La impostura del avatar
La apoteosis del CGI es la que domina una película (aún) más cómica y menos aventurera que sus predecesoras
Reivindicación aventurera del tradicional juego de mesa y del poder de la imaginación, Jumanji fue una de las películas esenciales para los niños de mediados de los años noventa, al tiempo que celebrado artefacto nostálgico para sucesivas generaciones, enganchadas a un poder de seducción que suele ir asociado con la calidez de una tarde entre amigos o hermanos. Así que, conscientes de su condición de clásico moderno del cine familiar, cuando sus productores decidieron el renacimiento tardío de 2017 en Jumanji: bienvenidos a la jungla, impulsaron el impacto visual del videojuego en perjuicio del viejo tablero alrededor de una mesa, pero manteniendo una cierta ingenuidad infantil en su relato y en sus correrías, acorde con su tradicional espíritu.
JUMANJI: SIGUIENTE NIVEL
Dirección: Jake Kasdan.
Intérpretes: Dwayne Johnson, Karen Gillan, Jack Black, Awkwafina.
Género: aventura. EE UU, 2019.
Duración: 123 minutos.
Y ahí sigue en esta secuela que hoy se estrena, Jumanji: siguiente nivel, donde ese recuerdo del pasado se sigue trasladando a la añoranza por los viejos tiempos de las más rústicas videoconsolas. Eso, en cuanto a su relato, porque en la visualización, en cambio, la apoteosis del CGI es la que domina una película (aún) más cómica y menos aventurera que sus predecesoras, a la que (otra más) se le va el metraje hasta unas innecesarias dos horas, y que huele a más de lo mismo, pero que también sabe enganchar (a ratos) con una pluralidad de emociones bien distintas, tanto de imagen como de texto e incluso de reparto.
Las de imagen, de nuevo con Jake Kasdan al frente de la cámara, tienen su plenitud en dos espectaculares secuencias con animales, una con una avalancha de avestruces, la otra con una lucha contra mandriles en un desfiladero, que entroncan bien con la peculiaridad más aventurera de la saga. Las de fondo, en un interesante subtexto relacionado con la simulación de los avatares de los videojuegos como versión idealizada de la discreta imagen de cada cual, pero trasladado a la impostura de Instagram, esta vez como versión idílica y feliz de una personalidad quizá más miedosa y gris. Y la del casting, con una aportación gloriosa, la de Danny DeVito y su imparable comicidad en apenas dos ratos de película.
Babelia
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