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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Carmen Maura o el coraje

Ver y escuchar a esta actriz es una lección de una vida que le hicieron muy difícil, con episodios terribles

Marcos Ordóñez

¡Ay, Carmen!, el retrato de Carmen Maura que Fernando Méndez-Leite ha filmado en Movistar+, es de visión obligada para quien quiera dedicarse a la interpretación y huele a verdad por los cuatro costados. Sin grandilocuencias, sin vender confesiones, aunque las hay. Es un placer escuchar a la Maura y Almodóvar hablando de “lo suyo”, del pasado que parecía tan difícil abordar, con un balance sereno. Fernando Trueba parece acertar con esta frase: “Ella le mejoraba a él y él la mejoraba a ella”. Hasta que se rompió el equilibrio.

Ver y escuchar a la Maura es una lección de vida, de una vida que le hicieron muy difícil, con episodios terribles que ella narra con la sonrisa agridulce de quien ha sabido dejarlas atrás. Una mujer que se salvó apostándolo todo a la carta de ser actriz. En los ochenta podía haber hecho carrera como presentadora estelar, pero eligió el riesgo de Pepi, Luci, Bom, y en aquella época era todo un riesgo.

Y aquello fue solo el principio. “No me ha preocupado nunca lo que llaman mi carrera”, dice la Maura. Pero, como se demuestra en el documental, es capaz de aprender a inseminar una vaca si el personaje lo requiere. Y sabe, por supuesto, que “no hay frases aparentemente tontas: todas tienen su importancia. Y todas hay que sacarlas de dentro”. Álex de la Iglesia la resume estupendamente, a mi entender, en un par de párrafos. “Es tan natural y espontánea porque meses antes de rodar se aprende el guion entero: su parte y la de los demás. Si tiene que dejar de trabajar con Pedro, lo hace. Si hay que volver, lo mismo. Pero meditado. ¿Ir a trabajar a Francia? Se va. ¿Hablar francés como los franceses? Se aprende. Transmite optimismo y alegría, pero creo que es una mujer que ha sufrido muchísimo. Y no se deja amedrentar por nadie”.

Vuelvo a ver fragmentos de sus interpretaciones, desde las más lejanas, y pienso: ¡Qué bien está! ¡Qué talento y qué coraje! ¡Y esos ojos, soberbios en la risa y en el drama! Grandes trabajos de una larga lista: el transexual Tina Quintero de La ley del deseo; la mujer humillada que estalla en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?; la ingenua y valerosa Carmela creada por Sanchis Sinisterra y filmada por Saura; la abandonada Pepa, de Mujeres al borde de un ataque de nervios (“La única vez que pensé en dejar de ser actriz”); la superviviente Julia, de La comunidad, de Álex de la Iglesia, o la espectral y vivísima abuela de Volver, reencuentro con Almodóvar.

Y vuelve a clavarla Trueba: “Tienes la sensación de que cualquier papel, en sus manos, siempre está mejorado”. Podía haberse quedado tan ricamente haciendo películas en Francia (como La Seyne-Sur- Mer, el pasado verano, donde vuelve a no importarle aparecer envejecida), pero sigue embarcándose en aventuras como La golondrina, la conmovedora función de Guillem Clua, de gira por España, que llegará a Madrid el 12 de marzo, en el Infanta Isabel.

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