Desaparecen premios
El Minotauro no se entregará este año en el Festival de Sitges como de costumbre, porque ha dejado de existir, por el momento
Existe al menos un periódico que no da malas noticias. Su propietaria, una diseñadora de un pueblecito de Lancashire llamada Emily Coxhead, decidió crearlo en 2015 harta de leer malas noticias y convencida de que si somos una especie que tiende al pesimismo y la barbarie es en parte porque sólo nos interesa lo que va mal en todas partes. Puede que no le falte razón. En cualquier caso, lo que evidencia la ingenua iniciativa de Coxhead es que 1) La prensa tiene un ángulo ciego, y 2) Todo lo que la prensa no recoge (y eso incluye cualquier buena noticia), no existe. Una obviedad que pasa de consabida a inquietante cuando caemos en la cuenta de que, mientras las rotativas hacían su trabajo sin descanso, ha desaparecido un premio literario.
Ocurrió en 2014 con el Premio Francisco Casavella de Novela. El Casavella sustituyó en 2010 al finalista del Premio Nadal. De él se celebraron tan sólo cuatro ediciones, quién sabe si por poca repercusión mediática o económica. En cualquier caso, el premio desapareció. Simplemente, dejó de entregarse y puede que alguien se preguntara en algún momento de 2014 cuándo era que se fallaba el Casavella, y puede incluso que ese alguien se contase entre los que habían enviado manuscritos al mismo en alguna ocasión, y cayese en la cuenta de que el premio había dejado de existir, se había ido en silencio porque su no concesión había escapado a la rueda de la rotativa, siempre en busca, en este caso, del próximo ganador, en ningún caso, cuando se trata de un premio, de la reflexión.
Pues bien, ha vuelto a ocurrir. Este año, por primera vez, no se fallará el Premio Minotauro. Creado en 2004 con el fin de distinguir a la mejor novela inédita de ciencia ficción, fantasía o terror de las concurrentes, el premio había visto cómo aumentaba la participación (o eso se aseguraba desde la editorial, que en 2013 notó como los originales cuadriplicaban la media de los años anteriores) a la vez que iba reduciéndose la cuantía (de 18.000 a 6.000 euros) sin que, lamentablemente, ninguno de los nombres por los que hoy es conocida la ciencia ficción y la fantasía españolas engrosase la lista de ganadores. Estamos hablando de Emilio Bueso, de Jesús Cañadas, de Sofía Rhei, de Guillem López, que fue distinguido hace dos años hasta como Mejor Autor Europeo de Ciencia Ficción. Tanto Sofía como Guillem han publicado con Minotauro, pero sólo después de hacerse grandes.
En cualquier caso, este año no habrá noticia del ganador del Minotauro porque el premio ha desaparecido, por el momento. Se habla de una reformulación del mismo, que quizá tenga que ver con, esperemos, un intento de recuperar el olfato literario que el sello tuvo en la época en la que Francisco Porrúa lo dirigía – suya fue la idea, él la fundó, allá por 1955, cuando encargaba prólogos al mismísimo Jorge Luis Borges –. Porque ninguno de sus ganadores, a excepción de Rodolfo Martínez y Carlos Sisí, forman hoy parte activa del pequeño star system del género. O quizá no. Quién sabe. Lo único que sabemos es que ningún nuevo ganador del premio o ganadora – de las que sólo hubo dos, en 14 años – se paseará estos días por el ya en marcha Festival de Sitges, que acogía su entrega desde hacía cuatro años. Aunque, quién sabe, quizá lo hagan los futuros, si es que el futuro existe.
Babelia
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