El mito de Cartier-Bresson se muda a un nuevo hogar en París
La fundación que administra el legado del fotógrafo cambia de sede y triplicará su espacio para dar otra mirada a su obra y exponer a grandes nombres de la disciplina
El legado de uno de los padres de la fotografía moderna contará, a partir de esta semana, con un hogar a su altura. La Fundación Henri Cartier-Bresson inaugurará este martes su nueva sede en París, que organizará exposiciones sobre la obra del fotógrafo y otros nombres importantes. Además, el centro reunirá en un único espacio la totalidad de sus archivos, formados por unas 60.000 copias originales –la mitad de Cartier-Bresson y la otra mitad de su esposa, la también fotógrafa Martine Franck– y varios millares de negativos y publicaciones, en proceso de catalogación desde la muerte del fotógrafo en 2004. Hasta ahora, se encontraban dispersos en cuatro puntos distintos de París.
Asentada desde 2003 en un antiguo atelier de Montparnasse, la fundación se traslada ahora al centro de la ciudad, en el concurrido barrio del Marais, cerca de equipamientos como el Centro Pompidou, el Museo Picasso o las principales galerías de arte contemporáneo en París. La mudanza a este distrito cultural (y altamente turístico) le permite seducir a un nuevo público y contar con un espacio más adecuado para montar exposiciones que su antigua sede, una auténtica joya del art nouveau, pero de salas minúsculas y poco funcionales. “La anterior sede siempre fue provisional. Se trata de ganar en centralidad y también en metros cuadrados”, señalaba el viernes el nuevo presidente de la fundación, François Hébel, que antes dirigió los Encuentros de Arlés, festival fotográfico de referencia, durante doce años.
La fundación se ha instalado en un antiguo aparcamiento situado al fondo de un patio interior, donde ocupa dos plantas remodeladas de contornos minimalistas. Suman un total de 900 m2, el doble que la sede anterior. En la planta baja, el edificio cuenta con una sala modulable que acogerá las exposiciones. En el primer piso, se encuentran las oficinas de la fundación, una biblioteca para investigadores y los archivos. Además, se destinará un área para exponer una selección de fotografías de Cartier-Bresson, con el objetivo de que siempre haya obras suyas a la vista (en la antigua sede, había quien protestaba cuando no sucedía). A los espacios existentes se les sumará, dentro de dos años, una sala subterránea que albergará otras muestras –en particular, de video y nuevos formatos–, para la que todavía debe cerrarse la financiación. Cuando termine el proceso, la Fundación Cartier-Bresson contará con el triple de espacio que hasta ahora.
Financiación privada
La operación ha sido financiada con capital privado, gracias a la venta de la anterior sede de la fundación y a la subasta de un centenar de copias del fotógrafo, autorizada por la viuda de Cartier-Bresson en 2011 para sufragar los gastos. “Nuestro fondo es intransferible: tenemos prohibido desprendernos de las imágenes. Solo está permitida la venta de algunos duplicados cuando se presenta una situación excepcional que requiera recaudar fondos. Huelga decir que esta lo era”, precisa Hébel.
La misión de la fundación seguirá siendo difundir el trabajo de este artista mundialmente conocido, pero cuya obra sigue sometida a mitos y malentendidos. Por ejemplo, el que protagoniza el llamado instant décisif, esa fracción de segundo en la que una fotografía se materializa. Fue el título escogido para la edición estadounidense de su libro Images à la sauvette, aunque a Cartier-Bresson nunca le gustó por su simplismo y su inadecuación respecto a su método. “Era él quien construía la foto y no el simple azar”, explica Hébel. Cartier-Bresson prefería el original en francés, expresión relativa a los vendedores ambulantes y a la velocidad a la que huyen cuando es necesario. De las cuatro exposiciones anuales que propondrá la nueva fundación, una indagará en la herencia de Cartier-Bresson desde ángulos inhabituales y acercamientos temáticos. La primera, a finales de 2019, se centrará en su viaje iniciático a la China de finales de los 40.
La misión de la fundación seguirá siendo difundir la obra de este artista mundialmente conocido, pero cuya obra sigue sometida a mitos y malentendidos
El propio fotógrafo no se esforzó en aclarar esas confusiones. Casi nunca concedía entrevistas ni se dejaba fotografiar, por miedo a perder la libertad de movimiento detrás de su Leica. En su etapa de mayor reconocimiento, a comienzos de los 70, decidió abandonar la disciplina que le había convertido en una leyenda y se dedicó a su primera pasión: el dibujo. “La primera vez que le dedicaron una tesis doctoral, su autor llamó a su puerta para entregársela. Cartier-Bresson le gritó que se largara… Pero después conservó su obra para abrir esta fundación. Esta es la paradoja del personaje”, apunta la directora de la fundación, Agnès Sire, que conoció a Cartier-Bresson a comienzos de los 80, cuando trabajaba, mano a mano con Hébel, en la oficina parisiense de la agencia Magnum, que Cartier-Bresson cofundó en 1947.
Poco antes de su muerte por leucemia en 2012, Martine Franck se admiraba al ver a tantos jóvenes visitando su fundación. “Me sorprende, porque la obra de Henri no me parece vinculada a las tendencias actuales”, explicó en una entrevista. Hébel no cuenta con una explicación, pero se alegra de que eso suceda. “Las muestras sobre impresionismo, en cambio, están llenas de visitantes con descuentos para la tercera edad”, sonríe. “En realidad, Cartier-Bresson fue adolescente hasta los 95 años”. Su fundación aspira a encontrar la misma juventud eterna. “Nuestro papel no es refugiarnos en el siglo XX, sino hacerlo dialogar con el XXI”, añade el presidente. Entre los planes de este tándem directivo figura invitar a artistas contemporáneos a interactuar con la obra del fotógrafo. “Estamos aquí para salvaguardar un legado, pero no para fijar un único punto de vista. Cuanto más abierto sea, mejor”, sentencia Sire.
Martine Franck, a la sombra del “gran árbol”
La primera exposición de la nueva sede está dedicada a Martine Franck, reivindicada como una gran fotógrafa y ya no como la esposa eternamente eclipsada por la fama cegadora de Cartier-Bresson. “Hemos podido organizarla porque ya no está entre nosotros. Si siguiera viva, nunca lo habría permitido”, asegura la directora de la fundación, Agnès Sire. Nacida en 1938 en Amberes, Franck sigue siendo recordada por su legendaria discreción. “Solía bromear diciendo que vivía a la sombra de un gran árbol, pero entre ambos nunca existió rivalidad”, apunta Sire. Primero, porque Cartier-Bresson interrumpió su carrera poco después de casarse con Franck, treinta años menor. Y, después, porque no podían ser fotógrafos más distintos. Ella era partidaria de la preparación y la calma. Él hacía fotos “como si le hubiese picado un mosquito”, recuerda Sire. De familia adinerada, Franck terminó documentando la situación de los excluidos de la tierra, desde las comunidades rurales hasta los ancianos abandonados, sin olvidar sus fotos sobre el incipiente movimiento feminista. Junto con Inge Morath y Eve Arnold, fue una de las pocas mujeres de la época que formaron parte de la agencia Magnum.
Babelia
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