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Blogs / Cultura
Elemental
Coordinado por Juan Carlos Galindo

Nueve recomendaciones de novela negra para la recta final de la Feria del Libro

'Thrillers', criminales de medio pelo, 'true crime literario' y un par de sorpresas españolas, entre los elegidos

Juan Carlos Galindo
Getty Images

La Feria del Libro está funcionando de maravilla gracias en parte a que no ha llovido, a que empezó un 31 con las nóminas enteras y a otra serie de razones entre las que podemos incluir la resiliencia del libro como formato. Así que vamos a recomendar una serie de novelas negras para rematar la fiesta para esta recta final. Hay muchas, he leído muchas. No están todas las que hay. Tampoco todas las que he leído. Por el camino se han quedado, como siempre, varias que no merecen ser recomendadas. Pasen y lean.

Sin dejar rastro, Haylen Beck (Salamandra Black, traducción de Patricia Antón de Vez). Una mujer que decide huir de su marido, de sus sofisticados maltratos psicológicos, de la miseria en la que vive, y se lleva con ella a sus dos hijos (Sean y Louise, de once y seis años) en lo que parece, por poco tiempo, una road movie y que se transforma, con un ritmo perfecto, en una pesadilla. El planteamiento de las 100 primeras páginas es impecable: tenemos a las víctimas, los ogros, los brazos ejecutores y hasta un héroe misterioso. Lejos de conformarse con esto, Beck, pseudónimo del autor Stuart Neville, nos adentra en un mundo de gentuza de primer nivel, abusadores y corruptos. En la descripción del caso de maltrato, en el flash back que lo cuenta todo, sentí el vértigo que experimenté al leer la historia del hundimiento personal de la protagonista de Tras la caída de Lehane. El personaje de Danny Lee da al bando de los buenos el peso necesario y hay algunos secundarios memorables. Un thriller de primera en el que cada personaje tiene sus motivaciones. Piensen dos veces antes de juzgar.

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El hombre que volvió a la ciudad, George Pelecanos (RBA, traducción de María Cristina Martín). Pelecanos vuelve a la novela después de una década en la televisión y el cine. Y es de agradecer. Un inicio que usa un personaje totalmente lateral para, y eso lo entendemos pronto, llegar al protagonista de una forma original deja muy claro que Pelecanos no ha perdido ninguna de sus habilidades. La historia clásica del hombre que quiere reformarse pero no se quita de encima la losa de su pasado criminal adquiere aquí grandes dimensiones. Es una delicia ver cómo abre el foco, al estilo Richard Price, cómo te lleva a través de Michael Hudson - joven criminal que busca la redención a través de los libros y el trabajo- por la sociedad estadounidense de hoy, qué bien imbricada está con todo esto una trama criminal que tiene a un abogado y un expolicía haciendo justicia al precio que sea como grandes coprotagonistas. Racismo, clasismo y la epidemia de las drogas en EE UU son los otros grandes temas que aparecen pero tratados con cuidado, sin discursos, apelando a un lector inteligente. Todos los personajes hacen cosas difíciles de justificar porque Pelecanos busca que el lector no esté tranquilo con lo que piensa de ellos. Sabes que todos van a perder, que el final va a dejarte mal cuerpo, que la vida no es justa. Pero eso, amigos, hay que saber contarlo y Pelecanos, bienvenido de vuelta maestro, lo clava.

Las dos caras de la verdad, Michael Connelly (ADN, traducción de Javier Guerrero). Es muy complicado, por no decir imposible, elegir una novela de la amplia producción del maestro Connelly como la mejor. Diremos entonces solo que esta vigésima entrega de la serie de Harry Bosch está al nivel de las mejores, que sorprende ver la forma en la que se encuentra nuestro querido policía a unas alturas a las que otros hace tiempo que han tirado la toalla o han entrado en la inanidad. Bosch envejece pero no aburre. Como si necesitara nuevos retos, Connelly pone a Bosch ante dos tramas que por sí solas valdrían a cualquiera menos ambicioso para una novela. Por un lado, revive el caso de Preston Borders, uno de los míticos de su carrera, que ahora se ha vuelto en su contra, porque el pasado siempre vuelve. Por otro, Bosch se ve metido en una trama terrible que va del menudeo de la droga a las grandes mafias que controlan las nuevas formas en las que se dan las viejas adicciones. Hay también apariciones estelares (Lucía Soto, Edgar) que harán las delicias de los fans de la serie. Sin embargo, si hay alguien que no ha leído ninguna y empieza por esta se va a sentir en casa, ante un policial de libro, ante una historia que mantiene a Connelly como nuestro Balzac.

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Belleza roja, Arantza Portabales (Lumen). Leo esta obra de una autora que no conocía con el cansancio de un atracón de thrillers (no todos están aquí, no todos me han gustado ni de cerca y de ahí el hartazgo) y con la curiosidad de saber cómo había terminado en Lumen bajo la lupa de la editora María Fasce. Y me encuentro con un thriller muy sólido y ágil, que avanza guiado por la mano de una profesional curtida en los relatos breves y microrrelatos, que tiene un estilo directo y unos diálogos que suenan reales (ni son muy ingeniosos ni muy brillantes, porque la gente no suele serlo). La muerte de una joven de clase alta en su casa durante una fiesta deja solo a seis posibles culpables (¿les suena?) y sirve de excusa a la autora para desarrollar un procedimental impecable en el que nos va mostrando las carencias de un grupo de personajes bien trazados. Santi, el policía que investiga, es agresivo y tiene un punto desagradable, pero es un profesional. Su compañera Ana es una novata que sufre y lucha, un personaje bien explotado. Los sospechosos, incluidos los padres de la víctima, son los seis distintos tipos de pijos con buenas dosis de miseria moral y psicológica encima. La autora se resiste a dar saltos mortales y resuelve bien el que puede ser uno de los thrillers del verano.

