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Las donaciones dan nueva vida a los museos

Las contribuciones privadas compensan la escasez de fondos de los centros públicos para nuevas compras. El Reina Sofía solo dispone de un millón de euros (en 2010 eran 15 millones), y el Prado no cuenta con nada

'Marquesa de la Espeja', de Federico Madrazo (1852).
'Marquesa de la Espeja', de Federico Madrazo (1852).Museo del Prado

Cuando Manuel Borja-Villel se hizo cargo del Reina Sofía en enero de 2008, el museo tenía un presupuesto de ocho millones de euros para compras destinadas a enriquecer la colección permanente, una cantidad que creció hasta los 15 millones en 2010. Han pasado los años y la crisis, con sus temidos ajustes, le han dejado con un solo millón para adquisiciones.

Peor lo tienen en el Museo del Prado, donde el presupuesto para compras tiene una cifra lamentablemente redonda: cero euros. Sin embargo, pese a esa caída en picado del dinero disponible y pese a que los precios del mercado aumentan de manera enloquecida, lo cierto es que ambos museos nacionales siguen ampliando sus fondos gracias a las donaciones privadas. Se trata de un mecenazgo que, en su mayor parte, no exige contrapartidas y que ha aumentado de manera muy llamativa durante los últimos años; más del 60% de las obras que entraron en los museos vinieron de manos privadas y, en su mayor parte, prefirieron no acogerse a la ley de mecenazgo.

Es un fenómeno similar al que se vive en los grandes museos parisienses, aunque allí las arcas públicas sean algo más generosas. En 2018, el Pompidou dispuso de dos millones de euros y el Louvre, de cinco. En el Museo del Prado, las donaciones privadas eran prácticamente inexistentes hasta hace poco tiempo. Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación de la pinacoteca, asegura que durante mucho tiempo los ciudadanos no sentían ningún respeto por el museo.

'Oratorio de san Jerónimo', de Juan de Juanes (1560).
'Oratorio de san Jerónimo', de Juan de Juanes (1560).Museo del Prado

Es un sentimiento que se empezó a transformar a partir de la llegada a la dirección en 1996 de Fernando Checa, se consolidó con Miguel Zugaza y prosigue actualmente con Miguel Falomir. “La estabilidad y el cambio de talante han logrado la confianza y el cariño de los ciudadanos. Creo sinceramente que la gente percibe este museo como algo propio. Es de todos. No del Gobierno ni de Madrid. Ese nuevo sentimiento, patriotismo bien entendido, hace que todos quieran colaborar en la medida de sus posibilidades tal como se demostró con la campaña de micromecenazgo para adquirir Retrato de niña con paloma, del pintor francés Simon Vouet. El coste fue de 200.000 euros y los conseguimos antes de lo previsto”, señala Falomir.

Otro ejemplo de ese afecto popular por el museo quedó plasmado en el testamento de la profesora Carmen Sánchez García. Miembro de la Fundación de Amigos del Museo del Prado desde 2003, legó al museo 800.000 euros y una casa en Toledo (140.000 euros) “para la adquisición y restauración de cuadros”. Con ese dinero han adquirido ya varias piezas: Alegoría de la templanza (1513-1516), de Alonso Berruguete (170.000 euros), un autorretrato del pintor flamenco del Renacimiento Pedro de Campaña (175.000 euros) y la primera obra atribuida a la pintora Mariana de la Cueva Benavides y Barradas, San Francisco arrodillado en meditación, firmado y fechado (1664) en un papel al pie del santo (1.300 euros). Esta última obra —adquirida en subasta, sobre la que el Estado ha ejercido el derecho de tanteo y retracto— permite al museo incrementar la presencia de obras de mujeres y reconstruir la biografía de una pintora del siglo XVII de la que muy poca cosa se sabe. En el taller de restauración, los expertos encontrarán seguro las claves de su pintura.

Todo lo que entra en el Prado es vía donación porque, asegura el director adjunto, por extraño que pueda sonar, su presupuesto es cero euros. Nada. El centro, por sí mismo, tampoco se puede personar en subastas porque los tiempos de la burocracia no coinciden con los de las ventas. La Fundación de Amigos del Museo del Prado (FAMP, con 38.000 socios) y la de los Amigos Americanos desempeñan un papel determinante en la entrada de donaciones y en las subastas.

Un afecto que vale 2,4 millones en Bilbao

Sin Ley de Mecenazgo que incentive fiscalmente la generosidad de los donantes, los responsables de varios museos consultados por este diario coinciden en afirmar que hay un sentimiento de puro afecto hacia el centro beneficiado. Miguel Zugaza, director del Bellas Artes de Bilbao, una institución creada a base de donaciones, insiste en esa idea. “Tenemos coleccionistas orgullosos de regalar a este museo obras muy importantes para ellos y que no les cuesta desprenderse de ellas porque prefieren beneficiar al que consideran que es su museo”.

