El misterioso baúl de Verdi con 5.000 bocetos musicales ve la luz
El archivo, hasta el momento de acceso muy restringido, quedará a partir de mañana a disposición del público. El compositor mostró su deseo de que fuese quemado
En los títulos de crédito que abrían la serie Verdi que emitió TVE en 1985 aparecían una sucesión de viejos manuscritos musicales, precedidos por el elegante trazo de la firma del compositor, y acompañados por el dramático preludio de Rigoletto. Esos manuscritos del compositor forman parte de un inmenso fondo musical que, junto a cartas y anotaciones, está a punto de ver la luz. Hasta ahora, se había conservado dentro de un misterioso baúl verde oscuro en la Villa Verdi en Sant’Agata, la principal residencia del compositor, desde 1851, en Villanova sull’Arda (Piacenza).
El referido baúl, fabricado en Chicago por Marshall Field & Co. Retail a finales del siglo XIX, incluía 5.434 páginas de esbozos y borradores musicales. Están divididos en 17 carpetas, por composiciones, que abarcan desde Luisa Miller (1849) hasta las Cuatro piezas sacras (1897), a la que se suma una carpeta blanca con algunos bocetos del ballet que Verdi escribió, en 1894, para el estreno en París de Otello. No parece que contenga ninguna obra desconocida, aunque su contenido nunca ha sido desvelado en detalle. Tiene, eso sí, un valor incalculable para conocer el proceso creativo del compositor italiano. Incluye desde una versión preliminar de la famosa melodía de La donna è mobile, de Rigoletto, hasta una primera versión del sujeto de la fuga Tutto nel mondo è burla que cierra Falstaff, pasando por un boceto del popular Brindisi, de La Traviata. Pero también hay anotaciones muy relevantes que denotan la casualidad de su conservación. Dentro de la carpeta, con más de 400 esbozos de Otello y casi 900 de Falstaff, el propio Verdi escribe: “Quemar este paquete de papeles”.
Este martes, 29 de enero, lejos de cumplir esa insólita voluntad del compositor, se presentará en Parma una descripción analítica de este fondo de bocetos musicales. Un estudio de la musicóloga Alessandra Carlotta Pellegrini, exdirectora del Istituto di Studi Verdiani, incluido en su anuario, Studi verdiani 28. Pero también una catalogación técnica realizada por una archivista unida a su digitalización que ha promovido la Dirección general de Archivos del Ministerio de Bienes y Actividades Culturales del Gobierno italiano. “Ahora que el baúl está abierto, y las páginas están disponibles para todos, esperamos el inicio de una nueva etapa en los estudios sobre las óperas de Giuseppe Verdi”, afirma Pellegrini en la revista italiana Classic Voice.
Pero antes no fue así. Lo sabe bien Fabrizio Della Seta, profesor de la Universidad de Pavía y una de las máximas autoridades actuales en ópera italiana del siglo XIX, cuya imposibilidad de consultar esos fondos fue denunciada desde las páginas de Corriere della Sera y The Times a finales de 2015. “La existencia de estos materiales en Sant’Agata se conocía desde 1941, en que se publicó el facsímil del boceto de Rigoletto. Después, tan solo algunos privilegiados pudieron consultarlos, aunque en los noventa Alberto Carrara Verdi, heredero del compositor, permitió el acceso para las ediciones críticas de varias óperas”, relataba Della Seta ayer a EL PAÍS. Este profesor italiano publicó, en 1996, la edición crítica de La Traviata y, cuatro años más tarde, un volumen monográfico con los esbozos de esa ópera. “Pero, tras la muerte de Alberto Carrara Verdi, en 2001, los materiales se volvieron inaccesibles por las disputas entre los nuevos herederos. La situación tampoco cambió, en 2008, cuando ese patrimonio fue declarado de interés nacional y sujeto a la custodia de la Superintendencia de Archivos de Emilia-Romaña”, añade.
A partir de 2015, esa circunstancia fue también denunciada por Mauro Balestrazzi, en varios artículos de la revista Classic Voice, donde publicó un primer inventario general del baúl. Desde ese medio, además, se remitió al ministerio competente una carta firmada por más de cincuenta intelectuales y músicos de la talla de Barenboim, Chailly, Domingo, Mehta, Pappano, Pollini y Zedda, entre otros, pidiendo la intervención estatal sobre los fondos tanto del Archivo Verdi en Sant’Agata como del Archivo Puccini en Torre del Lago. El resultado se materializó, el 10 de enero de 2017, en el caso de Verdi, con el traslado, por parte de una pareja de funcionarios acompañados por dos carabinieri, del famoso baúl al Archivio di Stato de Parma, una acción que fue calificada de “robo” por parte de las autoridades culturales de Piacenza y los herederos del compositor.
“El acceso libre a esos fondos verdianos abre grandes expectativas para los investigadores y especialmente para las ediciones de Don Carlos y Aida en adelante”, reconoce Francesco Izzo, responsable de la edición crítica de las obras de Giuseppe Verdi que publican University of Chicago Press y Ricordi. Este especialista ha reconocido a EL PAÍS la importancia de la digitalización de estos fondos, pero también del acceso al documento físico. Según su opinión, lo incluido dentro del baúl verdiano podría dividirse entre borradores aislados, bocetos continuos y páginas descartadas del autógrafo de una ópera: “Son, precisamente, estos últimos los más determinantes para documentar los cambios. Por ejemplo, no se podría reconstruir la versión de Falstaff estrenada en Milán, en 1893, ni tampoco la primera versión de Simon Boccanegra, de 1857, sin el acceso a estos manuscritos de Sant’Agata. En todo caso, cada boceto es un tesoro lleno de sorpresas”.
El legado más humanitario
La herencia de Verdi en Sant'Agata es propiedad de la familia Carrara Verdi, es decir, de los descendientes de María Filomena Verdi (1859-1936), hija de un primo del compositor, que fue adoptada por Verdi junto a su compañera Giuseppina Strepponi. Tanto su hijo Angiolo Carrara Verdi, como su nieto, Alberto Carrara Verdi, apoyaron los estudios verdianos. Pero, en la actualidad, la herencia se reparte, sin una postura común, entre los cuatro hijos del último.
No obstante, hay otro legado verdiano, que muestra más su faceta humanitaria, y que se encuentra en la Casa di Riposo per Musicisti, una residencia para músicos retirados fundada en 1896 en Milán. No por casualidad, allí reposan los restos del compositor. Se atisba su cotidiana vitalidad en el documental titulado Il bacio di Tosca, de Daniel Schmid.
Babelia
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