Las coreógrafas sacuden la danza contemporánea
Una pujante generación de creadoras toma el relevo a las pioneras que abrieron paso a la disciplina en los ochenta en España
Una talentosa generación de coreógrafas abrió paso a la danza contemporánea en España en los años ochenta y principios de los noventa. Había también hombres, por supuesto, pero fueron las mujeres las que mayoritariamente se situaron a la vanguardia: La Ribot, Blanca Calvo, Carmen Werner, Elena Córdoba, Àngels Margarit, Sol Picó y Marta Carrasco, entre otras, se lanzaron casi sin red a montar sus propias compañías. Hoy el panorama ha cambiado gracias, en parte, a lo que ellas sembraron: hay más espectadores interesados, festivales y ciclos temáticos. Y pese a que los recursos nunca son suficientes, tanto aquellas pioneras como un puñado de nuevas creadoras han logrado en los últimos años sacar la disciplina de los teatros alternativos para ocupar con fuerza los escenarios institucionales: Olga Pericet (flamante Premio Nacional de Danza), Rocío Molina, Luz Arcas, Janet Novás, Poliana Lima, Sara Cano, Amalia Fernández, Cuqui Jerez, Marina Mascarell o Roser López Espinosa.
No hay más que ver las programaciones de los dos grandes centros de exhibición de danza contemporánea en España, el Mercat de les Flors de Barcelona y los Teatros del Canal de Madrid, para darse cuenta de la pujanza de las mujeres en la danza contemporánea. “El mundo de la danza ha sido siempre mayoritariamente femenino. Lo raro era que los coreógrafos siempre fueran más conocidos y reconocidos que las coreógrafas. Quizá por eso las pioneras de la vanguardia en España fueron mujeres: como no las llamaban de las compañías más institucionales, montaron las suyas”, opina Natalia Álvarez Simó, directora del Canal, en conversación telefónica con EL PAÍS.
Otra mujer, Àngels Margarit, que además fue una de aquellas pioneras de los ochenta, dirige el Mercat. ¿Nota diferencia entre su generación y la que ahora emerge? “Una de las características de la danza contemporánea siempre ha sido la diversidad, pero sí podemos encontrar un rasgo común en los nuevos creadores: la hibridación. Hay más performances, una gran mezcla de lenguajes escénicos”, responde Margarit, al teléfono desde Barcelona.
Luz Arcas, una de las coreógrafas más visibles entre las emergentes, añade otra diferencia: “Creo también que en los últimos años, sobre todo desde que estalló la crisis económica, la danza contemporánea está haciendo más esfuerzos por ser menos hermética y llegar a más espectadores. Puede que eso, junto a todo el trabajo de base que ha hecho la generación precedente, esté ayudando a que haya más público”. Arcas, al frente de la compañía La Phármaco, acaba de estrenar en el Centro Dramático Nacional su último trabajo, Una gran emoción política, inspirado en la figura de la escritora y activista republicana María Teresa León, y mantiene en gira varios espectáculos de su repertorio.
Más difícil todavía: el flamenco. “En un mundo tan agarrado a la tradición, cualquier innovación es juzgada. Siempre fui un bicho raro en el flamenco: mi físico no encajaba en el estereotipo de bailaora y mis creaciones nunca han sido ortodoxas, he intentado crear mi propio lenguaje bebiendo tanto del flamenco tradicional como de la danza contemporánea”, explicaba la semana pasada Olga Pericet, 45 años, recién llegada de Nueva York tras presentar allí el primer esbozo del que será su nuevo trabajo, Un cuerpo infinito, inspirado en Carmen Amaya, que estrenará el próximo año en los Teatros del Canal. Pericet acababa de aterrizar en Madrid y aún no había podido celebrar con su familia el Premio Nacional de Danza en la modalidad de interpretación (el de creación recayó en un hombre, Antonio Ruz) que le concedieron a principios de octubre, cuando estaba en Nueva York. “Esto es un gran empujón, no solo para conseguir más notoriedad, sino también anímico. Eso demuestra que salirse de los moldes puede tener su recompensa”, subraya la coreógrafa.
Blanca Li: bailar contra el cambio climático
Si hay una coreógrafa española reclamada en los escenarios internacionales es Blanca Li. Ella pertenece a aquella generación de pioneras de la danza contemporánea, pero decidió emigrar a París en 1992. "No veía posible sostener una compañía aquí", recordaba la coreógrafa el lunes en una cita con EL PAÍS en Madrid, recién llegada para presentar en esta ciudad su espectáculo Solstice (en los Teatros del Canal hasta el sábado). La coreógrafa vuelca en este trabajo su preocupación por el medio ambiente. "No podemos mantener nuestro estilo de vida sin dañar el planeta. Todos, con pequeños gestos, debemos empezar a poner remedio", reclama. Con 14 bailarines en escena, Solstice evoca los principales elementos de la naturaleza (materia, agua, aire) para expresar esta reivindicación.
25 años creando público
Junto a los creadores y algunas instituciones, los ciclos y festivales han tenido un papel destacado en la ampliación del público en España. Madrid en Danza, Dansa València y el Mes de Danza en Sevilla están entre los más veteranos. El de Sevilla celebra ahora, hasta el 11 de noviembre, su 25 aniversario.
En 1994 hablar de danza contemporánea en Andalucía era como programar un viaje a Marte. El público veía ambas cosas con la misma extrañeza. Entonces el coreógrafo y bailarín Fernando Lima y la programadora María González idearon, en la sala La Imperdible, una cita que 25 años después se ha convertido en la más importante en la comunidad. El Mes de Danza, que se celebrará en Sevilla hasta el 11 de noviembre, reúne a 25 compañías en otros tantos espacios escénicos de la ciudad, desde los teatros hasta lugares poco conocidos como el patio del Real Archivo de Indias. La iniciativa le ha abierto camino a la danza creando no solo un público fiel, sino también centros de formación y un buen número de artistas. Mes de Danza, que desde 2007 dirige en solitario González, incluye en esta edición especial Ecce (H)omo, de Paul(a) Pi, un creador brasileño que está en un proceso de transición de género que podrá verse el viernes en el teatro Central, o Las muchas, una propuesta de Mariantònia Oliver que se presentará el sábado en la sala Manuel García del Maestranza.
"Este año es muy especial para nosotros y por eso hemos incluido no solo talleres de formación para profesionales, sino también para el público que participa en varios montajes. Uno de ellos es Las muchas Olivier contará con un grupo de mujeres mayores de 65 años que participarán tres días en un taller con la coreógrafa", apunta María González.
“El Mes de Danza ha sido un gran catalizador del talento andaluz, en una época en que la danza contemporánea era muy poco conocida en la comunidad. Cuando estuve en la dirección del festival apoyé la salida de la programación a la calle con el ciclo Huellas, Danza en Paisajes Urbanos, que realizamos por toda Andalucía, y nos acercamos a otros lenguajes, como el flamenco contemporáneo y las danzas urbanas. Los intercambios que generamos dieron sus frutos, que ahí están hasta hoy, como el Festival Cádiz en Danza”, comenta Fernando Lima.
Babelia
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