Los hijos apátridas
András Forgách intenta armonizar en una novela sobre su madre la aproximación filial con la mirada externa de un cronista
Escribir sobre la madre es siempre un asunto espinoso. Puede ir desde la hagiografía que cause vergüenza ajena hasta un ajuste de cuentas que tampoco sea agradable. El término medio es una cuestión de ágil orfebrería. András Forgách (Budapest, 1952) intenta armonizar lo subjetivo con lo objetivo, la aproximación de hijo con la mirada externa de un cronista. Cuenta con la ayuda de cientos de informes redactados por el servicio secreto húngaro y por su madre, Bruria, reclutada en los años setenta cuando su marido dejó de ser útil para el servicio.
El abultado expediente sobre las actividades de la pareja de ascendencia judía, que dejaron “la atmósfera deprimente de Israel” para vivir en un no menos deprimente Budapest, vertebra este libro inusual escrito por un hijo aún perplejo. La estructura en tres partes es un tanto desigual. La primera, que ocupa más de dos terceras partes del libro, resulta más lograda y a veces brillante gracias al desapego de un narrador anónimo. A base de episodios cronológicos se nos muestra a Bruria en sus encuentros con los oficiales de la policía secreta, así como diversos informes en los que se cuela ese “fétido, podrido mundo de palabras, dentro del cual era imposible hablar claro”. Son pinceladas muy certeras acerca de una mujer que debía cuidarse de la familia y de conversaciones del padre con su hijo, el propio András. Hijo que en los años finales del antiguo espía comprueba que “no hay palabra humana para el cuerpo que ha roído el miedo”.
La segunda parte está en verso y no añade mucho al “expediente” en sí. En cambio, la última es la propia visión de Forgách de la historia familiar, del “extremado fervor ideológico” de sus padres, y un retrato más íntimo de esa “mujer mosaico” que fue Bruria. Hay un continuo vaivén pendular entre la necesidad de “entender” a aquellos delatores, antisionistas hasta la médula, y la conciencia “actual” de que su actividad “contribuía a mantener viva una dictadura burocrática corrupta y mezquina”. Esa tensión es interesante y la vive el lector. Ahora bien, entre el sinsentido y la justificación, amén de la insania que tiñe la historia familiar, uno espera una compasión que resuelva el conflicto y que no acaba de llegar.
El expediente de mi madre. András Forgách. Traducción de Teresa Ruiz Rosas. Anagrama, 2019. 384 páginas. 19,9 euros.
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