“El chiste machista puede funcionar como una denuncia feminista”
Iván Repila publica ‘El aliado’, una provocadora novela a partir de la cual sondear los dilemas de una nueva masculinidad
Un grupo antifeminista afirma que “una mujer sin maquillar es como cualquier otro herbívoro”. Bruno, misógino que considera la heterosexualidad como una muestra de cuánto le gusta a los hombres débiles revolcarse en lo inmundo, describe la vulva, “junto con los caracoles, como la creación más repugnante de la naturaleza. Tiene pliegues incomprensibles, elásticos, como un chicle que ha pasado por muchas bocas”. Otro maltratador en serie llamado Ramos controla el teléfono móvil de su mujer, pero cuando es ella quien le hace una llamada, Ramos le acusa de histérica: “¿No tienes a nadie que te contagie una ETS?”, le reprende.
Las tres son escenas extractadas de El aliado, la última novela de Iván Repila, que acaba de ver la luz en Seix Barral. La trama gira alrededor de un personaje que decide activar una campaña de machismo radicalizado, con el propósito de llevar a cabo un cambio social que beneficie a las mujeres. Bajo la perspectiva de este personaje, toda conquista social requiere una revolución violenta, que él mismo está llamado a desencadenar. Lo llamativo de la sátira de Repila (Bilbao, 1978), entre otros detalles, es que en un momento en el que la totalidad de producción cultural está expuesta a un mayor escrutinio en materia de género, la ironía machista y la escenas salvajes que recorren El Aliado operan como una especie de humor machista feminista.
“Puesto que el humor a menudo se basa en el contexto”, dice Repila, “el chiste machista también puede funcionar como una denuncia feminista, y así es como el libro lo contextualiza. Otra cosa que ocurre hoy es que muchos políticos de ultraderecha, a través de sus declaraciones, están haciendo un humor feminista involuntario. Al enfrentarse sus palabras contra el espejo, surge la risa”. De alguna manera, este es otro de los mecanismos que vertebra buena parte de su narración.
Pero si el ensayo feminista se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los géneros más frecuentados en librerías, Repila utiliza la ficción no tanto como una herramienta con que diseminar ideas, sino más bien como un dispositivo de reflexión; un soporte con que provocar al lector contra sus propios principios. “Si tu hijo te dice a los cuatros años”, leemos en un momento del libro, “que no quiere ser un niño, que él se siente una niña, ¿qué haces?” En otro pasaje, alguien interpela si sirve de algo educar a los niños para un mundo igualitario “que no existe, o que dejará de existir cuando cumplan seis, siete, ocho años”. Preguntas: muchas. Respuestas: no siempre sencillas.
Echarse a un lado
El novelista defiende el registro de la ficción pura como un espacio de libertad en el que poder introducir preguntas. Acerca del presunto superávit de obras dedicadas a sondear los dilemas de género, y de la formación de Repila a este respecto, el escritor señala: “Si a mí por ejemplo me interesaba la literatura del boom, me ponía a investigarlo todo, pero sobre feminismo, aunque yo siempre creí ser feminista, no siempre he mostrado interés en formarme. Eran cosas que yo daba por supuestas. No había nada que estudiar. El aprendizaje en cuestiones de género solo puede ser traumático, pues se trata de una disolución de la identidad de uno mismo. En este sentido, los hombres hemos sido vagos”.
Siendo la escritura una actividad fundamentalmente individualista e históricamente gobernada por hombres, ¿cómo concibe entonces un escritor interesado en reflexionar sobre el machismo su propio papel en la literatura? “Echarse a un lado”, concluye Repila, “es efectivamente la base de lo que los hombres tenemos que hacer, no solo en la literatura, sino en cualquier ámbito. Llevamos demasiados siglos siendo protagonistas, y ahora es el momento de ser por una vez copartícipes, en lugar de protagonistas indiscutibles”.
¿En qué medida se considera relevante lo que popularmente ha sido bautizado como "nuevas masculinidades"? “Lo primero que me viene a la cabeza si hablamos de nuevas masculinidades”, dice Repila, "es que imágenes como el concepto viril del wéstern o la idea de metrosexualidad de Beckham pertenecen ya a la prehistoria. En cualquier caso, las nuevas masculinidades son parte de un proceso que inevitablemente nos lleva a la abolición de la propia masculinidad”.
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