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SILLÓN DE OREJAS
Tribuna
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Dos por uno, oferta irrepetible

Tras un año en blanco, esta semana se otorgan no uno sino dos premios Nobel de literatura. Apuesto por la paridad chico-chica

Manuel Rodríguez Rivero
Ceremonia de entrega de los premios Nobel de 2018.
Ceremonia de entrega de los premios Nobel de 2018.PASCAL LE SEGRETAIN (GETTY IMAGES)

1. Academia

Tras el vodevil del pasado año, en que los escándalos sexuales del depredador Jean-Claude Arnault (un Weins­­tein aclimatado a Escandinavia) sacudieron hasta sus cimientos la más célebre institución nacional (bueno, tras Ikea), la Academia Sueca se encuentra con un auténtico chollo: el próximo día 10 concederá no uno, sino dos premios Nobel de literatura, para compensar el vacío de 2018. Dos galardones que abren distintas posi­­bilidades a la purgadísima Academia: a) ponerse al día premiando a dos de los eternos candidatos (el nigeriano Ngugi Wa Thiong’o, el sirio Adonis, la canadiense Atwood, el japonés Murakami, la guada­lupeña Maryse Condé, etcétera); b) apostar por la paridad chico-chica; c) apuntarse con firmeza al rampante MeToo de nuestro Zeitgeist editorial y, si quieres caldo, dos tazas, es decir, conceder el galardón a sendas damas, y d) dar el cante de nuevo y conceder el premio a alguien que no figure entre los favoritos de las casas de apuestas. Solo en este último caso tendría chances mi amigo (o eso espero) Javier Marías, a quien Nicer Odds sitúa en el puesto 16º de los favoritos. La verdad es que, cuando este verano se publicó en el colorín de The New York Times una estupenda entrevista de seis páginas con el autor con motivo de la publicación en EE UU de Berta Isla (Knopf), y las librerías expusieron la novela con honores de alfombra roja, pensé que ya se habían cumplido casi todos los requisitos para que Marías se convirtiera en el sexto español (tras Cela, hace justo 30 años, lo que podríamos considerar justicia poética) en obtener el Nobel de Literatura.

Claro que, como le den el de la Paz al chef José Andrés —presunto rival, apoyado por algún expresidente norteamericano, de la estrella ascendente Greta Thunberg, que además es sueca—, va a haber demasiada paella para los sensibles intestinos escandinavos. En fin, que de acuerdo con mi siempre falible olfato, y teniendo en cuenta cómo están las cosas, me inclino más bien por la paridad chico-chica. Y, ya puestos, les confieso que esta vez coincido con la favorita de las apuestas: la magnífica poeta canadiense Anne Carson, de cuyo sorprendente libro La belleza del marido, subtitulado, Un ensayo narrativo en 29 tangos, acaba de publicar Lumen una nueva traducción (de Andreu Jaume). En cuanto a su probable partner masculino, lo único que les pediría respetuosamente a los traumatizados jurados es que procuren no dárselo a alguien como José de Echegaray (1904) o Henrik Pontoppidan (1917), olvidables donde los haya.

2. Relevo

No soy (todavía) ni un autor “autóctono” de Anagrama, ni tampoco uno internacional, ni formo (por ahora) parte del staff de Feltrinelli, su actual propietario. De modo que, cuando llegué a la fiesta conmemorativa de su primer medio siglo, hice la cola ante el cartel “colegas y amigos”, mucho más amplia y atrabiliaria. Allí estaban casi todos, incluso apareció, cual dea ex machina, la calidoscópica Ana Colau, a quien el gran William Epson habría dedicado con gusto su seminal ensayo Siete clases de ambigüedad (1930, Fondo de Cultura), dado su taimado uso de la dilogía en el discurso político. En el Principal del Eixample, antigua residencia de los Carandell, había tanta gente que, por un momento, me vino a la cabeza la multitud que fluía sobre el puente de Londres en Tierra baldía, solo que aquí estábamos todos bien vivos.

Las estrellas eran Herralde, claro, probablemente el mejor y más influyente editor español vivo (y por muchos años), y mi admirada Lali Gubern, que tanto ha contribuido a su éxito. Lo mejor de ambos es su catálogo: literalmente, 536 páginas —ojo con que se le caiga sobre el pie— en las que se detallan los casi 4.000 libros que han publicado, de los que me llevaría a una isla desierta al menos el 10% (incluido alguno agotadísimo de Oscar Masotta y, por supuesto —ya fuera de catálogo—, los dos o tres archivadores que conservan la sabrosísima correspondencia con Marías: en sí mismos, una novela inédita). Hablaron Carlo Feltrinelli, el boss, Silvia Sesé, la sucesora, que descubrió a Stieg Larsson y dio a ganar a Planeta una fortuna, y el propio Herralde, el héroe de nuestro tiempo. Hacía calor húmedo y barcelonés y la gente hablaba a gritos entre cava y sushi. Lo que no impidió que muchos nos diéramos cuenta de que, de algún modo, la fiesta culminaba la etapa Anagrama-Herralde e inauguraba simbólicamente la de Anagrama-Feltrinelli. Aunque, aparentemente, todo siga igual para que (quizás) todo cambie, como es la norma. Felicidades, amigos y/o colegas.

3. Jóvenes

Casi no me queda espacio, de modo que, casi telegráficamente, les recomiendo dos novelas destinadas, la primera, a lo que en la taxonomía editorial se conoce como “lectores autónomos”, y la segunda, a jóvenes adultos, dos sectores del lectorado no siempre bien atendidos. Con La princesa manca (ahora con ilustraciones de Mo Gutiérrez Serna), Kalandraka recupera (original de 1995) una historia maravillosa de Gustavo Martín Garzo en la tradición de las grandes narraciones infantiles de antaño. El río baja sucio (9 de octubre), de David Trueba, es una estupenda novela de iniciación que cuenta retrospectivamente la peripecia de dos amigos durante unas vacaciones familiares de Semana Santa en las que, junto con una serie de personajes muy bien diseñados (una madre divorciada, otra viuda con novio, un expresidiario misterioso y su hija rebelde), se enfrentan a un caso de corrupción medioambiental y, de paso, a ese tipo de conflictos que contribuyen a dar un definitivo portazo a la adolescencia y a ingresar en la madurez. Y todo contado con la trabajada sencillez y luminosidad de la prosa de Trueba.

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