Susana Lloret: “Los que tenemos la suerte de tener, debemos compartir”
La coleccionista está detrás del pujante centro de arte Bombas Gens, en Valencia
El gran Truman Capote decía que “el estilo es el espejo de la sensibilidad del artista, en mayor grado que el contenido de su obra”. Y a Susana Lloret la define su estilo. Estilo para hablar, para vestirse, para recibir a sus visitantes. Pero sobre todo para concebir el arte desde una perspectiva moderna, descontracturada, accesible a la gente y, como ella misma ha declarado, antielitista. Lloret es una formidable mecenas a la que lo que más ilusión hace es mostrar al público no especializado su colección, “simplemente por amor al arte y a los demás”.
Con una expresividad inimitable, nos recibe en Bombas Gens, el emblemático edificio de Valencia donde una fábrica abandonada de bombas hidráulicas se ha transformado en un pujante e hipnótico museo en que conviven exposiciones de primer nivel con aulas para proveer de educación a niños de barrios de bajos recursos.
Gestora de alto impacto, directora general de la Fundación Per Amor a l’Art y coleccionista de 1.900 obras pertenecientes a 175 artistas -un conjunto de excelencia que le ha merecido el Premio A de la Fundación ARCO, pero que asegura no tiene ningún ánimo de lucro-, esta mujer sabe de lo que habla. Lo cual queda meridianamente claro cuando se le pregunta cómo comenzó. “El motor de la colección es mi marido, a quien siempre le apasionó la pintura y, sobre todo, la fotografía. Lo que pasa es que muy pronto hicimos equipo. Yo tengo una formación humanista, soy psicóloga, me he dedicado mucho tiempo a la investigación, he trabajado en la universidad, y mis intereses estaban relacionados con la posibilidad de conocer a la persona y saber más de la mente humana. Esto tiene mucho que ver con el arte contemporáneo porque, cuanto más abstracto es aquello que ves, más lo construyes tú como espectador para que tenga un sentido. Pero, aunque mi esposo fue quien comenzó, pronto íbamos a visitar galerías y ferias juntos, y realmente es difícil determinar cuándo empezamos exactamente. De igual modo que cuando te embarcas en una colección de discos, hay algo que te gusta, que te surge, y llega un momento en el que te das cuenta que lo que intentas construir puede tener una trascendencia y una proyección mayor, así como una finalidad distinta que la de tener tu sola satisfacción. Lo que es seguro es que el asesoramiento profesional de Vicente Todolí fue un punto relevante en esta historia. Siempre hemos contado con un segunda capa en la que, además de nuestro enamoramiento por cierta pieza o por el misterio que desprende, Vicente nos ha dado una asesoría fabulosa para que hoy te pueda decir que nuestra colección, de hecho, se ha construido de a tres y con una finalidad pública y gratuita”.
Sobre el impacto del mecenazgo en la sociedad, explica: “La inquietud por el arte nos llevaba a querer compartir, pero teníamos otras inquietudes de tipo social, impulsábamos la investigación de enfermedades raras, ayudábamos a centros de acogida para personas sin hogar, por un lado, y para niños en riesgo de exclusión, por otro. Quiere decir que el arte formaba parte de un impulso por querer devolver algo a la sociedad. Así que buscamos una manera, que fue la fundación, donde funcionan todas aquellas actividades, y un espacio, Bombas Gens, que es el modo en que la fundación cumple con su misión relacionada con el arte, pues aquí mostramos la colección, la compartimos con otros centros, realizamos actividades gratuitas e intentamos sensibilizar a la mayor cantidad de personas que sea posible, tratando también de que los visitantes comprendan -y para esto usamos la figura del mediador- que el arte no es para entendidos. La curiosidad es el principio de todo, y por ello nuestra idea es, por ejemplo a través de anécdotas, que el público pueda apreciar la dimensión humana de cada creador, relacionarse con la obra y evitar la indiferencia”.
Humanista y culta, sintetiza así su idiosincrasia: “Hay que contactar la faceta humana del artista, las dificultades a las que se enfrentó y los riesgos que toma, y que muchas veces no se ven, con la faceta humana del público. Si creas esa complicidad, la obra se verá con otros ojos, porque el contexto artístico solamente no alcanza. A la persona interesada en el arte la ganas sin apoyo, pero a la persona que no está formada la ganas más fácilmente cuando le pones el arte en el contexto humano en el que ha surgido”.
Antes de terminar, y en el ambiente fabuloso que ofrecen las exposiciones de la gran artista india Sheela Gowda y de las fotógrafas japonesas Tamiko Nishimura, Toyoko Tokiwa e Isiuchi Miyako, Lloret repite que nada de lo que ha alcanzado hubiera sido posible sin la labor conjunta llevada a cabo con su marido, José Luis Soler, autor de estas líneas luminosas en un catálogo de reciente aparición: “Lo que hay aquí forma parte de mi presente, del descubrimiento de un secreto que muchos practican -y tienen la suerte de hacerlo-: compartir”.
Siempre punzante, Lloret destaca también las virtudes de su equipo: “Algo que nos diferencia y que es uno de los grandes méritos de la directora de Bombas Gens, Nuria Enguita, es la parte de investigación. Luego, a nosotros como coleccionistas nos proponen determinadas obras las galerías y las ferias. Y es la labor de investigación que nos hace crecer. Y fruto de ella es la incorporación de mujeres a la colección. Algo que es complicado, pues existe una desproporción entre la cantidad de hombres y mujeres en los museos y nos interesa, sin caer en la discriminación positiva, encontrar creadoras que hagan un trabajo de excelente calidad y que por su género no tengan la misma resonancia. El edificio está acabado y nos ha dado mucha satisfacción. Pero debemos decidir cómo garantizar su sustentabilidad. Entonces, estamos muy satisfechos, aunque nos encontramos en un proceso vivo cada día que implica que, junto a un equipo de profesionales que están poniendo todo su esfuerzo, no dejemos de ponerle ganas a este intento de generar en la sociedad lo que queremos, para que los chavales de tres años ya no crean que el arte es para entendidos, sino un medio para comunicar algo que te guste, que te disguste, que te sorprenda o que te dé un revulsivo. Y, claro, estamos orgullosos. Y, ¿sabes? Los que tenemos la suerte de tener, tenemos también la responsabilidad de compartir”.
Babelia
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