Las cosas en su sitio
Marcos Hourmann, el único doctor condenado por practicar la eutanasia en España, cuenta su historia en una función que mantiene agarrado al público
El teatro como acto psicomágico. Celebraré mi muerte viene a reconsiderar un suceso traumático, a cerrar sobre el escenario una herida abierta. La función dirigida por Alberto San Juan somete a público veredicto un caso que no llegó a ser sometido al dictamen de un jurado, debido a que el doctor Marcos Hourmann aceptó declararse culpable de matar a una paciente a cambio de que no se le inhabilitara en el ejercicio profesional y de no entrar en prisión. Le inyectó cloruro potásico porque la enferma no quería seguir sufriendo y su hija estaba conforme. “Con sedación hubiera muerto dos horas después”, relata.
En vista de lo sucedido tras el acuerdo con el fiscal (rehizo su vida en Gales… hasta que The Sun aireó su caso) y de la desazón que le produjo no haberse expresado en un juicio, Hourmann ha decidido dar público testimonio en un escenario y solicitar el veredicto de ocho personas cada noche. Celebraré mi muerte habla de la singularidad de este médico hispanoargentino, de su manera de pensar y su estado de ánimo, a la vez que actualiza en torno a un ejemplo preciso el delicado debate sobre cómo son tratados los pacientes terminales y sobre la frontera difusa que en determinadas circunstancias separa la sedación paliativa de la eutanasia.
Cuanto cuenta el doctor mantiene prendido el interés del público. Su historia cala y genera controversia. Al final de una función sabatina, tras el veredicto, Hourmann se quedó palpablemente desconcertado, también con los comentarios escritos por algunos miembros del jurado. Tanto es así que afirmó que los leería en voz alta, pero no lo hizo ni completó tampoco el recuento de votos. Vistos el estado de ánimo y la disposición colectiva, hubiera sido oportuno abrir debate con los espectadores.
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