Ferrer Lerín, el azar, el placer y el arte
Una muestra en Málaga bucea, por primera vez, en toda la producción visual del poeta
“El azar como fuente de placer estético”. Esta máxima ha gobernado, y gobierna, toda la carrera de Francisco Ferrer Lerín, poeta intermitente, filólogo, ornitólogo y -en secreto hasta hace un par de años-, artista plástico. Actividad que salió a la luz, parcialmente, en 2016 con una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza y que ha desvelado totalmente la muestra Ferrer Lerín. Un experimento, organizada por el Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Málaga.
“Entraron a saco en mi casa y encontraron cosas en los cajones que yo no sabía que estaban allí. Hasta tiraron un armario”, cuenta divertido Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) sobre las visitas a su residencia en Jaca de los comisarios, Yolanda Ochando y Luis Ordóñez, y el método de “registro exhaustivo” que usaron para preparar la exposición, que podrá verse hasta el 4 de enero en la sala del Rectorado. “Mereció la pena, porque hemos encontrado muchos dibujos de su adolescencia y series como Frente al mar latino. Hemos descubierto un universo conceptual que lo convierte en uno de los últimos destellos de las vanguardias. Su obra es un permanente cuestionamiento de los cánones artísticos y muestra una disposición a expandir, incluso a reventar, sus márgenes”, reflexionan los comisarios.
“Lo que hemos tratado de hacer es una inmersión en la totalidad de su genio. También está presente su poesía, pero sobre todo nos hemos centrado en su obra plástica, casi toda desconocida, junto a piezas sonoras, performances, caligramas, poemas visuales, vídeos y una buena muestra del arte casual, un ismo de su invención”, explicó la pasada semana Luis Ordóñez.
“Me interesan las palabras cuando aún no son literatura y eso entronca directamente con el arte casual. Es todo lo que es capaz de crear una emoción estética partiendo de elementos casuales, colocados sin intencionalidad artística. Por eso el arte casual no son las fotografías expuestas, mero soporte que recuerda la emoción que sintió el observador cuando encontró la pieza de arte casual”, aclara Ferrer Lerín tras la inauguración de la exposición el pasado día 4.
“La verdad es que cuando veo estos dibujos me sonrojo un poco, forman parte de mi adolescencia. La idea de los alaridos nació también entonces. Yo estudiaba bachillerato en Barcelona, en los Jesuitas de Sarrià, y como era hipersexual y tenía muchas faltas me mandaban a menudo al despacho del prefecto. Cuando llegabas a su puerta te decía ‘adelaaaante´ con un sonido espectacular, ese es el germen de las piezas de arte sonoro en las que uso una mezcla de esperanto y catalán”, cuenta el artista que comenzó a publicar en 1964, De las condiciones humanas (Trimer), dejo de hacerlo en 1987 y reapareció en 2006 con Ciudad propia (Artemisa). Desde entonces no ha parado de escribir y en 2009 recibió el Premio de la Crítica por su poemario Fámulo (Tusquets). Su último libro es Besos humanos (Anagrama, 2018).
“Empecé a escribir sin esfuerzo, era como una música que sonaba en mi cabeza; pero no podía mantener a mi familia escribiendo versos así que lo dejé, también sin ningún esfuerzo. Se ha dicho que soy el padre nutricio de la sexta de los novísimos pero yo no me reconozco como tal”, apunta Ferrer Lerín, quien hizo de la defensa de las aves necrófagas, especialmente de los buitres leonados, su particular cruzada desde que, en 1968, llegó como becario al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para hacer una lista del patrón de aves del Pirineo aragonés.
El catálogo de Ferrer Lerín. Un experimento, una caja con reproducciones de algunas obras en distintos formatos y con curiosos envoltorios, es un libro de artista y abrirlo es como bucear en los cajones de este personaje poliédrico.
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