Olivier Assayas se ríe de la vanidad de las redes sociales
El director francés indaga en las relaciones digitales en ‘Dobles vidas’, antes de filmar ‘Red Avispa’, una de espías con Penélope Cruz
Olivier Assayas (París, 64 años) habla como algunos de sus personajes: a chorro, sin casi respirar, amontonando las palabras —al menos en inglés— una detrás de otra. Su cerebro debe de ir más rápido que su lengua, y salta de una explicación a otra con cierto tartamudeo en una espiral verborreica digna de ser observada.
Crítico de cine devenido en director —siguiendo una larga tradición francesa en este viraje—, Assayas ha hecho de todo en el cine: como realizador ha saltado por diversos géneros —el mejor ejemplo, sus últimos cuatro filmes: Después de mayo, Viaje a Sils Maria, Personal Shopper y esta Dobles vidas— y como guionista ha trabajado para otros grandes como André Téchiné o Roman Polanski. Y su trabajo para el francopolaco —Basada en hechos reales— parece la otra cara de Dobles vidas: realidad y ficción en el mundo de la literatura y de las personalidades virtuales. Assayas ha preferido lanzarse a un tono más cercano al de Woody Allen para reflexionar sobre el mundo moderno en una película que se desarrolla entre escritores y editores franceses: libros, comidas con vino tinto e infidelidades. “Me gustaba la idea de hablar del cambio en un mundo que en realidad nunca cambia”, asegura entre risas. “Para mí, el misterio estuvo en cómo hice esta película, porque no tenía ni estructura ni sabía adónde llegaría. Me inventé Dobles vidas escribiendo secuencia tras secuencia. Solo seguí dos reglas: divertirme y alargar las secuencias hasta el límite; yo, el eterno defensor de las transiciones bruscas”.
Assayas entra en materia: “El gran desafío es saber qué es lo más importante de todo lo que cambia. La digitalización de nuestro mundo y su reconfiguración en algoritmos es la cara visible de un cambio que nos abruma. La economía digital infringe las reglas y a veces las leyes”. Sobre la cacareada inmediatez comunicativa en la era digital, el parisiense, sencillamente, se chotea: “Bah, esta transparencia es ilusoria. En Demonlover y Personal Shopper hablé de la representación digital, virtual; aquí incido en cómo nos influye en la vida diaria. Puede que por eso Dobles vidas recuerde a las conversaciones familiares de Finales de agosto, principios de septiembre. Sin embargo, algo ha revolucionado esas charlas: las redes sociales. La gente se presenta y existe en esos círculos digitales a través de sus gustos, pero en realidad se trata de una invención. En las redes sociales nunca somos nosotros sino que creamos una versión fan”.
Twitter asesinó a la estrella de la crítica
Olivier Assayas, que fue crítico antes que cineasta, se plantea en Dobles vidas el fin de la crítica artística profesional con el advenimiento de Twitter. "Es que antes los críticos tenían una vasta cultura, en mi campo cinematográfica", comenta el francés. "Hoy todas las opiniones se valoran igual y no hay reflexión... ni cabe en un puñado de caracteres. Además, ¿de qué sirve ser el primero en opinar tras una proyección? Se ha impuesto el hooliganismo".
Tras una larga disertación sobre la recuperación del placer en hacer cine con humor y humanidad —“Algo que parece prohibido en Hollywood hoy”— tanto para sus creadores como para los espectadores, Assayas se recrea en el chiste central de la película: la bronca constante que le cae al personaje del escritor por trasladar sus experiencias personales a sus libros... cuando Assayas siempre ha usado su vida para alimentar su cine: “Lo sé, lo sé. No tengo vergüenza. Mi defensa es que yo interpongo más filtros entre mi ficción y la vida que el escritor. Dicho eso, creo que es obligatorio para todo artista que sus emociones impregnen su obra”.
La entrevista se realizó durante el pasado festival de cine europeo de Sevilla. Assayas, ahora, está rodando Red Avispa, con Edgar Ramírez, Penélope Cruz y Gael García Bernal, basada en la historia real de cinco espías cubanos que se infiltraron en los noventa en EE UU: “Cuando acabé Carlos me ofrecieron proyectos parecidos que, obviamente, rechacé. Pero me contaron esta historia y me picó la curiosidad. Llevo años con el guion. Rodamos en Cuba, repito con Edgar [su estrella en Carlos], soy fan de Penélope, hay espías, tramas complejas... ¡Me muero de ganas!”.
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