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Comedia oscurísima

La nueva entrega de Marc Crehuet parece muy sencilla, pero es todo lo contrario

Marcos Ordóñez
La obra 'La morta'

SALA BEKCETT
La obra 'La morta' SALA BEKCETTEuropa Press

La nueva y esperada función de Marc Crehuet, siete años después del éxito de El rei borni, traducida a cinco idiomas, acaba de estrenarse en la sala Beckett con el intrigante título de La morta de Pompeu Crehuet. La obra existió y también don Pompeu, bisabuelo de Marc, protagonistas ambos de esta comedia a la que llamar oscura es quedarse corto: el humor de Marc Crehuet no es complaciente ni benévolo. Su nueva entrega parece muy sencilla, pero es todo lo contrario: mucho más compleja de lo que parece, y girando por las esquinas más inesperadas. Me tomo la licencia de llamarles a ratos por sus nombres de pila para no verme obligado a repetir cada vez Crehuet I y Crehuet II. Hay un Crehuet III (Eladi, padre de Marc, y autor de la biografía de Pompeu, Una Barcelona de conte, que no sale en escena pero cuyo texto contiene dos revelaciones). Marc ha dibujado a Crehuet II (Francesc Ferrer) como un autor neurótico, un joven Woody Allen, en plena crisis creativa: ha empleado esos siete años en reescribir veinte veces una comedia que no resuelve. Insomne, comienza a percibir un vínculo insólito (y una buena idea teatral). Riesgos: echar a perder su matrimonio con Patricia (Betsy Túrnez), una mujer inteligente, entre musa y correctora, pero cada vez más tensa. Leyendo la biografía de don Pompeu, Marc descubre (primera revelación) que Crehuet I solo logró el éxito con La morta, un tremebundo drama rural estrenado en 1904. El resto de su vida fueron 17 obras de humor, grave problema para alguien que quería pasar a la historia como una mezcla catalana de Ibsen y Strindberg. El obsesivo Crehuet II llega a la conclusión de que su único éxito, El rei borni, está siguiendo los pasos de La morta. Solo adelantaré un suceso, pero sucede a los pocos minutos: Crehuet I (Xavier Bertran) aparece como fantasma atormentado. Y hosco. Y sombrío. Enfurecido por los éxitos de Guimerà y Sagarra, y con un plan perverso, casi vampírico, para que el bisnieto abandone sus anhelos y consagre su futuro al relanzamiento de La morta. Así que tenemos un tiempo presente en el que también aparece Glòria (Anna Bertran), periodista vitriólica que zahiere a Crehuet II siempre que puede, y un espectro de principios del siglo veinte (no hace falta que les diga su nombre), y el retorno al pasado a lomos de La morta. Quizás ahí faltaría algún tajo, aunque vale la pena ver los dobletes del reparto: Francesc Ferrer como el pobrecillo Eloi, Anna Bertran como narradora y esposa de Crehuet I (y con Betsy Túrnez, en los roles de Antonia y Teresa, ejes del dramón). Segunda y conmovedora revelación, casi al final: Crehuet II cree averiguar el germen de la culpa de don Pompeu, generador, a su vez, de una voluntad autodestructiva de muchos quilates. No puedo dar el nombre de quien encarna ese germen de culpa. Si quieren averiguarlo, lo mejor será ir a ver La morta de Pompeu Crehuet, en la Beckett barcelonesa. Hasta el 5 de abril.

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