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Crítica | Angry Birds 2: La película
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Animación por reiteración

Los gags de la película acaban conformando una historia que se podría contar en dos frases

Javier Ocaña
Fotograma de 'Angry Birds 2: La película' con parte de los personajes de la película de animación.
Fotograma de 'Angry Birds 2: La película' con parte de los personajes de la película de animación.

El principal daño colateral del, en general, buen momento en taquilla de la animación estadounidense es que demasiadas películas parecen la misma. Comprobada la eficacia comercial de unir a chicos y grandes con semejantes peculiaridades narrativas y formales, las distintas productoras acuden una y otra vez a la premisa del pueblo de feliz placidez que ve amenazada su idiosincrasia por la llegada de un enemigo exterior; al retrato de caracteres donde no puede faltar el habitual perdedor que se hace célebre tras escapar de su caparazón de soledad y no solo salir airoso sino heroico; a los secundarios plenos de comicidad y extravagancia; a la colección de canciones pegadizas que subraya a cada instante los sentimientos de los personajes y las características de las situaciones.

ANGRY BIRDS 2: LA PELÍCULA

Dirección: Thurop Van Orman, John Rice.

Género: animación infantil. EE UU, 2019.

Duración: 96 minutos.

Da igual que estemos viendo Los pitufos que Los Minions que Home: dulce hogar que Hotel Transilvania que Madagascar. Demasiados aspectos se parecen demasiado, y mientras alguna producción alcanza cierta brillantez en aspectos puntuales, otras se saben segundonas y, sin el menor sentido del riesgo, se conforman con alcanzar la simpatía. Justo el caso de Angry Birds 2: la película, secuela de la producción de 2016 nacida a partir del videojuego homónimo, que a pesar de sus malas críticas debió salvar números con creces. Con nueva pareja de directores al mando, Thurop Van Orman y John Rice, quizá se sitúe un escalón por encima en cuanto a calidad.

Como mandan los cánones, las dos islas enfrentadas en la primera entrega, la de los pájaros que no vuelan y la de los cerdos verdes, ahora en paz, ven de nuevo amenazada su tranquilidad por una tercera isla y deben luchar por mantener la paz. Con los habituales guiños cinéfilos (otra más de las reiteraciones narrativas animadas), esta vez más bien obvios y ya vistos (la pelota contra la pared del presidiario de La gran evasión; el “vamos a necesitar un barco más grande” de Tiburón, en versión tirachinas…), e incluso juegos musicales con las canciones y los referentes (I don’t want to wait, de Paula Cole, la canción inicial de Dawson crece, para sonorizar y remarcar el espíritu de un flashback adolescente), Angry Birds 2 es demasiado desigual con unos gags que, casi por acumulación, acaban conformando una historia de apenas unos hilos, que se podría contar en dos frases.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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