Ana Belén: “¿Seguirá ahí mi público?”
La eterna musa confiesa su vértigo al volver a escena con 11 canciones nuevas después de 11 años tirando de repertorio.
Está en plena erupción, confiesa, se baja su jersey de cuello cisne y me muestra su pecho devorado por un sarpullido de ronchas que pican de solo mirarlas. Le han salido de madrugada, seguro, porque anoche lucía sus legendarias clavículas al aire con una blusa de escote barco en El Hormiguero, adonde acudió a vender, perdón, promocionar, sus primeras 11 nuevas canciones en 11 años. En ello sigue hoy en la sede de su discográfica, adonde una romería de periodistas esperamos vez para entrevistarla. La mayoría podrían ser sus hijos —y los míos— y se aplican en preguntarle por sus antecedentes político-artísticos y el actual y enloquecido estado de cosas. Una, mitad por solidaridad generacional, mitad por pereza, decide tirar por la calle de enmedio.
¿Qué hay de nuevo, vieja?
Pues un nuevo trabajo y nuevas energías. Por eso estoy comidita viva. Somatizo el gusanillo. Dice Juan, Joan Manuel Serrat, que somos material sensible. Trabajo con las emociones, con lo de dentro, y mira cómo me he puesto.
Pues es usted la viva estampa de la mujer fuerte y segura.
Fachada. Yo sé que no lo soy, lo que pasa es que la vida, y he vivido mucho, me ha puesto en situaciones en las que lo he tenido que ser. Cuando eres joven, te sientes muy valiente de pura inconsciencia. Pero soy de natural miedosa, insegura, a mí me cuesta mucho todo, nada me sale fácil. Me doy cabezazos yo sola porque sé dónde quiero llegar, pero no llego.
¿Cuando le da la bajona, tira de archivo para venirse arriba?
No, pienso que se han equivocado al elegirme, que no sirvo, que en qué hora dije que sí. Hasta que un día, de repente, ves un aciertito, una rendija, vas tirarando del hilo y, cuando ves el camino, sales a cinco palmos del suelo.
Pelín ciclotímica...
Gracias a la vida
Pilar Cuesta (Madrid, 1951), Ana Belén para el siglo XX y el XXI, canta notas nuevas después de 11 años tirando de repertorio. 'Vida', su disco, es un cóctel de caramelos sonoros de Drexler, Rozalén, Sabina y, claro, Víctor Manuel, hechos a la medida de su privilegiada garganta.
Mucho. A días, dentro del día, puedo sentirme la reina del pollo frito y una trapera en el pozo más profundo. Con los años he aprendido a lidiar un poco con eso y voy tirando. Mi amigo Jesús del Pozo, cuando tenía un gran éxito decía: 'Ana, les hemos engañado otra vez'. A mí me pasa lo mismo.
Sus canciones, siendo nuevas, hablan de abrir murallas y de dar gracias a la vida, como hace años. ¿Se revisita a sí misma?
Sí, un poco. ¿Quién no revisita a sus clásicos? Son los temas en los que me reconozco, los que me han ido conformando como soy ahora. Sí, al final siempre estamos cantando la misma canción. Cambia el ritmo, el lenguaje, pero siempre canto a lo mismo.
Hay 60.573 Ana Belén en España. ¿Qué culpa tiene usted?
Alguna, porque Ana Belén me lo pusieron mis productores y antes no era un nombre común. Tengo historias graciosas. Un amigo del teatro, Víctor, me confesó que se llamaba Víctor Manuel, y su hermana, Ana Belén, que ya tiene delito. Así que sí, muchas Ana Belenes son damnificadas mías.
¿Por cuánto tiene asegurado su alabadísimo esqueleto?
Por nada, qué tontería. Pero sí, me lo han dicho mucho. Una vez, un ámigo fotógrafo, hablando de la gravedad y de cómo se nos va cayendo todo a todos con el tiempo, me dijo: tú tienes buenos huesos y vas a aguantar. Bueno, no sé, chica, pero esto es lo que hay.
Chica, señora,... ¿cómo piensa una en una misma a los 67 años?
Como lo que soy: una mujer. Es cierto que los 70 de ahora no son los de antes. Pero yo salgo a caminar cada día, y veo a muchas mujeres de mi edad estupendas, que se cuidan, sanas. Los más jóvenes corren, nosotras andamos, pero estamos en la misma pista.
Séquese: mis colegas más jóvenes le han breado a preguntas políticas y estará harta de mojarse.
Jaja. Comprendo que tengan curiosidad, y que estamos en un tiempo en el que hay definirse. Pero, con la edad que tengo, y ahora que tienen mi pasado a golpe de ratón, muchas de mis respuestas son obvias. No me importa mojarme. No me callaba cuando no se podía hablar, no me voy a callar ahora. Pero ahí sí me siento impostora. No soy politóloga. No represento a una profesión, ni a una generación, ni a nadie más que yo misma, y me da mucho pudor.
Puestos a ser modernos, usted lo fue más que muchos de ellos.
No lo sé. A nosotros nos tocó vivir cosas muy fuertes, y nos echamos a la calle, por tanto creo que sí he sido moderna. Y también me parece que algunos sectores de jóvenes están yendo hacia atrás, en el machismo, en las relaciones de pareja. y eso me cabrea muchísimo. Y digo más: algo habremos hecho mal los de mi generación para que esto suceda.
Dígame qué se va a comprar en el Black Friday.
Nada de nada. Tengo ropa para pasar el resto de mi vida haciéndole arreglitos. Y al final vas siempre con el jersey negro y los vaqueros que te sientan bien y con los que te sientes cómoda.
Lo digo porque con 50 años de carrera y el mismo tipo, su fondo de armario será un abismo.
Tengo trajes maravillosos, prototipos que Jesús hacía sobre mi cuerpo y luego personalizaba. Son auténticos tesoros, no solo por su belleza, sino por la emoción que me transmitía mi amigo.
Y le siguen cabiendo, claro.
No. O sí. Pero ya no. Hay cosas que sabes que no te puedes seguir poniendo aunque te quepan. Y para eso lo mejor es mirarte al espejo y sacarte los defectos. No hay nadie como tu para eso. Y si no, mis amigas y yo estamos juramentadas para darnos un guantazo si nos vemos un día haciendo el ridículo. Por no hablar de mi hija que es la jueza suprema.
Volverá a actuar sola, sin el capote de Víctor Manuel ni de sus amigos. ¿Le inquieta no saber cuánta gente habrá al otro lado?
Mucho. Yo dependo de los demás, dependo de si gusto, si llego al público, y eso ni se compra ni se vende. Sé que no soy una novata, que tengo un recorrido, pero, ostras, cuando ves un teatro vacío, o un auditorio vacío, , se llenará, vendrán, seguirán ahí, les interesaré. Igual se han ido con otra.
¿Tendría celos?
Si no me entero,...pero, ¿y si me entero? Prefiero no pensarlo.
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