La hospitalidad de la poesía
La lucidez descarnada de la poesía de Joan Margarit entiende la oscuridad como una aliada de la mentira
Cuando tituló uno de sus libros Casa de misericordia, Joan Margarit encontró un territorio legítimo para su madurez creativa, pero asumió también una responsabilidad. La palabra poética es refugio contra el desamparo y las hostilidades del mundo, el ritmo vertiginoso de mentiras, falsificaciones, consignas, ambiciones arbitrarias y falsos consuelos que suelen ensuciar la realidad. Pero entrar en este refugio significa aceptar que la escritura poética debe convivir con el dolor, la conciencia de la vida y la verdad. No se trata de creerse en posesión de la verdad, de escribir la Verdad con la mayúscula de los dogmas, sino en el deseo de no mentir, de no mentirse. Y eso es una responsabilidad, porque un mal poema ensucia el mundo.
La lucidez descarnada de la poesía de Joan Margarit entiende la oscuridad como una aliada de la mentira. Trabaja sus palabras con un sentimiento de hospitalidad, esperando que el lector las entienda y las habite. Hasta que un lector no hace suyo el poema, puede haber poema, pero no se produce el hecho poético. La hospitalidad de la poesía es así la mejor metáfora de un contrato social democrático. Al escribir, al leer, somos capaces de ponernos en el lugar del otro, sin dejar al otro sin lugar.
Nacido en 1938, en Sanaüja, Lleida, sufrió las represiones propias de la dictadura. Ha contado muchas veces en prosa y en verso que un guardia le dio un coscorrón por hablar con un compañero de colegio en catalán. "Niño, habla en cristiano", le dijeron. Como la educación franquista le impuso una sola lengua de cultura, Joan Margarit escribió sus primeros libros en castellano. Algo le fallaba. Descubrió que resulta imposible encontrar un mundo poético propio en una lengua no materna. Las palabras necesitan ser memoria, tener el peso de la vida cotidiana, si quieren dialogar con la verdad. Por eso decidió cambiar al catalán para configurar su voz lírica.
Pero le quedaba por hacer un segundo descubrimiento. La coyuntura social de la represión le había suprimido la libertad en un mundo zafio, prepotente y sin misericordia. Tenía, sin embargo, una cosa, una sola cosa, que agradecerle al franquismo: el castellano, otra lengua materna, otra lengua casi-materna. Como también ha confesado en verso y en prosa, comprendió pronto que no estaba dispuesto a devolverle el castellano al franquismo. El castellano o español era la lengua de Pablo Neruda, Luis Cernuda, García Lorca y otros poetas que habían sido importantes en su formación. Era también una de las lenguas de sus ciudades. Encontrar su madurez en catalán, supuso descubrir que su poesía estaba hermanada con el castellano. Desde entonces ha escrito, ha publicado todos sus libros a la vez en castellano y catalán. No son traducciones, sino versiones distintas de una misma escritura.
Conozco a Joan desde hace muchos años. Al principio de los años 80 los poetas de todas las lenguas españolas nos reuníamos con frecuencia y naturalidad para hablar de nuestras cosas. No me parece mal camino dejar que la cultura vuelva a poner las cosas en su sitio.
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