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El festival Surge Madrid vive su temporada más anómala

La séptima edición de muestra de creación escénica, en la que participan 20 salas, se enfrenta a las restricciones por la crisis de la covid-19, la posibilidad del ‘streaming’ y los problemas económicos de los locales

Alberto Garcia y Natalia Ortega, coordinadores del Festival Surge Madrid
Alberto Garcia y Natalia Ortega, coordinadores del Festival Surge MadridINMA FLORES (EL PAIS)

Que se pueda celebrar el Surge Madrid, aunque sea en condiciones anómalas, ya es una celebración para los participantes. Tras varios meses inactivos o con su actividad limitada, los teatros alternativos de Madrid se han unido para arrancar la nueva temporada al unísono, con la séptima edición del festival que cada año muestra una variada selección de producciones de artistas asociados a estas salas. Se inauguró el pasado domingo y hasta el 25 de octubre ofrecerá 152 representaciones a cargo de 54 compañías en 17 espacios de la capital y otros tres de Aranjuez, Navalcarnero y Cercedilla. La cita, que normalmente se venía celebrando en primavera, ha cambiado sus fechas a otoño no por la pandemia sino por motivos de agenda.

El momento de alegría por la reapertura de las salas coincide con el regocijo que ha supuesto para todos los que trabajan en el entorno de las salas alternativas la concesión del Premio Nacional de Teatro a la Cuarta Pared, una de las pioneras, fundada en 1985, que ha sido modelo para muchas otras que han abierto después. En la muestra este teatro va a presentar dos espectáculos de danza: Lingua, de Natalia Fernandes, y Las Musas, de Narváez Arróspide; y dos de teatro: Alexandra (Llévame pronto), de Amor Producciones, y Diacronía de los cuarenta, de Darío Sigco. Todas ellas, según el director de este espacio, Javier G. Yagüe, son montajes innovadores que combinan diferentes lenguajes escénicos. Aunque los 30.000 euros que les han concedido el premio son un respiro para ahogo económico que les ha dejado la crisis del covid-19, Yagüe cuenta por teléfono que los teatros alternativos son estructuras muy frágiles porque viven al día, una fragilidad que se acentúa por la situación de incertidumbre que hay ahora en Madrid.

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En el caso de la sala Tarambana, la incertidumbre es extrema. Ubicada en Vista Alegre (Carabanchel), una de las zonas de la región que sufre restricciones de movilidad, se encuentra de momento confinada y a la espera de ver cómo evoluciona la situación. Como su programación en la muestra comienza el 10 de octubre, aún tienen esperanza de que para entonces puedan realizar las representaciones con público presencial. Si no es así, recurrirán al streaming. Nacho Bonacho, uno de los coordinadores del local y coordinador administrativo de Surge Madrid, pide al público que confíe y que propague que las salas son espacios seguros: “Tenemos que aprender a vivir con el virus”. La crisis sanitaria, de hecho está presente en el propio contenido de los espectáculos, dos de los cuales, según la organización del festival, “toman el pulso a la pandemia mundial y a los efectos del confinamiento sobre la población”.

43 estrenos, nueve actividades transversas y dos laboratorios. Es un abanico muy grande de géneros para que el público pueda elegir
Natalia Ortega, coordinadora de Surge Madrid

Los coordinadores de Surge, Alberto García –fundador de la sala DT y miembro del equipo de gestión actual de la Pradillo– y Natalia Ortega –gerente de la Mirador–, han preparado minuciosamente los protocolos sanitarios para que el público se sienta seguro en las salas. Con un presupuesto de 400.000 euros aportados por la Comunidad de Madrid, igual que el año pasado, el festival ofrecerá “43 estrenos, nueve actividades transversas y dos laboratorios. Es un abanico muy grande de géneros para que el público pueda elegir”, subraya Ortega. García comenta que han barajado tres escenarios posibles. “El primero de ellos es que las funciones se puedan desarrollar con público pero con aforo reducido. El segundo, a puerta cerrada, invitando a profesionales a poder al menos cerrar los procesos artísticos. Si la situación fuese aún más compleja, hemos demostrado –toda la sociedad, pero en concreto el sector artístico– que hay medios tecnológicos que nos permitirían mostrar el proceso creativo de manera online”.

