El Gran Fele, el payaso que creó un circo con identidad propia
Rafael Pla Albiach, fallecido el lunes en Valencia, consideraba que el espectáculo de los políticos era una competencia muy desleal
″El director del Circo Gran Fele se ha ido a hacer una actuación y tardará en volver". Es el aviso que encabeza el sitio web de la compañía que fundó y dirigió hasta el martes, cuando falleció en Valencia a los 63 años por una embolia, Rafael Pla Albiach, El Gran Fele. El artista, que había conseguido despistar a la covid, fue un activista de la ilusión y la sonrisa como payaso y como empresario de un proyecto circense muy literario que profundizaba en la expresividad y la fantasía. Hundía su raíz en el circo sin animales de principios del siglo XX y se proyectaba como contemporáneo, mediterráneo y vitalista, al fusionar teatro, danza contemporánea y música.
Pero Pla no había llegado a la carpa por vocación. Su padre tenía un circo y él soñaba con algo relacionado con el mar. El sueño, sin embargo, naufragó cuando su padre se quedó sin payasos y a los 16 años tuvo que aprobar el examen del sindicato vertical y salir a la pista para ayudar. Poco a poco el payaso y Pla fueron uno mismo y se hizo cargo de la compañía cuando falleció su padre. Como no le satisfacía el circo que se hacía, en 1993 creó el suyo. Era un circo humano y apto para todos los públicos, con espectáculos poco convencionales y muy comprometido con el medio ambiente. Un circo que decía cosas, que transmitía emoción y sentimientos, que huía de la infantilización y de la fácil intertextualidad televisiva. Su compañía —que continúa con el mismo nombre y propósito— fue distinguida con varios premios como el Nacional de Circo y el Max o el Caleidoscopio que concede la Unión Europea.
Aunque el payaso fue dejando paso al empresario, Rafael Pla fue siempre un payaso que ya no necesitaba disfrazarse: la expresión de su figura voluminosa, oscilante y apoyada en un bastón transmitía todo el misterio y la magia necesarios. Siempre le gustó hacer el payaso. El oficio le permitía decir cosas que a otros les estaban negadas, pero le gustaban los payasos cabreados. Y se cabreó mucho a finales de los ochenta con el ministro José Luis Corcuera, porque insultaba llamando payaso. “Le mandamos una carta solicitándole que utilizara otros adjetivos, como abogado, funcionario, cura, guardia civil... No nos respondió nunca”, recordaba en una entrevista en EL PAÍS en 2004. El Gran Fele consideraba que el circo que montaban los políticos era una competencia muy desleal.
Babelia
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