Delafé: “Componer canciones es como hacer magdalenas”
El músico catalán habla de su disco ‘Hay un lugar’
El oficio del grupo Delafé no tiene nada que ver con la pastelería. Sin embargo, su líder sí cree que su nuevo disco, Hay un lugar, se asemeja un poco: “Es como hacer magdalenas: haces una y la acabas. Hacerla toda, pones el azúcar, el papelito y está. No hacer todas las bases, todo el azúcar, no. Uno por uno”, dijo Oscar D’Aniello (Barcelona, 42 años) en Madrid. El músico explica que el método de hacer magdalenas lo aplicaron en sus canciones: hasta que no había una completamente lista, no empezaban a trabajar en la siguiente.
Por eso la creación de todo el disco, el sexto de su carrera, duró dos años. Aunque también porque Carlos Sadness, La Bien Querida o Marta Rodés, algunos de los músicos que colaboraron en el trabajo, tenían a su vez asuntos propios. ¿Entonces fue un trabajo hecho a fuego lento? “Sí, sí, totalmente. En los últimos discos íbamos al estudio y a los 15 días estaba. Este ha sido poco a poco ir construyendo el disco y ver qué te falta, qué te sobra. Con más perspectiva”.
D’Aniello es uno de los miembros de lo que fue Facto Delafé y las Flores Azules. Facto era un miembro, las Flores Azules era otro y Delafé es él. Ahora trabaja con Dani Acedo. Su disco está compuesto por diez canciones (más un minuto de silencio). De ellas, seis ya habían sido estrenadas como sencillos, de manera que solo cuatro son completamente nuevas. “La crítica ha sido buena. A nosotros los músicos, una crítica buena nos pone muy felices. La opinión de los demás es importante”.
Hay un lugar es un canto a los aspectos buenos y malos de una misma situación. No en vano, por ejemplo, las canciones Hay un lugar y Estonosetermina tienen la misma letra, pero la música es diferente. “Una es feliz y la otra es triste. Es como un ying y un yang. Una misma letra, un mismo mensaje, pueden ser más optimistas o más derrotistas, depende de cómo los interpretes. Este disco es tristemente feliz todo el rato”.
La propia caratula del disco apunta en esa dirección: un hombre con la cabeza gacha y la cara protegida sale ileso de un poderoso incendio. La imagen, cuyo original es en blanco y negro, está llena de colores, que se degradan desde el amarillo que está en la parte alta hasta el violeta de la baja. La imagen puede tender a la tristeza: “Este señor que ha pasado por un incendio seguramente volverá a estar en otro incendio en su vida”. Pero D'Aniello cree que en realidad es positiva: “Al final es una portada superluminosa”.
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