Esta última opción es la más temida por las salas que participan en la muestra. Gabriel Molina, codirector de la Usina, asegura que un espectáculo visto por streaming tiene más que ver con la televisión que con el teatro. “Se pierde el contacto directo entre el actor y el público”. Aunque piensa que es mejor eso que nada. Lo mismo le ocurre al encargado de Lagrada, Miguel Torres, que lo llama “salvavidas”. No solo para ellos, sino para las 54 compañías que actúan. Pero hay una cosa que Miguel Torres no entiende: el aforo reducido. Lo compara con otros espacios, como el metro o los bares, donde no es necesario que haya butacas de separación. “Además, si un espectador no va a hablar, ¿por qué no puede tener una persona al lado?". El coordinador de Surge Madrid cuenta que están trabajando alrededor del 50% del aforo, aunque la normativa madrileña permite hasta el 75%.

Imagen de 'Surge Madrid' de la muestra de 'Germen', por Laura Garmo y Colectivo Germen, que se representa en Lagrada
Imagen de 'Surge Madrid' de la muestra de 'Germen', por Laura Garmo y Colectivo Germen, que se representa en LagradaIñigo Sola

Surge Madrid coincide con un momento complicado para los teatros alternativos: venden menos entradas, cuentan con menos ingresos y han tenido que hacer ERTE, pedir créditos ICO o subvenciones del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) para adaptarse a las nuevas normativas. Paco Sáenz, el director de la sala de La Encina, no había pedido ayudas públicas hasta ahora. “Sé que son cantidades tan escasas que no son suficientes", asevera. Considera que es hora de que se entienda lo que es el teatro independiente y el público que lleva. Se queja de las medidas políticas tardías. “Jugamos con una pelota pinchada, cuando la quieren exhibir la hinchan y la bañan de oro”. Concluye con pesadumbre que la Encina no le sirve si la gente no la usa.

Es muy complicado mantenerse. La Comunidad de Madrid nos van a ayudar en el patrocinio y nos van a intentar dar una ayuda, aún no sabemos de cuánto.
Julián Vigó, director artístico de 'El día de las cien mil vacas' y promotor de la rehabilitación del Teatro Montalvo (Cercedilla)

El Teatro Montalvo de Cercedilla no ha tenido ayudas porque solo lleva abierto desde 2018 y se necesitan tres años de actividad para poder solicitarlas. Julián Vigó, que rehabilitó junto a Cecilia Anahí el local –que antes era un cine–, explica que su gasto fijo, sin contar con autónomos, es de 3.000 euros. Lo tienen que conseguir de las taquillas y de las clases, pero han pasado de 110 alumnos a 37. “Es muy complicado mantenerse. La Comunidad de Madrid nos van a ayudar en el patrocinio y nos van a intentar dar una ayuda, aún no sabemos de cuánto.”

Surge Madrid es, para el Teatro Montalvo, una forma de visibilizarse. Por eso, quieren que sea presencial. “El cine es otro lenguaje diferente. Aquí los espectadores a veces aplauden por la emoción, se levantan y tienes que pedirles que se sienten. Es una experiencia mística, como la Semana Santa”. Y, como tal, tienen sus nuevos ritos: hidrogel en las manos, limpiarse los zapatos, las PCR para los trabajadores o la distancia, pero entre las butacas. Sobre la escena es imposible, porque presentan El día de las cien mil vacas, una historia de amor entre dos mujeres. Vigó, quien también es el creador de la pieza, quiere borrar las fronteras. “Va más allá de la política, de la nación, del cuerpo, de lo escrito”.

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