La ceguera del cangrejo, Alexis Ravelo (Siruela). El autor vuelve a la novela negra pero se aleja de las historias de pequeños criminales fracasados con las que tan bien jugó en La estrategia del pequinés o Las flores no sangran para firmar una novela de investigación clásica y llena de virtudes. Un militar llega a Lanzarote para investigar la muerte de su novia, que andaba haciendo una tesis sobre César Manrique, el gran arquitecto de ese paraíso, el artista, el hombre que cambió la apariencia y la vida de la isla para siempre. Y también un luchador contra el turismo masivo y estúpido que se hizo muchos enemigos. A partir de aquí, una trama perfecta nos va mostrando la sociedad de la isla, las inquinas, los deseos de unos cuantos- no tan pocos- de que el legado de este hombre se diluya hasta la gran pregunta. ¿Fue solo un accidente o la muerte de esta mujer tuvo que ver con algo que descubrió sobre Manrique? Les dejo que lo averigüen.

La red púrpura, Carmen Mola (Alfaguara). Continuación esperada de La novia gitana, esta novela sigue con los mismos personajes y virtudes que hicieron un éxito de la primera. Seguimos sin saber quién es la/el/los que está/n detrás de esta serie pero está claro que saben de guion y que saben lo que se hacen. La inspectora Elena Blanco camina con paso firme por la cuesta abajo emocional a la que llegó, hace años, tras el secuestro de su hijo. Pero ahora esa destrucción interior se traslada al trabajo en uno de los aspectos mejor llevados de la novela. La trama, como en la anterior, roza lo inverosímil pero se desarrolla con solvencia y se adentra de manera terrorífica. Y está muy bien que en un thriller los expertos tipo CSI se llamen Mariajo y Cesca, la verdad. El mundo barriobajero está bien retratado y las relaciones entre los personajes de la unidad especial de la policía también. Me cuesta algo más pasar por algunas frases muy explícitas, redundantes e innecesarias.

No cerramos en agosto, Eduard Palomares. Hay en esta novela negra barcelonesa de nuevo cuño un clásico recorrido por los barrios de la ciudad, los de la clase alta y los demás, en busca del clásico desaparecido (en este caso desaparecida), con resonancias a Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. Una primera novela que muestra a un autor muy cultivado en el género como lector y que parte de un punto original. En este caso no tenemos a Carvalho recorriendo las calles y los bares de Barcelona ni a Petra Delicado peleándose con medio mundo. No. En No cerramos en agosto se trata de Luis Viassolo, un pringadete de 25 años que siempre ha soñado con ser detective y que entra de becario en una agencia. Tiene mucho a favor esta historia que, como bien dicen desde la editorial, es novela negra “luminosa”: la investigación está bien llevada, el tono amable sienta bien y es muy hábil a la hora de recorrer el mundo de los detectives, y sus miserias, a través de la mirada desencantada de un joven precario. También hay una descripción de la Barcelona agobiada por los turistas y transformada por la gentrificación que toma más fuerza cuando se relaciona, de nuevo Montalbán, directamente con una trama que Palomares sabe rematar y que incluso nos regala una sonrisa en la escena final.

Un true crime y la miseria irlandesa

La poeta y el asesino, Simon Worral (Impedimenta, traducción de Beatriz Ansón). Ahora que el true crime está de moda nos llega este libro que ahonda en una de las historias más fascinantes de los últimos tiempos: Mark Hofmann, uno de los mejores si no el mejor falsificador literario del mundo, y su capacidad para engañar a expertos, forenses del FBI y miembros de la iglesia de los mormones (a la que casi destruye con sus falsificaciones). Cualquiera hace un libro con ese historión, dirá más de uno. Pues no lo sé, pero desde luego no un libro así. Contado desde la perspectiva del thriller en el que lo que el lector se pregunta siempre es cómo ha llegado el protagonista donde ha llegado, La poeta y el asesino es el fruto de años de trabajo e investigación tras los que, al estilo de David Grann, Worral plasma con gran estilo literario una historia fascinante.

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Gene Kerrigan. Sí, amigos, así, en general, me atrevo a recomendarles cualquiera de las tres novelas que Sajalín ha publicado de este antiguo periodista metido a gran cronista de la Irlanda contemporánea a través de la ficción. El coro de medianoche, Delincuentes de medio pelo y Furia son tres ejemplos de novelas en las que la descripción de los bajos fondos, acompañada de una trama casi perfecta, ofrecen espectáculo y crítica a partes iguales. Delincuentes que aspiran a más, policías dispuestos a hacer trampa para atrapar a los malos, criminales de cuello blanco y algún personaje honrado forman la panoplia de gentes con la que Kerrigan puebla sus relatos criminales. En Furia, por ejemplo, hay una descripción de un atraco a un furgón que es una delicia. Hablaré más de estos libros, noir del bueno, que nos llegan gracias al empeño de una editorial pequeña pero acertada en sus apuestas. 

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Sobre la firma

Juan Carlos Galindo
Es responsable de la sección de Pantallas y, además, escribe sobre libros en Cultura y Babelia y coordina el blog de novela negra Elemental. Lleva en EL PAÍS desde 2008. 'Hontoria' es su primera novela, publicada por Salamandra en 2023.

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