Apócrifo, querido Watson: Sherlock Holmes vuelve a investigar
Un libro rescata cuatro de los 230 relatos anónimos y apócrifos a los que se perdió la pista tras tener gran éxito en la Alemania de principios del siglo XX
Decía Borges que no le costaba reconocer que había logrado “ciertas páginas válidas”. Sin embargo, el argentino añadía que esas páginas ya no eran suyas, porque lo bueno ya no es de nadie, sino “del lenguaje o la tradición”. Esa máxima se puede aplicar a ciertos personajes literarios, que han escapado de sus creadores para convertirse en mitos con vida propia, y uno de los que más se han expandido más allá del trabajo del primer autor es sin duda el detective más famoso del mundo: Sherlock Holmes. La editorial Funambulista publica ahora Archivos secretos de Sherlock Holmes, un compendio de historias publicadas en Alemania a comienzos del siglo pasado (con Arthur Conan Doyle aún vivo), cuyo rescate del olvido tiene su propio relato detrás.
“Todo comenzó con un paseo por París”, explica David Felipe Arranz, escritor y periodista. Concretamente a la orilla del Sena, en los puestos de los buquinistas que venden libros antiguos y de ocasión. Allí Arranz, bibliófilo empedernido, encontró un libro en español que le llamó la atención. Eran aventuras anónimas de Sherlock Holmes que desconocía. Hace tres años, empujado por el editor de Funambulista, Max Lacruz, Arranz comenzó a investigar. Descubrió que eran una traducción del alemán, y siguió la pista hasta Berlín. “Descubrí que entre enero de 1907 y junio de 1911 habían sido publicados en Alemania 230 episodios de El detective Sherlock Holmes y sus más famosas aventuras”, cuenta Arranz. “Y que tuvieron un éxito arrollador”.
La hija del usurero, La Kodak traidora, El enigma de la casa de juegos y El vestido de la reina. Esos son los cuatro relatos escogidos para el libro que ahora ve la luz, Archivos secretos de Sherlock Holmes, que sale a la venta el 3 de junio (la editorial planea sacar dos libros más a comienzos de 2021). Arranz ha escogido estos cuatro “por su gran calidad literaria, y porque son los que más se parecen a los originales de Arthur Conan Doyle”. Son relatos ágiles, en los que el narrador cambia y pasa de ser Watson (aquí Holmes tiene hasta un nuevo ayudante, Harry Taxon), a un narrador omnisciente que cuenta las peripecias del detective entre prostitutas del barrio de Whitechapel, damas misteriosas y peligrosos viajes a París. Relatos con mucha miga que forman parte de una tradición que se extiende más allá de la pluma de Doyle y de la literatura y en la que caben películas como La vida privada de Sherlock Holmes (1970), de Billie Wilder, las protagonizadas por Basil Rathbone o las dirigidas por Guy Ritchie en 2009 y 2011; series como Elementary (2012); o cientos de novelas, una de las más recientes Mr. Holmes, de Mitch Cullin, publicada en 2015.
“Lo interesante es que Doyle conocía estas publicaciones, que tuvieron un éxito enorme en Alemania y en Rusia, vendiendo miles de ejemplares”, señala Arranz, también profesor de periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid. “Y sin embargo no lo denuncia. Creo que porque en cierto modo le beneficiaba que el nombre de Holmes siguiera siendo un éxito. Digamos que era un win to win”. La Editorial Lutz, que en Alemania era propietaria de los derechos de Sherlock Holmes, sí intervino y obligó a que la serie apócrifa hiciera algunos cambios, como quitar el nombre de Holmes del título. “Pero luego dejó que siguieran publicando. Creo que porque en el fondo les beneficiaba a todos”. Los relatos son anónimos, pero Arranz propone una teoría para la autoría de los relatos: el polaco Kurt Matull y el alemán Matthias Blank. Nacido en 1872, Matull fue libretista de teatro y guionista cinematográfico. Por su parte, Blank, que utilizó el seudónimo de Theo von Blankensee, escribió novelas pulp. “Fueron contratados, pero sabían que los relatos se publicarían de forma anónima”, cree Arranz, que solo dio con sus nombres, escritos en letra muy pequeña, en un volumen recopilatorio de los relatos almacenado en la gigantesca biblioteca estatal de Berlín. En el resto de ediciones y traducciones no aparecían.
En el terreno estrictamente literario, ¿qué similitudes y diferencias encuentra Arranz con los originales de Doyle? “Donde Doyle se detiene más en descripciones y desarrollo de personajes, ellos son más cinematográficos. Hay mucho diálogo, quieren hacer textos muy ágiles. Están más preocupados por hacer avanzar la acción”, explica. “Pero son buenos imitadores. Saben atrapar muy bien la esencia”. ¿Y por qué hacerlos anónimos? Arranz está convencido de que no los firmaron para que, a principios del siglo pasado, muchos de los lectores creyeran, de hecho, que Holmes era un personaje real, y que era el propio autor de las historias. “La capacidad de soñar que se puede generar en el lector puede diluir las barreras entre realidad y ficción”, sostiene. “Holmes es tan tangible, tan palpable, que ¿por qué no dejarnos llevar y pensar que estos son, de verdad, sus archivos secretos?”.
Babelia
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