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Crítica | La profesora de parvulario
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Traduttore, traditore

Sara Colangelo sustituye los intrincados planos en continuidad de Navad Lapid por cuidadosos juegos de foco bajo una fotografía opresiva en espacios claustrofóbicos

Maggie Gyllenhaal, en 'La profesora de parvulario'.
Maggie Gyllenhaal, en 'La profesora de parvulario'.

Como bien saben los poetas, un poema es una construcción tan frágil que basta la sustitución de una sola palabra para que la fortaleza de su construcción expresiva se desmorone. Por eso, un poema es una forma esencialmente intraducible que solo puede verterse a otra lengua asumiendo esa máxima según la cual toda traducción es una traición. Cierto es que algunas traiciones son mucho más respetables que otras.

LA PROFESORA DE PARVULARIO

Dirección: Sara Colangelo.

Intérpretes: Maggie Gyllenhaal, Parker Sevak, Gael García Bernal, Ato Blankson-Wood.

Género: drama. Estados Unidos, 2018.

Duración: 98 minutos.

Hace cinco años llegó discretamente a las carteleras una película israelí que hacía de la fragilidad de la voz poética su principal elemento de conflicto: se trataba de La profesora de parvulario, segundo largometraje de Nadav Lapid, ganador del Oso de Oro en la pasada edición de la Berlinale con su tercer trabajo, Synonymes, otra película que convierte el lenguaje en encarnizado campo de batalla. En ambos casos, el cineasta parte de su experiencia personal –fue precocísimo poeta y joven autoexiliado en la jungla de una cultura ajena- para proponer ficciones incómodas de alto calado alegórico. La profesora de parvulario contaba la historia de una maestra que convertía en cruzada personal la protección de un niño de cinco años extraña, casi sobrenaturalmente tocado por el genio poético: el enemigo a las puertas era la cultura neoliberal materialista encarnada en la figura del padre del muchacho, pero la supuesta heroína de la historia se sumergía por el camino en no pocas turbiedades morales. La película de Lapid no masajeaba a sus espectadores con un mensaje tranquilizador.

La homónima La profesora de parvulario de Sara Colangelo es el remake estadounidense de la anterior y, pese a responder a una fastidiosa mecánica de mercado –el público de allí rehúye la versión original como gato ante balde de agua fría-, su tono y sensibilidad delatan más un verdadero trabajo de amor que un impersonal encargo. Con todo, algo se pierde en la traducción, porque no solo la película de Lapid tenía raíz autobiográfica, sino que su feroz visión de una sociedad donde la palabra ha perdido su valor de belleza y comunicación era indisociable del entorno israelí. Colangelo sustituye los intrincados planos en continuidad de Lapid por cuidadosos juegos de foco bajo una fotografía opresiva en espacios claustrofóbicos. La directora no suaviza las aristas de su protagonista –notable Maggie Gyllenhaal-, pero, pese a concentrar el relato en menos metraje, no puede evitar cerrarlo todo colocando redundancia donde había una precisión capaz de no excluir la ambigüedad.

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