San Valentín en la canícula

En una secuencia de Retrato de un amor sus dos personajes principales, interpretados por Keith Stanfield e Issa Rae, discuten en el coche de música. Ella prefiere escuchar a Drake y él a Kendrick Lamar. El rifirrafe no es baladí en una película que nos da tanta información a través de las imágenes como de la banda sonora. Estrenada en Estados Unidos el pasado 14 de febrero, coincidiendo con San Valentín, Retrato de un amor es la cuarta película de la directora y guionista afroamericana Stella Meghie, que aquí cruza las vidas sentimentales de una madre y una hija viajando de los años ochenta a la actualidad, es decir, de los orígenes en un sur pobre y caluroso al sofisticado Manhattan de no hace tanto.

La historia actual es el eje de un filme un poco moñas en el que destaca en un papel nada habitual a los suyos el actor Keith Stanfield, en la piel de un periodista con vocación de guapo solitario que se cruza con la historia de una fotógrafa recién fallecida y la de su hija, una conservadora del Museo de Queens que se pasea con bolsos de Prada. Dos romances en paralelo cuyo exceso de azúcar entra con especial suavidad, ya sea por ese disco de Al Green que la hija hereda de la madre o por los temas de Mos Def o Anderson Paak que van encadenando las secuencias y que, gracias a una banda sonora firmada por el pianista y productor Robert Glasper, resulta especialmente sensual. Uno de eso temas es la versión de Erykah Badu y James Poyser de Tempted, el tema pop de los británicos Squeez que en los noventa se popularizó gracias a Reality Bites, la película de Ben Stiller que cubrió de romanticismo adolescente la era grunge. Más de 30 años después, las historias de amor responden a otro tipo de cálculo; más diversidad, más mujeres, más historias ejemplares. Una moda, sí, pero si es con la voz de Erykah Badu y la sonrisa de Keith Stanfield, ni tan mal.