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Crítica | Blinded By The Light
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La autoayuda de Springsteen

Chadha desaprovecha el preocupante ascenso en aquellos años del nazi Frente Nacional, y resulta pedestre en la filmación de los contados momentos de musical clásico

En vídeo, Nell Williams y Viveik Kalra, en 'Blinded By The Light'.
Javier Ocaña

Cuarta película en unos meses copada por las canciones y el aura de una estrella de la música rock tras Bohemian Rhapsody, Rocketman y Yesterday, Blinded By The Light (Cegado por la luz) es la hermana mustia y poco agraciada de las producciones sobre Queen y Freddie Mercury, Elton John y los Beatles, más o menos brillantes en su indagación de la letra y el espíritu vital de sus artistas, pero sin duda irresistibles en su aspecto puramente musical. Bruce Springsteen no ha tenido esa suerte, o quizá ni siquiera haya querido buscarla, porque da la impresión de haberse quitado un tanto de en medio de una producción equivocada en casi todo.

BLINDED BY THE LIGHT

Dirección: Gurinder Chadha.

Intérpretes: Viveik Kaira, Kulvinder Ghir, Nell Williams, Aaron Paghura.

Género: musical. Reino Unido, 2019.

Duración: 114 minutos.

Inspirada en las memorias del periodista Sarfraz Manzoor, el nuevo trabajo de Gurinder Chadha aborda las canciones de Springsteen como método para la autoayuda personal de un adolescente británico de ascendencia paquistaní, que sufre un degradante entorno social y familiar en la Inglaterra conservadora de Margaret Thatcher de 1987. Sin embargo, ni los personajes de las películas de Chadha han destacado nunca por la complejidad ni la música del autor de Born In The USA parece encajar en los desfasados espacio y tiempo en los que se desarrolla el relato, por mucho que se explicite en el texto unas cuantas veces que sus letras son imperecederas y universales. Y lo son, pero en la película nunca confluyen espíritu social, estética y canciones, la mayoría de ellas sin subtitular pese a la insistencia del valor de sus letras para el desarrollo de la personalidad del protagonista.

Como ya le ocurría a Quiero ser como Beckham, con la que Chadha conquistó a medio mundo gracias a su esencia futbolística pionera y a un loable activismo feminista, los roles están compuestos a base de trazo grueso y sus ínfulas sociales son de una pálida levedad. Y el mejor ejemplo de ello es el tratamiento del ultraconservador padre de familia, un ogro infumable durante toda la película, desperdiciando los aspectos más complejos de su personalidad (su condición de sufridor en paro), y al que a la hora del desenlace se le ofrece una inverosímil redención simplemente porque es lo que toca en una producción de intenciones agradables y acariciadoras.

Chadha desaprovecha el preocupante ascenso en aquellos años del nazi Frente Nacional, y resulta pedestre en la filmación de los contados momentos de musical clásico, con dos secuencias en las que no llegan ni a converger los bailes y los ritmos de las canciones. De modo que finalmente la mínima implicación de Springsteen en la película ejerce de perfecta figura retórica, reflejada en la modestísima fotografía con la directora y el cantante junto a los créditos finales: medio borrosa y de colores apagados, podría ser la de cualquier fan, hecha a toda prisa durante un encontronazo en la calle.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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