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Crítica | La noche de Halloween
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rebobinando a Michael Mayers

La película reactiva la saga como secuela postraumática, convirtiendo a Myers y a una Laurie Strode fanática de las armas en casi igualitarios litigantes de un combate épico

Jamie Lee Curtis, al fondo, contra Michael Mayers en la película.
Jamie Lee Curtis, al fondo, contra Michael Mayers en la película.

En una secuencia de 30 minutos o menos (2011) de Ruben Fleischer, los cómicos Danny McBride y Nick Swardson, bajo la piel de dos holgazanes inmaduros, contemplan en un apañado home cinema la versión 3D de Viernes 13, parte III (1982). Su entusiasmo les lleva, en un momento climático, a levantarse del sofá y dialogar, mediante gestos obscenos, con el Jason Voorhees que ocupa la pantalla. Resulta sencillo imaginarse al mismo Danny McBride, esta vez acompañado del director David Gordon Green, entregado a la proyección en bucle de una copia doméstica de La noche de Halloween (1978), el fundacional clásico de John Carpenter que ahora han versionado ambos en calidad de coguionistas y productores con el segundo al mando de la dirección. Eso sí, a la vista de los resultados, parece claro que la figura de Michael Myers les infunde mayor respeto que el pobre Voorhees.

LA NOCHE DE HALLOWEEN

Dirección: David Gordon Green.

Intérpretes: Jamie Lee Curtis, Judy Greer, Andi Matichak, Haluk Bilginer.

Género: terror. Estados Unidos, 2018.

Duración: 106 minutos.

Frente a las relecturas que hizo Rob Zombie en clave de poeta maldito del horror, desplazando el foco del relato de la víctima al psicópata reinterpretado como figura trágica, La noche de Halloween de David Gordon Green tiene, de principio a fin, la naturaleza de un devoto homenaje a las fuentes rubricado con la pasión de un obsesivo ratón de videoclub. La película no quiere ser transgresora, ni radical, pero tanto el afecto como la inteligencia apartan el resultado de lo impersonal. La película reactiva la saga en clave de secuela postraumática, convirtiendo a Myers y a una Laurie Strode ermitaña y fanática de las armas y la autodefensa en casi igualitarios litigantes de un combate épico.

Tan lejos de la poética indie de George Washington (2000) como de sus incursiones en la comedia, Gordon Green sabe imprime originalidad a situaciones como la entrevista en el patio del psiquiátrico, el acoso en el lavabo o el encuentro en la carretera con el autobús accidentado. Por otra parte, el guion cuida la caracterización de personajes a través del diálogo incluso en las figuras más episódicas: la niñera y el crío a su cuidado, el padre cazador y su hijo bailarín, los policías y sus bocadillos vietnamitas... No obstante, es el primer paseo de Myers durante la velada de Halloween, con su control de la continuidad del plano y su preciso manejo del fuera de campo, lo que revela no solo el alto compromiso con el original, sino una comprensión profunda de las claves del género.

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