y volver a escribir cartas en un momento en el cual la vida se ha ralentizado. Es, pues, una forma de mail art deliciosamente inesperada para tiempos de epidemia. Y, más aún, la reflexión colectiva sobre todas las cosas que es posible hacer juntos y juntas desde un lugar tan modesto como un sello de correos.
Babelia
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