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Theodore Zeldin: “La libertad más importante es la libertad del miedo”

El filósofo, nacido en Palestina, ha dedicado su vida a estudiar las relaciones humanas y a convencernos de que la conversación puede, en efecto, hacernos menos vulnerables y mejores

Juan Cruz
El filósofo Theodore Zeldin, en Turín en 2017.
El filósofo Theodore Zeldin, en Turín en 2017.Nicolò Campo (LightRocket via Getty Images)

Detrás de la figura de Theodore Zeldin, vista por Skype, está la neblina de Oxford, que simboliza bien la actual neblina del mundo. Este hombre, nacido en Palestina en 1933, cuando era territorio bajo mandato británico, ha dedicado su vida a estudiar las relaciones humanas (Historia íntima de la humanidad, Plataforma editorial) y a convencernos de que la conversación (Conversación. Cómo el diálogo puede transformar tu vida, también en la editorial de Jordi Nadal) puede, en efecto, hacernos menos vulnerables y mejores. Ahora resulta que la pandemia lo ha cambiado todo y la conversación se mantiene en torno a un miedo común, la desgracia de la enfermedad. Él es filósofo, profesor emérito de la Universidad de Oxford, ha enseñado en Harvard y ha recibido multitud de condecoraciones por contribuir a entender el mundo. Considera que “el miedo ahora ha cambiado nuestra idea de la libertad” y que “la conversación puede generar coraje ante el fracaso” que siempre ronda al ser humano. A los tres años aprendió a leer, a los 12 escribió su primer libro. Y, dice, siempre está aprendiendo, huyendo del fracaso, construyendo energía para combartirlo.

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Pregunta. ¿Cómo afecta esta pandemia a su conversación consigo mismo?

Respuesta. Estamos obsesionados por el miedo y, sin duda, nuestra idea de libertad ha cambiado. En el pasado creíamos que la libertad significaba tener un gobierno que le diese a todo el mundo un voto y aprobase leyes para todos. Pero ahora vemos que la libertad más importante es la del miedo. Por tanto, es muy difícil encontrar una respuesta que convenga a todos, porque el mundo ahora está dividido en dos. Por un lado, está la gente que desea vivir en una fortaleza, que se quiere proteger de los diferentes, de los pobres, de las enfermedades. Tienen miedo a la incertidumbre. Y, por otra parte, están quienes viven en un porche abierto al mar y quieren viajar por el mundo, descubrir culturas, civilizaciones y personas. Para ellos, estar encerrados en su pequeña oficina, en su pequeño trabajo, es lo opuesto a la libertad.

P. ¿Qué hacer?

R. No podemos decir que vayamos a proponer una solución que convenga a todo el mundo. Hemos de aceptar que mucha gente se aferra a sus opiniones y quiere volver hacia atrás en la historia para hacer que su país sea grande otra vez. Lo que ahora tenemos que hacer es ver cómo podemos hablar con esas personas en lugar de luchar contra ellas. Me he centrado en desarrollar conversaciones entre personas que no quieren verse con los de una religión distinta o una situación económica diferente. Es posible entenderles, aunque no puedas convertirlos; entenderles para disminuir su miedo. El gran problema de esta época es que llevamos siglos poniendo toda nuestra energía en la expansión del conocimiento. Y cuanto más conocimiento hay, más ignorancia se observa, porque no se puede saber todo. Por tanto, nos hemos especializado más, y como estamos más especializados entendemos menos cosas. Vivimos en un pequeño agujero, en una pequeña burbuja de conocimiento.

P. Curioso mundo que avanza retrocediendo…

R. Anteriormente pensábamos en que una manera de avanzar era que tuviéramos un gobierno que nos dijese qué hacer. Ahora lo importante es que cada persona descubra a otras, y lo hemos empezado a hacer, lentamente, con el intento de hombres y mujeres de hablar entre ellos. No lo hemos conseguido del todo, todavía, pero existe una oportunidad para que las mujeres adopten un enfoque diferente del que han adoptado hasta ahora. Quieren tener el mismo poder que los hombres; además han de enseñar a los hombres a obsesionarse menos con el poder sobre los otros… El gran cambio en el último siglo creo que ha sido alejarse del deseo de ascender en la escala social, el deseo de convertirse en directivo a fin de tener poder sobre las personas para defenderse del temor de ser dominado por otros.

