Enamorarse en la oscuridad
Este drama tiene algo de vieja fotonovela puesta al servicio del blanqueo de una masculinidad manifiestamente tóxica
La oscuridad absoluta abre y cierra este relato en torno al conflictivo amor que surge entre un creativo publicitario y una osteópata invidente. Un gesto formal que, de entrada, parece dejar constancia del empeño de su director, Silvio Soldini, de trabajar con el lenguaje, aunque una película como Acuarela funciona como un libro abierto para demostrar que, en ocasiones, la indagación estilística puede ser un arma de doble filo. El cineasta juega con hasta cuatro formatos distintos de ancho de pantalla -1.20, 1.33, 1.59, 1.85- para subrayar una paradoja de una forma tan ciertamente ingenua como contraproducente en cuestiones de estética: el modo en que esta mujer que no ve amplía la anchura de miras de un personaje masculino bastante grimoso, un paradigmático ligón italiano –con amante, novia a la espera de compromiso y conquista en el punto de mira- al que, como quiere el tópico de los arcos dramáticos de redención, el reto de seducir a una invidente acabará desestabilizando y humanizando. De entrada, la decisión formal de Soldini condena a buena parte de Acuarela a parecer una película mal reencuadrada para una emisión televisiva.
ACUARELA
Dirección: Silvio Soldini.
Intérpretes: Valeria Golino, Adriano Giannini, Arianna Scommegna, Laura Adriani.
Género: drama. Italia, 2017.
Duración: 115 minutos.
Con su aspecto de guardar en su perfil de Spotify las obras completas de Al Bano y Eros Ramazzotti, el Teo encarnado por Adriano Giannini parece sabotear la película desde dentro, mientras Valeria Golino defiende su papel con una mezcla de autoridad y delicadeza digna de mejor causa. Acuarela tiene algo de vieja fotonovela puesta al servicio del blanqueo de una masculinidad manifiestamente tóxica.
Babelia
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