La capital de España que se proyectó en un pueblo de Zaragoza
El arquitecto Nicolau Rubió propuso en 1931 convertir el municipio aragonés de Utebo en una "ciudad neutra" que albergara el centro administrativo y político del Estado
Dice Jaime Latas que esta historia la oyó de pequeño como si de una leyenda se tratara. “Era como una tradición oral: decían que durante la República iban a poner aquí la capital”, explica el presidente del Grupo de Historia de Utebo. Latas es una excepción, porque muy pocos en este pueblo zaragozano saben del plan que el arquitecto Nicolau Rubió i Tudurí presentó en 1931 para construir en este llano a orillas del Ebro una nueva capital de España: Iberia.
Rubió (Maó, Menorca, 1891 — Barcelona, 1981) se encontraba en lo más alto de su carrera cuando sorprendió con su “proyecto de capital federal”: desde 1916 era el director del Servicio de Parques y Jardines de Barcelona; ajardinó la montaña de Montjuic —bajo la dirección del paisajista francés Forestier— y el palacio de Pedralbes; diseñó los hoteles de la plaza España de Barcelona o el pabellón de Radio Barcelona en el Tibidabo; formó parte de la ordenación del Ensanche y de una planificación urbana de Cataluña por encargo de la Generalitat. Rubió era sobre todo un intelectual inquieto que también pintaba, escribía novela, teatro o tratados de caza en África, su otra gran pasión.
Rubió presentó la maqueta de Iberia en julio de 1931 en una exposición de la Asociación de Arquitectos de Cataluña; los detalles del proyecto los avanzó en un artículo en la revista Mirador: “Una república federal no puede tener por capital una ciudad acostumbrada a quinientos años de centralismo. Una capital moderna debe ser una ciudad gerencia, y no eso que se llama una gran ciudad”. Su modelo, explicaba Rubió, eran Washington, Canberra o Nueva Delhi.
Rubió justifica vagamente la localización, por el simbolismo de estar situada junto al Ebro y por su ubicación “neutral”: desde Utebo hay prácticamente la misma distancia a Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Latas y Walter Espada, técnico cultural del Centro Cultural Mariano Mesonada, especulan con que Rubió descubriera Utebo porque su torre mudéjar fue uno de los iconos de la Exposición Internacional de 1929 (Rubió estuvo implicado en la planificación del acontecimiento). La réplica de la torre de Utebo que se construyó para la Exposición continúa en pie, en el Pueblo Español de Montjuic.
Iberia sería una ciudad funcional y sin personalidad. “España necesita para su república federal una capital nueva, organismo construido para la eficiencia de las funciones de gobierno, sin complicaciones de una gran ciudad, sin industria, sin comercio independiente, sin personalidad. Debe ser una ciudad neutra, habitada por funcionarios y por representantes de las actividades federales”, escribió Rubió. La nueva capital dividía la zona de trabajo y sedes del poder judicial, legislativo y ejecutivo —además de las embajadas— de los barrios residenciales y de una estación de tren y aeropuerto. Antonio Pizza, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), remarca en un ensayo de 1993 que el aeródromo de Iberia evoca al mítico Tempelhof de Berlín, pero con la particularidad de anunciar “en letras colosales, sobre la pista de aterrizaje, el nombre de la ciudad”.
Iberia no debía tener más de 150.000 habitantes y no se permitiría el uso del vehículo privado: “No existen casi calles, solo zonas de paseo, ni el transporte privado”. El sistema de transporte sería una red de metro subterránea y una línea aérea, probablemente un teleférico. De los edificios, Rubió solo especifica que serán de altura —el más alto, un hotel, de 240 metros— y de una “simplicidad y monotonía a ultranza. Se estandarizarán todos los elementos de la construcción”. Iberia tenía que ser “la traducción en cemento y hierro de una estructura política. No es un proyecto para gustar”, resumía el autor. El Colegio de Arquitectos de Cataluña desconoce qué ha podido ser de la maqueta y de los planos de Iberia.
Catalanista convencido
La vertiente política de Rubió es clave para comprender el experimento. Rubió era un catalanista convencido. Militó brevemente en 1922 en Acció Catalana, un partido que acogió a desencantados con la moderación de la Lliga Regionalista de Francesc Cambó. Uno de sus hermanos, Marià Rubió i Tudurí, fue destacado dirigente de ERC. Rubió se trasladó en 1937 a París y durante la Guerra Civil sirvió como delegado de la Generalitat en Francia. Volvió a España en 1946 para dedicarse, discreto, sobre todo a proyectos de paisajismo para particulares.
Iberia responde también a un momento de Rubió en el que se distancia de sus tesis a favor de la ciudad jardín, según explica Carlos Sambricio, catedrático de Historia de la Arquitectura, en un estudio de 1996, el único análisis específico sobre Iberia publicado. “La ciudad jardín no es la solución porque aleja a las personas de los avances de la ciencia. Se opta por un modelo de ciudad aglomerada, de la que la manifestación típica era el rascacielos. Estos ofrecen mayores ventajas para la organización científica del trabajo”, dice Sambricio. Magín González, arquitecto de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, publicó en 1931 un análisis que describía a Iberia como una reacción contra el metropolitanismo de Le Corbusier: “Contra esta urbana patológica elefantiasis se ha ideado una nueva tendencia, la cual pretende limitar el crecimiento de las ciudades mediante la fijación absoluta del trazado y del número de habitantes”.
El Ayuntamiento de Utebo confirma que nada se construyó de aquel plan. Ramon Grau, antiguo responsable de proyectos del Archivo Histórico de Barcelona y conocedor de Rubió, opina que Iberia era “un proyecto muy poco consistente”. Y asegura: “Lo entiendo más como un globo sonda en la nueva coyuntura política española que como algo pensado seriamente”.
Utebo tenía unos 2.500 vecinos en 1930; hoy cuenta con 18.500 habitantes y su enclave estratégico le ha permitido desarrollar una sólida economía industrial. “No fuimos capital de España, pero vino la General Motors", dice Latas, refiriéndose a la planta que tiene el fabricante de automóviles Opel en la vecina Figueruelas. “Pero es que, además, ¿quién iba a pagar eso?”, añade, escéptico, el historiador de Utebo.
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