P. Pero eso no quita para que queramos dominar nosotros mismos…

R. De ahí la importancia de las relaciones personales. Queremos entender, queremos tener amigos, queremos tener una familia con la que podamos hablar. Las familias no siempre son armoniosas. Y las familias y los amigos es lo que más necesitamos para protegernos de los peligros inevitables del mundo. Cuando dos personas se conocen pueden crear algo; igual que cuando un hombre y una mujer se conocen crean hijos, cuando dos personas se encuentran pueden crear ideas distintas de las que tienen de manera individual. He hecho experimentos juntando a enemigos. Lo importante es que hablen, y lo harán sobre la vida, sobre sus relaciones con otras personas, sobre la educación, sobre las diferencias de sexo, de ricos y de pobres. Pero de la conversación entre ellos pueden surgir novedades positivas. Ustedes los periodistas pueden llamar a cualquiera y establecer una conversación. Sin embargo, para la mayoría de la gente eso no es posible. Todos vivimos en una pequeña burbuja, tenemos miedo. Los ricos, por ejemplo, tienen miedo de hablar con los pobres. Lo que creíamos que era verdad en el pasado ya no es válido… Hemos inventado la agricultura, que puede alimentar a millones de personas, aunque hemos destruido el suelo. Hemos inventado grandes ciudades, pero huelen mal. Nuestro sistema educativo ha fracasado. Por tanto, ¿qué hacemos ahora?

P. Eso es, ¿qué hacemos ahora?

R. Reinventarnos. La pandemia es un terrible perjuicio, un desastre. Todos los gobiernos intentan preservar el orden actual, pero el orden actual no funciona bien. Nos peleamos mucho por lo que queremos. Hay pobreza, hay desigualdad. Y por esas razones mucha gente sigue sufriendo mucho. Pensar cosas nuevas es una inspiración. No necesitamos una ideología, sino experimentos. Tenemos que buscar en todas partes intentos de resolver los problemas mediante las interacciones personales, como lo que usted y yo podríamos hacer juntos. Fracasaremos muchas veces. No podemos garantizar resultados. Pero creo que la esperanza significa eso. En el pasado tuvimos prosperidad, comodidad, dinero, pero la prosperidad en realidad significa esperanza. Sin embargo, hoy en día hay mucha menos esperanza que hace cincuenta años. Los jóvenes ya no creen que serán mejores que sus mayores, por lo que necesitan más atención. Esta es una época terrible, la disminución del contacto entre la gente ha sido muy dolorosa y nos ha ayudado a darnos cuenta de lo importante que es hablar con la otra persona, no a través de Skype o Zoom sino cara a cara. Y veo que el odio ha sido un gran enemigo; tenemos que reflexionar sobre por qué existe el deseo de querer que el prójimo fracase.

P. El poder es otro de los fracasos…

R. El poder para eliminar el desacuerdo, y eso es imposible. En todas las naciones hay partidos extremistas que se niegan a relacionarse con los demás, así que desarrollan dictaduras dirigidas por minorías. Resultó trágico que en 1932 Hitler se convirtiera en canciller porque obtuvo el 37% de los votos. Es un verdadero problema.

P. Usted dice que la conversación genera energía contra el fracaso…

R. ¿Cómo puede el temor convertirse en valentía? A través de la curiosidad. Toda la historia de la ciencia se reduce a analizar objetos que parecen peligrosos, reducirlos a partes pequeñas y analizar esas piezas. Luego esas piezas minúsculas se vuelven interesantes. La manera de alcanzar la valentía es reducir los peligros a piezas pequeñas. Tenemos que usar más el conocimiento para ver esas partes minúsculas y así ayudar a los otros. Hacer que las cosas sean posibles, no conformarse con la desesperación y, por culpa de ello, terminar considerando inevitable que nos gobiernen dictadores…

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