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Crítica | Un diván en Túnez
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Freud en la azotea

El centro de todo y la que sostiene un filme atractivo pero irregular es la actriz Golshifteh Farahani

Elsa Fernández-Santos
Golshifteh Farahani, en 'Un diván en Túnez'.
Golshifteh Farahani, en 'Un diván en Túnez'.

La alegre luz de Un divan en Túnez, ópera prima de la franco-tunecina Manele Labidi Labbé, marca el tono (burlón y agridulce) de esta comedia de enredos, psicoanálisis y brisa mediterránea. Selma, la protagonista, regresa a su país desde Francia cargando con una fotografía de Freud ataviado con un sombrero fez en la cabeza. Una imagen algo chusca del padre del diván que la joven psicoterapeuta cuelga en la azotea en la que se instalará para sacar rédito de sus estudios en París. Una consulta situada en la última planta de un edificio, símbolo en sí misma de las sombras y luces de los personajes que por allí desfilarán. Ahí, en las alturas, el espectador pasa revista a un país que se debate entre la tradición y la modernidad. El filme se sitúa justo después de la Primavera Árabe, es decir poco antes de la ola de fundamentalismo y terrorismo que vino después y que ha socavado la principal fuente de ingresos de Túnez, el turismo.

El centro de todo y la que sostiene un filme atractivo pero irregular es la actriz Golshifteh Farahani, conocida por su trabajo en Paterson, de Jim Jarmusch. Farahani se pone la máscara del payaso triste y taciturno. Un gesto amargo que contrasta con la vida y el bullicio de un país que ya no es su casa. Una mujer fuera de lugar, que se viste con vaqueros y lleva el pelo corto, que rechaza cualquier gesto femenino (algo que se subraya en varias ocasiones) y que parece huir siempre de algo. Ni Francia era su casa, ni Túnez lo parece ahora. Así, y pese al tono de comedia con sus canciones italianas, pese a los personajes extravagantes (muchos mal concebidos), la película está atravesada por una amargura misteriosa, un desarraigo sin solución que revierte todo el sentido del filme y su final abierto. Como si la única que está pidiendo a gritos psicoanalizarse sea esta solitaria y algo naif aspirante a Freud.

Un diván en Túnez

Dirección: Manele Labidi Labbé

Intérpretes: Golshifteh Farahani, Majd Mastoura, Hichem Yacoubi, Amen Arbi, Ramla Ayari, Aïsha Ben Miled, Feryel Chammari, Moncef Anjegui, Moncef Ajengui.

Género: comedia. Francia, 2019.

Duración: 88 minutos.

 

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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