El ‘emoji’ rosa

El apócope CRSHD le vale a la debutante Emily Cohn para hablarnos de sexo y flechazos en tiempos de Tinder. Tres amigas acaban el primer curso de la universidad y una de ellas se resiste a pasar de curso con excelentes notas pero sin perder la virginidad. Su objetivo: seducir a algún guapo del campus que le alegre la memoria durante sus aburridas vacaciones en casa de sus abuelos. Es decir, el típico argumento de la típica comedia romántica pero con unas chicas que no son ni de lejos las típicas. Una hermana pequeña bastante menos memorable que esa oda a las frikis que es Superempollonas.

La ópera prima de Emily Cohn se estrenó en el Festival de Tribeca. Su fluido lenguaje de emojis y de nativas de Instagram tiene una virtud: su uso resulta tan natural que el encanto surge casi sin pretenderlo. Una película minúscula, hecha casi entre amigas, intercambiando ropa, chistes y disgustos. El personaje central es la más insegura de ellas, aunque como son ahora las chicas inseguras: sin complejos físicos. Le gusta uno que ni la mira pero le da exactamente igual. Ella insiste.

CRSHD habla de chicos, de fiestas secretas, botines blancos, pendientes-amuleto y sobre todo de buenas amigas. Y lo hace mezclando realidad virtual y recursos de videojuegos, con monólogos a cámara más propios de microteatro que introducen con bastante gracia las conversaciones entre amigas por whatsapp. Las principiantes Isabelle Barbier, Deeksha Katkar y Sadie Scott logran dar personalidad a sus esquemáticos personajes, aunque Barbier se pase y exagere más de la cuenta.

La película recuerda al envoltorio de una famosa marca de cosméticos millennial neoyorquina que usa el papel burbuja teñido de rosa chicle para llevar sus productos. Todo en esa bolsa es cutre pero a la vez auténtico y divertido. Aunque sea solo eso, papel burbuja.