Mi cuarentena
Juan Cavestany habla sobre el filme ’Madrid, interior’, que estrena EL PAÍS: “Pretende ser un ruido lejano, política en voz baja, espero que sobre todo sea una llamada a la introspección y el silencio que tanto necesitamos”
He hecho esta película para que no se me olvide esto que ha pasado. El viernes 13 de marzo me convertí en escarabajo, pero no al salir de la cama, sino al irme a dormir, como si mi cuerpo se transformara para afrontar por su cuenta la larga noche que se nos venía encima. Los primeros momentos del confinamiento fueron febriles, pero muy pronto llegué a la orilla de una realidad tranquila y mejorada. Quizá era el estado de conciencia intensa que describen los que hacen meditación trascendental.
Como mi amigo Carlo Padial, sentí que había llegado el momento de por fin y de verdad estar callado pero sin culpa, sino con fundamento. Poder estar en silencio, no solo como deber, sino como liberación. Solo leía libros, escribía “mis cosas” y escuchaba en bucle Dawn Chorus de Thom Yorke y la banda sonora de Dunkirk de Hans Zimmer (esto último no ha cambiado a día de hoy). La vida era muy cercana a la perfección, si no fuera por el daño de alrededor. Qué gran contradicción. Casi solo me comunicaba con Luis Bermejo, mediante vídeos de pequeñas o surrealistas rutinas, sobre todo en torno al tema del miedo.
Un día me llamó Alberto San Juan para proponerme desarrollar algún tipo de ficción sobre la crisis y sus posibles derivaciones. ¿Qué iba a pasar con el mundo? Según me lo planteó tuve la certeza de que solo quería afrontar esa pregunta desde la intimidad, a través de una especie de película de no-ficción sobre el estar encerrado en casa. Inmediatamente me autoimpuse una misión “por mis pecados”, como se la imponen al capitán Willard: me grabaría yo a mí mismo en mi casa haciendo algo o nada, y pediría a cuanta más gente mejor vídeos parecidos de su intimidad, hasta el final del estado de alarma. En aquel momento estaba fijado el 25 de abril, los aplausos eran de noche y aún no se hablaba de “desescalada gradual”.
Parece que ha pasado una eternidad. Si cada uno se vuelve loco a su manera, en mi caso ha sido pasando cinco semanas sin parar de grabarme y de pedir a gente conocida o desconocida que hiciera lo mismo con sus móviles, y luego explicándoles durante horas cómo mandarme los videos por la nube. Han pasado cosas extraordinarias en el despliegue de esta misión. Algunas están en esta película documental sin guion que he titulado Madrid, interior. Otras solo las conocen sus protagonistas.
Esta película no es “de escenas sueltas” ni de humor, aunque también puede que lo sea, sino que pretende ser un ruido lejano, política en voz baja, espero que sobre todo sea una llamada a la introspección y el silencio que tanto necesitamos. Ojalá no nos olvidemos de esto que ha pasado, pero para bien.
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