Los mapas para invadir España si se unía a los nazis
Ian Fleming, autor de James Bond, espió en Gibraltar y ayudó al oficial británico que encargó los planos confidenciales que han sido desclasificados en EE UU
Los mapas eran vitales. La derrota en la campaña de británicos y franceses contra el ejército nazi durante la invasión de Noruega en abril de 1940 ahondó en la necesidad de contar con los mejores y más actualizados planos para ganar la Segunda Guerra Mundial. Los aviadores ingleses no contaban con la información necesaria para localizar sus objetivos y muchos volvían sin haber arrojado sus bombas. Los miles de mapas que se habían elaborado durante la Primera Guerra Mundial estaban obsoletos o eran incompletos. El primer ministro Winston Churchill lo sabía. Y un poco antes de la ofensiva para hacerse con el hierro noruego, el contralmirante británico John H. Godfrey y su ayudante en el servicio de inteligencia naval (NID, en sus siglas en inglés) Ian Fleming, autor años después de las novelas de James Bond, contactaron con un prestigioso geógrafo de la Universidad de Oxford, Kenneth Mason. Había que crear un nuevo organismo que proporcionara a los Aliados nuevos mapas.
Al material ya existente se añadió nueva información recabada sobre el terreno, gracias a confidentes y espías, e imágenes aéreas realizadas por pilotos de reconocimiento de la Royal Air Force. También se obtuvo información de las fotos tomadas por turistas británicos que habían viajado por Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, y que habían sido pedidas por el Gobierno en un anuncio en la BBC.
En España se realizaron vuelos desde Gibraltar para obtener fotos y cartografiar las principales ciudades del país, especialmente la costa mediterránea y el sur por su valor estratégico. Aunque la exhausta y falangista España se había declarado primero neutral y luego no beligerante, los británicos y americanos desconfiaban y temían que Franco se sumara al Eje o permitiera la entrada de los nazis (la llamada Operación Félix, que no se llegó a ejecutar) para controlar un área fundamental, el estrecho de Gibraltar y el Magreb, desde donde se podría gobernar el acceso al Mediterráneo.
Por todo esto y para garantizar el éxito de la Operación Torch (Antorcha) de 1942 —que significó el desembarco de los aliados en el norte de África y la apertura del segundo frente que reclamaba Stalin con el fin de aliviar la presión sobre los soviéticos— el ejército aliado planeó la Operación Backbone (columna vertebral). El objetivo de este plan era invadir en principio el sur de España y el protectorado marroquí, pero no se llegó a ejecutar.
Universidades de Texas y Princeton
Muchos de estos documentos han sido desclasificados en EE UU en los últimos años y se pueden consultar en las universidades de Texas (que tiene mapas de unas 50 ciudades españolas) y de Princeton.
Fernando Sanz lo ha hecho. Licenciado en Geografía e Historia y estudioso de la cartografía y de la historia militar, Sanz estaba buceando en su afición cuando encontró un mapa de Valencia, ciudad donde reside, que le llamó la atención. Estaba datado en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Su colaborador César Guardeño descubrió que había una copia en la Universidad de Princeton y otra en Texas y que ambos eran documentos realizados un año antes por el ejército británico, por uno de los servicios de inteligencia que montó el legendario John H. Godfrey.
Este oficial ha pasado a la posterioridad por su hoja de servicios militares y también porque, muy probablemente, inspiró el personaje de M, el jefe del espía británico James Bond, que protagoniza la popular saga literaria y cinematográfica. El autor de las novelas, Ian Fleming, no ocultaba su admiración por Godfrey y dotó a su personaje con algunos de sus rasgos.
El propio Fleming como espía estuvo en Gibraltar para analizar la conducta de la dictadura franquista con respecto a los nazis y montar una operación para intentar sabotear cualquier conato de alianza con el Eje. Esa operación se llamó Goldeneye, título de una película de James Bond, agente 007 y nombre de la mansión de Fleming en Jamaica, hoy convertida en resort de lujo, donde escribió sus populares novelas. Un pasaporte del autor subastado en 2000 constata su paso por España en 1941.
“El mapa de Valencia era muy interesante, muy pormenorizado, con los objetivos bien señalados, dibujado a mano con las antiguas plumas Rotring y con detalles como el de la arena de la playa de Nazaret, que hoy ya no existe. Incluso trazaron con exactitud el paso de la arena a la huerta, como se puede comprobar en las fotos aéreas. Era un plano táctico para desarrollar acciones de combate, bombardeos, sabotajes; y es muy sencillo y claro, como mandaban las instrucciones del ISTD”, explica el geógrafo.
ISTD son las siglas del Inter-Services Topographical Departament, el organismo creado por Godfrey, del que dependía el ISIS (Inter-Services Intelligence Series). En la parte inferior izquierda del plano se puede leer que el mapa de Valencia fue realizado por el ejército de EE UU, pero debajo se explica que fue copiado de uno del ISIS a la misma escala (1:10.000). “Entonces los ejércitos británico y estadounidense se intercambiaban la información”, indica.
Pequeña gran leyenda
La leyenda del mapa aporta mucha información. Tanto el de Valencia como el del resto de las ciudades españolas “estaban clasificados como información confidencial”, dice Sanz señalando una esquina del plano desplegado sobre una mesa, junto al también historiador César Guardeño, coautor de la investigación y del extenso y documentado artículo que da cuenta de ella y se publicará próximamente. Las iniciales CB corresponden a confidental books y el número 1811 que también aparece remite a la serie conformada por ciudades españolas.
Sanz y Guardeño apuntan que los británicos calificaron como confidenciales los mapas para proteger a sus informantes de las redes de espías nazis y franquistas en una época en que entrar a una librería y pedir un mapa determinado era sospechoso. No en vano, aquellas tiendas, como los estancos, estaban regentados en España por afectos a la dictadura. Sanz también destaca “la labor vital y callada” de las personas que “se jugaron la vida” pasando información para completar los mapas. “Son héroes anónimos”, afirma.
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