Con 300.000 euros anuales para compras, Miguel Zugaza ha recibido el pasado año donaciones por valor de 2.419.935. Una de ellas es la imponente escultura

Bilbao

(1983), de Richard Serra, valorada en dos millones de euros y entregada por los nietos de Martín García-Urtiaga y Mercedes Torrontegui.

Una de las obras más espectaculares recién llegadas por la vía de la FAMP es un bellísimo altar portátil de cuatro tablas, Oratorio de san Jerónimo penitente (hacia 1560), de Juan de Juanes, conseguido por 31.348 euros en la casa de subastas Segre. De los Amigos Americanos, el último regalo fue Retrato de Felipe III (1634-1635), de Velázquez, obra donada por William B. Jordan.Andrés Úbeda explica que todo el equipo del Prado está muy atento a las oportunidades que puedan salir al mercado. “Nuestra obligación es saber dónde están las obras que nos puedan interesar y hacer seguimiento por si podemos participar en cualquier operación”.

A veces les basta con hacer llegar sus deseos a los oídos de un generoso coleccionista. Así ocurrió con el lienzo de La marquesa de Espeja (1854), de Madrazo, adquirido por 300.000 euros y regalado al museo por la empresaria y coleccionista Alicia Koplowitz a comienzos del año pasado. Las donaciones a veces van más allá de las puras obras. Una de las últimas, vía FAMP, ha sido una máquina de refractografía infrarroja (55.000 euros), imprescindible para un taller de restauración considerado como el mejor del mundo.

El director adjunto asegura que las donaciones llegan sin exigir más contrapartida que la exposición de la obra. Solo en una ocasión, que él recuerde, la familia del coleccionista pidió que su nombre apareciera en la sala: José Luis Várez Fisa. Había donado en 2013 un conjunto de obras valoradas en 22.780.000 euros.

La donación tiene que ser aceptada por el Patronato del Prado y, por el momento, carecen de un protocolo de aceptación, como en cambio sí tienen otros museos. “Somos una colección histórica y es difícil que entre material dudoso. No me consta ninguna reclamación por problemas de propiedad. De todas formas, el próximo año celebraremos un congreso sobre restituciones”, añade Úbeda.

En el Reina Sofía, durante el pasado año, pudieron comprar 192 obras y recibieron 555 como donaciones privadas, a las que hay que añadir 162 piezas en depósito llegadas a través del patronato del museo, la Asociación de Amigos y la Fundación Museo Reina Sofía, creada en 2012 para suavizar los efectos de la crisis en las arcas del centro. Manuel Borja-Villel, su director, consiguió que los pesos pesados del Ibex estuvieran en el órgano de dirección del museo y que la venezolana Patricia Phelps de Cisneros arrastrara a la fundación a grandes fortunas latinoamericanas coleccionistas de arte contemporáneo.

¿Existe el peligro de que los donantes marquen las líneas de las colecciones públicas? Borja-Villel asegura, tajante, que no, ya que a través de la dirección y de su equipo asesor, la fundación tiene unas directrices claras: obra gráfica latinoamericana, fotografía, fotolibros y performances. Aunque les llegan ofertas, no tienen interés en repetir con piezas de colecciones mainstream. “En un museo como este no queremos nombres de moda que todo el mundo tiene. Buscamos piezas muy específicas y puedo asegurar que, gracias a la fundación, en arte latinoamericano contemporáneo hemos logrado un conjunto de primera”, asegura.

El perfil de los donantes del Reina tiene mucho que ver con dos mujeres que son imprescindibles para la vida del museo, según su director: Patricia Phelps de Cisneros y Helga de Alvear. Phelps ha hecho dos grandes donaciones al centro, pero es responsable como mediadora de muchas otras. La galerista Helga de Alvear, prestadora habitual, no duda en responder a las necesidades del museo tirando de su propio talonario. Dos ejemplos recientes son una pieza del artista conceptual alemán Franz Erhard Walther (300.000 euros), y otra del suizo Rémy Zaugg (100.000 euros).

El director señala a otras mujeres que han sido muy generosas con el Reina Sofía: la coleccionista Marga Sánchez, la galerista Soledad Lorenzo y Elena Asins, que dejó en herencia más un millar de obras.En el Reina, solo en un caso los donantes pidieron algo más que exponer las obras. Como los Várez Fisa en el Prado, la familia Autric-Tamayo, que entregó alrededor de 650 fotografías de 13 fotógrafos del grupo AFAL, pidió que su nombre figurase en una sala. “El Estado no acepta condiciones en las donaciones”, explica Borja-Villel, “pero puede asumir alguna petición razonable, como era el caso”. ¿Hay donaciones calificables de tóxicas en el museo?

Borja-Villel asegura que no le consta, y añade que tampoco ha sufrido reclamaciones por cuestiones de propiedad. “La única reclamación fue la del mural Guernica por parte del Prado. Que yo sepa, la única pieza conflictiva es el picasso [Cabeza de mujer joven] que la policía judicial requisó a Jaime Botín en 2015. Lo depositaron, sellado y precintado, en nuestros almacenes hace un año, y ahí sigue tal cual”.

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