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MUERE PAU DONÉS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El “rock montuno” de Pau Donés

La inteligencia natural del músico, más sus conocimientos profesionales de mercadotecnia, le permitieron ampliar su parcela del mestizaje musical

Diego A. Manrique
Pau Donés, fotografiado en México en 2017.
Pau Donés, fotografiado en México en 2017.Rebecca Blackwell (AP)

En uno de sus (raros) momentos de liviandad, Santiago Auserón sugirió la etiqueta de rock montuno para su propuesta en Juan Perro: la imbricación del rock en la rítmica y la temática cubanas. Esa fue la vía elegida por Pau Donés para presentarse en sociedad, musicalmente hablando. La flaca llegó en buen momento: aparte de sus intrínsecos valores adhesivos, coincidió con el descubrimiento de las maravillas y los enigmas de Cuba, gracias al turismo masivo. Funcionó en los países hispanohablantes y sedujo también al público italiano. Una excepción: el concepto de rock montuno no prendió en Cuba, donde un abismo social separa al rock de las músicas autóctonas; pocas experiencias tan desalentadoras como el concierto de Jarabe de Palo en un semivacío Teatro Karl Marx habanero.

La inteligencia natural de Pau más sus conocimientos profesionales de mercadotecnia le permitieron ampliar su parcela del mestizaje musical. Supo elegir sus colaboradores: trabajó con el inglés Jo Dworniak, aquí muy valorado por sus producciones para Radio Futura y Kiko Veneno. Entendió que sus discos necesitaban la variedad vocal que aportarían invitados, extraídos de la farándula nacional o descubiertos en sus giras. Así, se trajo a grabar en España a Vico C, antecesor puertorriqueño del reguetón que entonces (no pregunten) vacilaba entre las drogas duras y el cristianismo fundamentalista.

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Más fecunda fue la alianza con Lorenzo Jovanotti: Pau adaptó las letras para el lanzamiento en España del genial cantante romano, que desdichadamente apenas contó con el apoyo de la sucursal de Universal Music. Donés no se sorprendió demasiado: aunque tendía a hacer piña con los empleados de su discográfica, sabía que los artistas estaban finalmente a merced de los terremotos empresariales. Vivió la pérdida de autonomía de Virgin Records, la compañía que le lanzó, y desembocó en el multitudinario cajón de sastre de Warner, donde para más inri coincidió con Juan Perro. A partir de 2009, se desenvolvió con sello propio, Tronco Records.

Buen calibrador de sus aciertos y sus carencias, Pau enriqueció su paleta sonora y cantó en otros idiomas. Prudente, alternaba sus nuevas canciones con adaptaciones de sus temas clásicos, interpretadas a piano o incluso con orquesta sinfónica. Con su llaneza, era capaz de titular ¿Y ahora qué hacemos? su disco de 2011. La respuesta incluía desde una versión de La quiero a morir, la balada de Francis Cabrel, rockerizada con Alejandro Sanz, al hiriente Hice mal algunas cosas, cantado en compañía de Carlos Tarque y Joaquín Sabina. Así que siguió con la tarea de siempre: buscar el mínimo común denominador, el estribillo perfecto, la historia positiva que ayudara a seguir viviendo. Aunque había fuertes corrientes bajo su afable exterior, reveladas ocasionalmente en entrevistas o en su libro, 50 palos…y sigo soñando.

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